Monumento a Iván Franko en el jardín de su casa natal
en Nahuievychi.
en Nahuievychi.
Por Mykola Zhulynsky
Director del Instituto
de Literatura Tarás Shevchenko
Introducción biográfica
Iván Yakovich Franko (Іван Якович
Франко), hijo de un herrero de pueblo y de una mujer de la pequeña nobleza
ucraniana, nació en Nahuievychi (en la
Galitzia sometida al Imperio austrohúngaro) el 15 de agosto de 1856, se educó
en las universidades de Leópolis (la actual Lviv, Lemberg en alemán), Czernowitz
(la actual Chernivtsi) y Viena, donde se doctoró en 1893, y fue profesor
honorario de la Universidad de Járkov. Autor de más de cuatro mil libros, artículos
y trabajos académicos, su legado
incluye poemas, novelas y dramas.
Iván Franko retratado por
el pintor ucraniano Iván Truch.
el pintor ucraniano Iván Truch.
Iván Franko editó, además, periódicos
y revistas, y participó activamente en la vida pública y política. En el año 1878 fue detenido por primera vez a
causa de sus ideas socialistas, que no ocultaba y que difundía entre los trabajadores de Lviv, Drohobych y Boryslav, así como entre los campesinos, lo
que le costó nuevos arrestos. A
principios del siglo XX su actividad política fue decreciendo por varias
razones, entre ellas su muy precario estado de salud y su participación activa en las tareas de la Sociedad Científica Tarás
Shevchenko.
Sus puntos de vista políticos y
sociales evolucionaron en el curso de su vida, hasta que se convirtió en un ardiente
partidario de la independencia política y cultural de Ucrania. La lucha por sus
ideales, sin embargo, no fue larga, ya que a partir de 1908 sufrió varias
enfermedades que mermaron sus fuerzas. Murió en Leópolis (Lviv) el 15 de mayo
de 1916.
Una vida solitaria y miserable
En el otoño de 1914, los soldados del ejército ruso zarista
que ocupaba el oeste de Ucrania solían ver a un hombre con un sombrero oscuro y
un largo abrigo negro, cargado habitualmente con pequeños envoltorios que contenían alimentos,
libros y periódicos, caminando penosamente por las calles de Leópolis, ciudad
que los rusos denominaban Львов (Lvov). Aquel hombre encorvado, con la mirada
baja y hablando para sí mismo, era la pura imagen de la fatiga y el sufrimiento.
Franko con su íntima amiga
Olga Roshkevych en la década de 1880.
Olga Roshkevych en la década de 1880.
Lo que no sabían era que aquel hombre, evidentemente
enfermo, absorto en sus pensamientos, del que se solían burlar, era doctor
en filosofía por la Universidad de Viena, un notable escritor, un poeta con una
visión profunda del destino de la humanidad, un traductor consumado y un
historiador de la cultura y la literatura.
Sin duda, Franko debía de sentirse muy solo y abandonado. Su hijo mayor, Andriy, había muerto un
año antes, y sus otros dos hijos varones estaban en el frente: Tarás, un
maestro de escuela, había sido reclutado por el ejército austríaco y fue
enviado a luchar en el frente italiano; Petro, un estudiante de la Escuela
Politécnica, también estaba entre las tropas de vanguardia (más tarde se uniría
voluntariamente a los Destacamentos de Fusileros de Ucrania, una fuerza militar
establecida en 1917 para luchar por la independencia de su país). Su hija Anna vivía con una tía en Kiev,
y su esposa, que siempre había sido una mujer sabia y equilibrada, sufría un trastorno
mental heredado de su familia. Su casa, pues, se había convertido en un
infierno en el que era imposible trabajar o descansar. Después de no pocas vacilaciones y con
amarga angustia, había tenido que internarla en un asilo. Él vivía en la miseria
y la soledad, con las manos casi paralizadas mientras iba perdiendo
paulatinamente la vista, pero nunca cejó en su empeño de trabajar, de hacer lo
que pudiera por el futuro de su nación.
A Franko, torturado por los dolores físicos y el insomnio, solo
le quedaban dos años de vida. “Mi
mayor tormento no es el dolor físico que sufro continuamente, sino mi incapacidad
para terminar el trabajo que he comenzado. Se
han acumulado infinidad de ideas y proyectos en mi cabeza, y no quiero llevarlos
conmigo a la tumba”.
Franko en Odesa en 1909.
