Una de las ilustraciones de Jaan Tammsaar para la primera edición de los Cuentos tradicionales estonios (Tallinn, 1990).
Recientemente, ha llegado a las librerías españolas
una edición de los Cuentos tradicionales
estonios [1], cuya edición en castellano ya había visto la luz por primera
vez en Tallinn en 1990, cuando Estonia todavía formaba parte de la Unión
Soviética y poco antes de que aquel gran imperio se desmoronara. Fue una edición efímera, bellamente ilustrada
por Jaan Tammsaar, uno de los artistas de más prestigio de aquel país báltico,
publicada por una editorial que ya no existe: Perioodika [2].
La selección de los cuentos estuvo a cargo del
profesor e hispanista Jüri Talvet, quien ha escrito una nueva introducción para
esta reedición: la reproducimos ligeramente reducida. El profesor Talvet no
se limita a presentar los cuentos, sino que los sitúa en el contexto
sociocultural y literario de Estonia, lo cual supone una aproximación muy
interesante a una realidad tan desconocida en nuestras latitudes como es la de
Estonia y el espacio báltico oriental.
Albert Lázaro-Tinaut
Los cuentos tradicionales en el contexto
de la historia y la cultura de Estonia
de la historia y la cultura de Estonia
Por Jüri Talvet
Para la presente selección escogí los cuentos a partir
de algunos de los libros más conocidos y queridos entre el público estonio
durante el último siglo. En su forma original, fueron publicados durante la
segunda mitad del siglo XIX y a principios del siglo XX: Eesti rahva ennemuistsed jutud (‘Cuentos antiguos del pueblo
estonio’, 1866), de Friedrich
Reinhold Kreutzwald (1803-1882); Eesti
muinasjutud (‘Antiguos cuentos estonios’, 1885), de Juhan Kunder
(1852-1888) y Eesti ennemuistsed jutud
(‘Cuentos estonios antiguos’, 1911-1920), de Matthias Johann Eisen (1857-1934).
Los tres autores fueron destacados intelectuales y escritores de la época más
temprana de nuestra cultura nacional. A Kreutzwald se le considera unánimemente
el fundador de la literatura estonia; el prematuramente fallecido Kunder,
aparte de interesarse por las ciencias naturales y el folklore, sobresalió como
autor de piezas teatrales y de poesía, mientras que a Eisen, folklorista y
poeta, le atrajo sobre todo la investigación de la mitología y las creencias
populares de los antiguos estonios.
Friedrich Reinhold Kreutzwald.
Esta selección incluye, además, tres cuentos del
pueblo setu, que
sobrevive en el sudeste de Estonia, publicados originariamente en el libro Marjakobar ja teisi setu muinasjutte
(‘Racimo de frutillas y otros cuentos antiguos de los setu’, 1959), preparado
por nuestros folkloristas a partir de los manuscritos conservados en el Museo
Nacional de la Literatura. […]
La cultura estonia como realidad consciente no es
anterior al siglo XIX. No podía serlo porque, después de una prehistoria de la
que nos han llegado muy pocos datos –que a veces tendemos a idealizar–, los
antiguos estonios fueron sometidos violentamente y contra su voluntad al poder
de invasores foráneos, sobre todo alemanes, quienes convirtieron a lo largo del
siglo XIII a nuestros antepasados al cristianismo y a la vez los relegaron a la
humillante condición de siervos de la gleba a su servicio.
En este sentido, los estonios, con los lituanos
(sometidos al cristianismo no antes del siglo XIV), se pueden considerar los
últimos pueblos “paganos” de Europa. En los oscuros siglos anteriores nuestros
antepasados adoraban a las deidades de la naturaleza, como Pikne (Pikker), dios
de trueno, de cuya autoridad suprema nos habla Kreutzwald en “La trompeta de
Pikker”. Sin duda, bastantes motivos de los cuentos de esta selección se
remontan a la época precristiana.
Interpretación de una escena mitológica por el artista estonio Kaljo Põllu (1934-2010).
