El edificio de la Escuela Militar Transcaucásica de Cadetes del Ejército
Rojo, en Bakú (Azerbaiyán), en una postal de la década de 1920.
Rojo, en Bakú (Azerbaiyán), en una postal de la década de 1920.
El periodista y escritor en lengua alemana Moses Josep
Roth, de padres judíos, conocido como Joseph Roth, nació en la localidad de
Brody (Galitzia, Imperio austrohúngaro, hoy en territorio de Ucrania) el 2 de septiembre de 1894, y murió en París el
27 de mayo de 1939. Estudió en la Universidad de Lemberg (hoy Lviv, capital de
la Galitzia ucraniana) y en Viena, y durante la primera guerra mundial sirvió en el ejército imperial.
Joseph Roth en 1925.
Acabada la contienda y desintegrado el Imperio (lo
cual le provocó la sensación de ser un apátrida), trabajó como periodista para
varios diarios austriacos y alemanes, sobre todo para el Frankfurter Zeitung, del que fue corresponsal en diversos países
europeos, entre ellos la Unión Soviética, por la que realizó
un largo viaje entre los años 1926 y 1927, durante el cual enviaba sus crónicas al periódico. En ellas
describe sus experiencias en diferentes regiones de aquel gran
país, en un estilo a veces algo farragoso y otras ágil, pero siempre
detallista, fiel a la precisión de su cultura germánica.
El prestigioso erudito alemán Klaus Westermann reunió
esas crónicas dentro de un volumen de 378 páginas titulado Reise nach Rußland. Feuilletons, Reportagen, Tagebuchnotizen 1919-1930,
publicado en Colonia por Kiepenheuer & Witsch en 1995, que recoge toda la
obra periodística, publicada e inédita (incluye notas de su diario), de Roth
relacionada con Rusia, escrita antes, durante y después de su viaje. En esos
artículos se aprecia cómo su autor, tras recorrer el país de los soviets, va
perdiendo el entusiasmo inicial por aquella Revolución bolchevique en la que
había depositado muchas esperanzas.
En 1933 Roth, establecido en Berlín, regresó a Viena,
asustado por el rápido ascenso del nazismo, y a los pocos meses se exilió
a París, donde pudo sobrevivir gracias a algunas colaboraciones periodísticas y a
los derechos de autor que le proporcionaban sus obras. Deprimido y
alcoholizado, murió a causa de un delirium
tremens provocado por una ingesta excesiva de alcohol. Su familia fue
víctima del Holocausto y a su esposa, que no era judía pero sufría
esquizofrenia, le fue practicada la eutanasia en el marco de las leyes eugenésicas del régimen hitleriano.
Joseph Roth es uno de los grandes nombres de la
literatura austriaca y centroeuropea del siglo XX, y algunas de sus obras, como
La marcha Radetzky (1932), La cripta de los Capuchinos (1938) o La leyenda del Santo Bebedor (1939), se
han traducido a numerosos idiomas. Sus restos mortales reposan en el cementerio
Thais de París. En la lápida de su tumba se lee, sencillamente: “Escritor
austriaco muerto en París”.
El texto que se reproduce a continuación pertenece a
una crónica escrita en Bakú (capital de Azerbaiyán) y publicada en el Frankfurter Zeitung el 26 de octubre de
1926. Se encuentra recogida como capítulo VII en su libro Viaje a Rusia. [1]
Albert Lázaro-Tinaut
Sello emitido en 1994 por el correo de Austria
para conmemorar el centenario de Roth.
para conmemorar el centenario de Roth.
El laberinto de
pueblos del Cáucaso
Por Joseph Roth
Hay aquí un pulular de pesados gorros de piel; representan a la mayoría de los pueblos caucásicos. ¿Y cuántos hay en la inmensa región del Cáucaso, de 455.000 kilómetros cuadrados? Un cabecilla envejecido contó entre cuarenta y cuarenta y cinco. Solo en el norte del Cáucaso tuvieron que formarse nueve repúblicas, tras la Revolución. Yo ya sabía que allí viven los nogais, los kara-nogais (nogais negros), los turkmenos (que todavía llevan pendientes en la nariz) y los armoniosos karachaios.
Músicos nogais en una tarjeta postal de principios del siglo XX.
Todos hemos aprendido que en el Kurdistán viven los
kurdos, y en Karabaj los armenios. ¡Pero de cuántos pueblos puede hablarme un
erudito, el filólogo finlandés Stimumagi, del Instituto de Investigación de
Azerbaiyán! Conoce a los mugalos y a los lezguinos, hábiles artesanos, etnias
del Daguestán; solo en el distrito de Kubruico hay cinco pequeñas etnias: los
khapurlinzos, los jinalugos, los budujos, los chekchos, los krislos; los 50.000
kurinos, al sur de los lezguinos; los tatis, que son un resto de los antiguos
persas –asentados allí en el siglo VI y VII como murallas humanas contra los
jázaros y los hunos–; en el distrito de Nuja, los vartechos y los nidsechsos;
los talishes en la región de Lenkorán. En las estepas de Mugán viven sectas de
campesinos rusos; el zar los confinó allí por la fuerza y como castigo: los
dujobori, los molokani, los “viejos creyentes” y los
shabátniki. En las ricas aldeas vinícolas de Geuza y Samájov viven compatriotas
nuestros, suabos. En su mayoría son
de fe menonita. En las
aldeas de Privólnaya y Pribosch viven
los judíos más interesantes del mundo: judíos de pureza aria. Se trata de
campesinos rusos que anteriormente habían sido shabátniki, santificadores del Shabat.