Agotado, incapaz de cuidar de sí mismo, pasó sus últimos
meses en una residencia de ancianos. Compartía
habitación con Vasylko, un muchacho de dieciséis años de edad, hijo de su hermano
de Zajar, quien se había ofrecido a proporcionarle toda la ayuda que necesitara. La mejora en la alimentación y la
terapia hicieron que no solo la salud, sino también el espíritu de Iván Franko
mejoraran. Volvió a escribir poemas, entre ellos sus interpretaciones líricas
de algunos acontecimientos históricos de la antigua Roma. Editó, además, sus traducciones de los
poetas clásicos griegos menores (la colección Старе Золото [‘El viejo oro’], que contiene 232 poemas y más de
7000 versos).
Manuscritos y libros
En el Instituto de Literatura Tarás Shevchenko, de la
Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, se conservan casi todos los
manuscritos de Iván Franko y prácticamente la totalidad de los libros de su
biblioteca: más de doce mil volúmenes, entre los que hay 410 incunables.
El manuscrito titulado Історії
моєї хвороби (‘Historia de mi enfermedad’) tiene solamente trece páginas,
pero la intensidad del dolor expresado en ellas habla por sí misma. Se la dictó a su hijo Andriy, y se
refiere a las dolencias que sufrió en 1908, “el año más terrible de mi vida
hasta ahora […]. En marzo, durante catorce días no pude estar sentado en
posición vertical, pero nunca dejé de trabajar, luchando contra el terrible dolor
que sentía”.
Monumento a Iván Franko en Lviv.
(Foto © Adam Pervez)
(Foto © Adam Pervez)
Los médicos advirtieron a Franko que padecía varias
enfermedades, y que éstas le producían dolores de cabeza y ansiedad, por lo que
debía dejar de escribir e incluso de leer; él, evidentemente, nunca hizo caso de
esos consejos. Durante aquel “año terrible” (1908) publicó unas cuantas obras, sus
traducciones de Safo y Menandro y de antiguas sagas islandesas, algunos de sus
trabajos académicos, comenzó a escribir un nuevo artículo sobre estudios bíblicos
y nuevas historias breves; y no dejó de trabajar en sus estudios sobre las
canciones populares ucranianas ni en su historia de la literatura ucraniana,
que presentó como la historia del desarrollo espiritual del pueblo de Ucrania;
publicó también algunas obras escritas anteriormente, con nuevos prefacios, y
terminó una edición en cinco volúmenes sobre los apócrifos y las leyendas de
los viejos manuscritos ucranianos, que se consideran la primera recopilación
sistemática de este tipo en los estudios eslavos.
De hecho, no fue solo su estado de salud lo que causó dolor
a Franko: le atormentaba no poder proseguir en lo que era su verdadera vocación
como autor, una responsabilidad que había asumido para expresar las aspiraciones,
inquietudes y anhelos de su nación. Su
poema Moisés, de 1905, se considera su
autobiografía simbólica, un reflejo de la lucha interna que afectaba a su espíritu. Algunos de sus escritos anteriores ya
llevaban la impronta de su examen de conciencia: “Moisés no fue aceptado como
profeta por su propio pueblo”, y fue castigado con la muerte por Yahvé poco
antes de que, con su gente, llegara a la Tierra Prometida. Eso tenía un gran significado
para Franko.
La ciudad de Lviv (Leópolis), donde Iván Franko estudió,
pasó los últimos años de su vida y murió.
(Fuente: blog Mesa revuelta, mesa-revuelta.blogspot.com)
pasó los últimos años de su vida y murió.
(Fuente: blog Mesa revuelta, mesa-revuelta.blogspot.com)
Su vocación de
escritor
Iván Franko creyó que su obligación como escritor era sacrificarse
por la causa de la iluminación espiritual de su nación, para despertar la
conciencia nacional y revelar las características únicas de la cultura de su
pueblo. El poeta puede estar solo
en su lucha, puede ser incluso rechazado por su pueblo: el suyo es el camino
hacia el calvario, entre “el cinismo y el ridículo”. Al mismo tiempo, el poeta
que es consciente de su misión profética no puede sucumbir a la desesperación, la
desilusión y la pérdida de la fe, sino que debe “escuchar la voz estruendosa del
Cielo”, comprometerse con la energía que le viene dada desde Arriba y aceptar
la guía divina. Franko pensó en
sí mismo como en un guía espiritual de su nación, y se preparó para hacer
frente a cualquier adversidad en su servicio en pro esta causa.
Pero Franko, por otra parte, no se creía “el favorito de la
fortuna”, ni “un genio” conocedor de la verdad última; se consideró “uno de
esos escritores que son obreros y trabajadores, que participan en la
construcción del edificio de la civilización, cuyos nombres no serían grabados
en la fachada”.
Sello dedicado a Iván Franco,
emitido por el servicio postal
ucraniano en 2006.
emitido por el servicio postal
ucraniano en 2006.