El trato y los vínculos íntimos entre los pueblos
finoúgrios y baltofineses (finlandeses, estonios, sami o lapones, carelios,
livonios y algunos más), que supuestamente hace miles de años llegaron a las
orillas del Báltico desde las remotas regiones de los Urales (sobre todo de la
cuenca del rio Ob), se reflejan ampliamente en el folklore estonio, al igual
que en el Kalevipoeg, la epopeya de
Kreutzwald. A veces, los hechiceros fineses y lapones son presentados como
“malos”, pero no faltan cuentos en los que los sabios nórdicos dan buenos
consejos a quienes necesitan ayuda, o incluso tienen piedad de sus esclavos
(“Siete años en Laponia”).
En la actualidad los estonios, con los finlandeses y
los húngaros, son los únicos pueblos de origen finoúgrio que tienen estados
propios. La mayoría de las otras naciones que pertenecen a esta gran familia
étnico-lingüística (udmurtos, mordovos, komi, etc.) siguen residiendo cerca de
la cordillera de los Urales, dentro de la Federación Rusa, en condiciones de
autonomía limitadas. Es decir, han vivido en vecindad inmediata con las
culturas eslavas, que han influido notablemente en ellos. En algunos cuentos de
esta selección encontramos motivos que coinciden con los de los cuentos rusos,
sobre todo en los que proceden de la región de los setu, fronteriza entre
Estonia y Rusia (de hecho, parte del pueblo setu reside en territorio ruso
desde 1940).
Mujeres setu, con su
vestimenta tradicional.
(Fuente: Ministerio de Asuntos
Exteriores de Estonia)
vestimenta tradicional.
(Fuente: Ministerio de Asuntos
Exteriores de Estonia)
También es cierto que, pese a no ser de origen
indoeuropeo, durante los largos siglos el pueblo estonio ha recibido fuertes
influencias de otras culturas, sobre todo de los alemanes, nuestros amos y
señores hasta principios del siglo XIX, cuando se abolió la esclavitud en la
región báltica del imperio ruso-zarista y nuestros antepasados obtuvieron por
primera vez apellidos autóctonos, es decir, su identificación como personas:
por regla general, eran los amos alemanes quienes daban los nombres y apellidos
a sus siervos. Con frecuencia esos nombres eran alemanes, como en el caso de
los padres de Kreutzwald. Siguiendo sus caprichos, algunos amos terratenientes
daban a sus siervos liberados apellidos estonios, sobre todo derivados de
nombres de árboles y animales del bosque. Así, abundan en Estonia personas cuyo
apellido es, por ejemplo, Kask (‘abedul’), Tamm (‘roble’), Lepp (‘aliso’), Pärn
(‘tilo’), Kuusk (‘abeto’), Mänd (‘pino’) […] o bien Hunt o Unt (‘lobo’), Karu
(‘oso’), Rebane (‘zorro’), Jänes (‘liebre’), Põder (‘alce’), Hirv (‘ciervo’),
etc.
Se puede decir, por consiguiente, que toda la intelectualidad
estonia es del origen campesino. Dejando a un lado la prehistoria mítica, los
estonios no han tenido nunca una aristocracia ni una nobleza. Toda la formación
de nuestra cultura consciente corre paralela a los profundos procesos de
democratización en Europa y también a los avances positivistas y científicos
del mundo occidental. El primer poeta estonio fue Kristian Jaak Peterson
(1801-1822), muy prematuramente fallecido, uno de los primeros estudiantes de
procedencia autóctona en la Universidad de Tartu. Elogiaba en sus odas,
inspiradas en la antigüedad clásica e influidas por la poesía del alemán F. G.
Klopstock, la belleza de la lengua estonia y de nuestra naturaleza.
Reunión en Tartu, el 26 de marzo de 1870, de algunos de los intelectuales
que impulsarían el “despertar nacional” estonio.
que impulsarían el “despertar nacional” estonio.
El auge del llamado Ärkamisaeg (‘despertar
nacional’) coincidió con la segunda mitad del siglo XIX. Se publicaron entonces
los primeros tratados sobre nuestra lengua escritos por los propios estonios.
En 1838 se fundó la Sociedad Ilustrada de Estonia, entre cuyos miembros más
activos se encontraba Kreutzwald. […] Esta sociedad, que reunía tanto a los
primeros intelectuales estonios como a los báltico-alemanes simpatizantes con
la cultura autóctona, empezó a ocuparse con toda seriedad de la lengua, la
literatura y herencia cultural estonias, así como de las canciones y los
cuentos tradicionales, las leyendas y la mitología.