Cuando solo tenía 22 años, se presentó
simbólicamente como albañil en uno de sus poemas, consciente de ser el
constructor ascético de un nuevo mundo que ha de sacrificarse por la causa del
desarrollo nacional. En el camino
hacia la felicidad de la humanidad están los huesos de millones de personas que
se han sacrificado a sí mismas como “esclavas de la libertad” y “albañiles del
progreso”. En 1898 se autodefinió como “un siervo de la nación”, el hijo de un
campesino convertido en intelectual para ponerse al servicio de los campesinos.
Efectivamente, Iván Franko era hijo
de un labrador de la tierra y a la vez herrero de la aldea de Nahuievychi, en el oeste de Ucrania,
que entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro. Desde el principio de la época
medieval, los ucranianos de esa tierra se denominaban a sí mismos “rusyny”*.
Cuando se refiere a su origen étnico, Franko dice que es tanto “un rusyn” como
“un ucraniano”, pero prefiere este último gentilicio, ya que creía en la unidad
de todas las personas de ascendencia ucraniana.
Comenzó su educación en la escuela rural de un pueblo vecino al suyo, donde no había. Entre las asignaturas que se daban
estaban las lenguas polaca y alemana. Franko
continuó sus estudios en la ciudad de Drohobych, y comenzó a escribir cuando
todavía era un estudiante interesado por la literatura europea. Al terminar la escuela
secundaria fue a estudiar a la Universidad de Lviv. Allí escribió sus primeros poemas
líricos y dramas e historias en verso, y empezó a traducir literatura griega
antigua, fragmentos de la Biblia y de la epopeya alemana Cantar de los Nibelungos. Poco a poco sus intereses se fueron ampliando e
incluyeron toda la literatura clásica, la mitología, la historia, el folclore
ucraniano...
La plaza central de Drohobych.
(Fuente: Дрогобич- королівське місто / www.drohobych.com.ua)
(Fuente: Дрогобич- королівське місто / www.drohobych.com.ua)
Fue en aquel momento cuando descubrió el abismo cultural que
separaba a los habitantes del campo de la intelectualidad. Le dolía constatar el atraso moral y
espiritual de las clases bajas, su falta de perspectivas sociales y culturales. La vida política del momento era la de
un país subdesarrollado. No parecía haber rastros de algún movimiento de
liberación nacional, como los que produjeron un gran impacto en Italia,
Irlanda, Bulgaria, Polonia y otros países europeos. Con otros jóvenes de
inclinaciones románticas, que absorbían ávidamente nuevas ideas políticas y las
teorías sociales, en particular las del socialismo y el positivismo procedentes
de Europa, Franko comenzó a escribir ensayos y artículos de carácter político
en los que trató de desarrollar ideas como la igualdad económica y social, la
justicia, los derechos civiles y la iniciativa individual. Al mismo tiempo rechazó las ideas
marxistas de un “estado de todo el pueblo”, la “dictadura del proletariado” y la
“lucha de clases". Escribió que el marxismo político como “programa del
socialismo de Estado apesta a despotismo estatal y uniformidad, y si se llevara a
cabo podría convertirse en un gran obstáculo para un mayor desarrollo, o se convertiría
en una fuente de nuevas revoluciones”.
Monumento a Franko
en la ciudad de Kolomyya.
(Foto © Maryana Dmytryshyn)
en la ciudad de Kolomyya.
(Foto © Maryana Dmytryshyn)
El ideal de Franko era el de una justicia social que descansara sobre el fundamento de la humanidad. En 1890 participó en la fundación del Partido Radical Ucraniano, cuyo programa se
basaba en los principios moderados de los socialdemócratas europeos. Más tarde lo abandonó para
unirse al Partido Nacional Democrático, aún más radical, que defendía la
creación de una nación ucraniana moderna.
El nacionalismo
ucraniano
Iván Franko quería aproximar el patriotismo y el
nacionalismo ucranianos a la cultura europea y el espíritu expresado a través
del arte y la literatura. Como
traductor y conocedor de varias lenguas, se dedicó a verter al ucraniano lo que
consideraba mejor de la literatura europea y mundial. Con sus escritos y
traducciones creaba un puente entre Ucrania y el resto de Europa. Sus trabajos, publicados en alemán,
polaco, ruso, húngaro y otros idiomas, dieron a conocer en el extranjero sus
ideas de unidad cultural, que tuvieron cierta resonancia en Austria, Alemania,
Polonia y Rusia. De este modo consiguió que la situación de la nación ucraniana, su
cultura y sus tradiciones fueran conocidas en buena parte de Europa. Franko estaba preparado “para soportar
todos los tormentos, el sufrimiento y la humillación” que comportarían su
compromiso de sacrificio por la causa de la justicia.
Una edición moderna (Lviv, 2009)
del libro de poemas Зів'яле листя
de Iván Franko.
del libro de poemas Зів'яле листя
de Iván Franko.
Su legado poético merece un tratamiento extenso. Aquí bastará decir que sus poemas
abarcan un gran número de temas, y que su poesía lírica revela una gran
concentración de emociones, hasta el punto de que sea posible preguntarse cómo su
corazón no se había roto mucho antes de cumplir los 60 años. Su colección de poemas más relevante, Зів'яле листя (‘Hojas marchitas’), de
1896, está repleta de fuertes emociones provocadas por la desesperación, la
ansiedad, la esperanza, el anhelo de amor y una sensación punzante de
alienación. Franko estaba
convencido de que sólo el alma, por sí misma, podía lidiar con el dolor que la
atormentaba, un dolor que transmitió mediante palabras y reveló al mundo: solo así,
según él, podía aliviarlo. Haciéndose eco del viejo dicho, Franko, que creía en
la fuerza inagotable del artista y el poeta, dice en uno de sus poemas: “La
vida es breve, pero el arte es eterno / y el potencial creativo no tiene
límites”.
Franko experimentó varios golpes duros de la suerte, tanto
en el amor como en la situación social de su país y su tiempo. En 1890, por ejemplo, el Consejo de la
Universidad de Lviv le denegó la defensa pública de su tesis doctoral: obtuvo su doctorado tres años más
tarde en la Universidad de Viena. Fue
rechazado de nuevo por la Universidad de Lviv en 1895, cuando ya era un reconocido
autor, historiador, crítico de arte y académico, denegándole el cargo de
profesor asociado. Y éstas no
fueron las únicas circunstancias humillantes en su vida, aunque las soportó siempre con
dignidad.
La tumba de Iván Franko en el cementerio Lychakiv de Lviv.
(Foto © Iuliya Kapshuchenko)
Plenamente consciente de las dificultades por las que estaba
pasando su país, sufriendo a causa de la subyugación a la que era sometido, Iván Franko no buscaba tranquilidad para su alma dolorida. “No me dejes, dolor agudo”, escribió,
sin perder nunca la esperanza de una vida mejor para su pueblo. Se sacrificó en el altar de esta
esperanza. Conocía el poder de la
palabra, la fuerza del espíritu, capaz de superar cualquier adversidad, y escribió
poemas inspirados, ardientes, pidiendo a su pueblo que siguiera el largo camino de la salvación. Bendijo a
su nación por “el viaje hacia el futuro”, por su firme creencia en que la capacidad
redentora de la cultura, la ciencia y la educación despertarían la
espiritualidad del pueblo ucraniano, a quien legó su “confianza en la fuerza
del Espíritu”.
Traducción del inglés
y adaptación de Albert Lázaro-Tinaut
* En castellano se conocen como rutenos.
El texto original, que aquí ha sido adaptado, se publicó en
su versión inglesa en el portal Welcome
to Ucraine el año 2006.
Clic sobre las imágenes para ampliarlas.
Franko Ivan tenìa claro que tipo de sociedad queria para su pueblo, apostando por la cultura, la ciencia y la educaciòn.
ResponderEliminarMuy interesante esta publicaciòn.
un abrazo
fus
Comparto la opinion de fus.
ResponderEliminarmuy interezante. me gusto mucho.
abrazo.
andri alba
Gracias por vuestros comentarios, fus y Andri Alba. Franko pertenecía a una generación que tenía muy clara la idea de la identidad de los pueblos por encima de los grandes Estados, y sobre todo de los imperios. Sin embargo, la historia sigue siempre un curso imprevisible..., y ahora se está viendo cómo Ucrania se encuentra en el filo de la navaja, y cómo algunos aprovechan la ocasión para hacer valer su partidismo (que equivale a decir "sus intereses").
ResponderEliminarAl margen de eso, Iván Franko fue un intelectual de gran talla.
Albert
Como buen conocedor que soy de Ucrania y su cultura (soy catedrático asociado en tres Universidades de ese país) debo manifestar mi elogio y consideración por la magnífica y bien documentada entrada. Ivan Franko fue un literato muy notable, aunque controvertido, y lo sigue siendo al presente, pues aunque uno de los oblast o regiones de Ucrania lleva su nombre (Ivano-Frankivsk), en esa zona se le considera más como la solución que adoptaron la autoridades soviéticas para cambiar la denominación previa de Stanislav, pues inclusive, como bien se indica en el post, Ivan Franko estaba mucho más vinculado a Lviv (antes Lvov, en ruso). Felicitaciones a Albert Lázaro Tinaut
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