A lo largo del siglo XIX se fue realizando la gran
tarea de coleccionar, poner por escrito y archivar la abundante herencia oral
del folklore del país. Destacan por su originalidad nuestras canciones
populares, creaciones, en su mayoría, de las mujeres campesinas. A partir del
siglo XX se han intensificado los esfuerzos por sistematizar y dotar de
descripciones y comentarios científicos a nuestra rica herencia folklórica,
conservada en miles de manuscritos en el Museo Nacional de la Literatura. A
principios de este nuevo siglo XXI han aparecido las primeras colecciones de la
cuentística tradicional y popular estonia, provistas de un minucioso y
detallado armazón académico.
El Museo Nacional de la Literatura de Estonia, en Tartu.
No obstante, la función del folklore en general y de
los cuentos tradicionales nunca se ha limitado meramente a nutrir el saber
científico o museológico. Más bien han sido una fuente inagotable de recursos
para infundir valores éticos y divulgar la sabiduría de nuestros antepasados
entre los jóvenes lectores de diferentes edades. También han interesado, y no
poco, estos cuentos al público adulto. Pese al gran poderío de la televisión e
internet en nuestros días, los cuentos tradicionales no han perdido su función
vital y social: continúan transmitiendo valores que no siempre han sido
contrarrestados por los modernos medios de comunicación. Estimulan la
imaginación, nos impulsan a sentir e intuir en nuestra intimidad la magia de la
totalidad de la vida y del universo. […]
Si hay algo auténticamente estonio en nuestros
cuentos, creo que es sobre todo su origen humilde. Los padres de Kreutzwald
fueron siervos de la gleba. Él mismo, después de licenciarse como médico por la
Universidad de Tartu, trabajó durante más de cuarenta años en Võru, una pequeña
ciudad del sur de Estonia, donde atendía las dolencias de la gente del campo,
pobre y humilde en su gran mayoría. También Kunder y Eisen estuvieron, por su
origen, muy cerca del pueblo campesino simple, del campo y de la naturaleza. El
habla popular, con sus giros coloquiales y su característico humor, está
continuamente presente en sus narraciones.
Modesta vivienda de
campesinos estonios en la
primera mitad del siglo XIX.
(Fuente: Nezumi Dumousseau)
campesinos estonios en la
primera mitad del siglo XIX.
(Fuente: Nezumi Dumousseau)
No creo que se deba idealizar la relación de los
estonios con los bosques –que efectivamente, aún hoy en día, ocupan la mitad
del territorio de Estonia– o las fuerzas oscuras del mal. Sin embargo, como
bien se ve en los cuentos de nuestra selección, el lobo no siempre era
imaginado como una fiera salvaje y cruel, sino que podía haber sido, en la
creencia popular, un aliado del Creador o de esas deidades que encarnaban los
supremos poderes de la naturaleza. El diablo, que sin duda ejemplificaba el
vicio del poder terrenal y la avidez de la riqueza –lo cual lo convertía en un
buen aliado de los amos extranjeros de nuestro país–, a veces podía ser visto
incluso con cierta simpatía, sobre todo cuando revelaba la torpeza de la mente
y la ingenuidad de los campesinos. Que el diablo de muchos cuentos
tradicionales tenía origen popular, queda demostrado por el hecho de que uno de
sus numerosos nombres, quizá el más divulgado en el folklore estonio, es
Vanapagan (literalmente, “el viejo pagano”). No hay que olvidar lo mencionado
anteriormente: desde el punto de vista de la historia del cristianismo, los estonios,
efectivamente, fueron uno de los últimos pueblos paganos del Viejo Continente.
De modo que la imagen de Vanapagan no carece de cierta autoironía.
Una de las representaciones de Vanapagan,
el diablo de la mitología estonia.
(Fuente: Ferrebeekeeper)
el diablo de la mitología estonia.
(Fuente: Ferrebeekeeper)
[1] Cuentos tradicionales estonios. Edición de Jüri Talvet. Traducción
del estonio a cargo de Hella Aarelaid. Adaptación al castellano de Esther
Bartolomé Pons y Albert Lázaro-Tinaut. Ilustraciones de María de Prada.
Ediciones Xorki, Madrid, 2014.
[2] Esta misma selección fue publicada, por la editorial Perioodika de Tallinn,
en inglés (1987), alemán (1987), ruso (1989), y también en estonio (1991).
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