Cuando fueron perseguidos por la Iglesia oficial y las autoridades, se
convirtieron, por rabia y despecho, al judaísmo. Se autodenominan gerim (en hebreo, “extranjeros”), tienen
una apariencia eslava, viven de la agricultura y la cría de ganado y son, junto
con los judíos bielorrusos, “auténticos” judíos semitas, los más devotos de la
Unión Soviética.
Un antisemita racista se encontraría sumamente
perplejo ante estos judíos. Una perplejidad aún mayor le causarían los “judíos de
la montaña”. Yo los he visitado. Aunque ellos afirmen ser
ortodoxos, no son, según la ciencia, semitas. Pertenecen a la etnia de los
tatis. Me he enterado de que, antes de la guerra, los sionistas trabaron
contacto con estos judíos de las montañas. Se puso en evidencia que el clero de
los judíos montañeses –al contrario de sus colegas semitas orientales de cuño
ortodoxo– simpatizaban con el sionismo. La guerra rompió esos contactos, la
Revolución los destruyó. La juventud comunista de los judíos montañeses no solo
es anticlerical, sino que exhibe una conciencia nacional tati, no judía.
“Nuestros compañeros de etnia –dicen los judíos montañeses jóvenes– no son los
judíos del mundo, sino los tatis, los musulmanes y los católicos armenios.” De
modo que ahora se han abierto las primeras escuelas (por de pronto dos) cuya
lengua de enseñanza es el tati. Nunca ha existido una escritura tati.
Escogieron la solución menos práctica posible y decidieron utilizar los
caracteres hebreos para la lengua tati. Mientras tanto, hasta los turcos han
adoptado el alfabeto latino.
Escuela sovietizada de judíos de la montaña (tatis)
del Azerbaiyán en la década de 1920.
Según una teoría –todavía discutida–, los pueblos del
Cáucaso son de estirpe jafática o alarodiana. Los jafetitas
habrían colonizado todas las regiones del Mediterráneo: eran jafetitas los
hititas bíblicos –pero no los de Urartu, que eran caldeos–, los nairíes y los mitanios, nombrados en las escrituras cuneiformes asirias, los antiguos
pobladores de Chipre y Creta, los pelasgos, los etruscos y los ligures, los
íberos, así como sus actuales descendientes, los vascos pirenaicos [2].
Los indoeuropeos expulsaron a los jaferitas, los iraníes llegaron al Cáucaso,
iranizaron a las tribus que habían asentado allí los sasánidas [3],
los árabes les trajeron el islam, los turcos su lengua. No se consiguió nunca
una asimilación general. En los inaccesibles desfiladeros y valles del Cáucaso
viven los últimos y exóticos restos de unas culturas que, de otro modo, habrían
desaparecido hace mucho, desvanecidas en el tiempo. Se puede ver el entero
desarrollo de la humanidad con ejemplos, aún vivos, del Cáucaso: la vía que
llevó al primitivo troglodita a convertirse en agricultor sedentario, el nómada
guerrero en apacible pastor, el salvaje cazador en dujobor
pacifista, vegetariano por motivos religiosos.
Mapa simplificado de los pueblos del Cáucaso, según Eurasia 1945.
Todos estos pueblos poseen en la actualidad una total autonomía nacional tan solo por haber
llegado al estadio cultural que les ha permitido exigirla. En Rusia, de entre
todos los postulados de la democracia y del socialismo, el referirse a la
igualdad de derechos de las minorías nacionales se ha llevado a cabo de forma
brillante y modélica. La solución al problema de las minorías en el Cáucaso ha
creado, por otra parte, graves complicaciones: a veces en una única ciudad de
tamaño medio han establecido su sede las autoridades centrales de tres
repúblicas distintas. El resultado ha sido una ciudad compuesta, en realidad,
de tres ciudades. Y cada una de las naciones, incluso la más pequeña,
reivindicaba sus derechos. Una conciencia nacional recién adquirida se
convierte fácilmente en nacionalismo. Tal vez habría sido más práctico
rusificar, de una forma apropiada, todas las naciones, cosa que el gobierno
zarista no fue capaz de hacer. Hoy es demasiado tarde, o demasiado pronto. Por
el momento y con gran esfuerzo, de una maraña de pueblos se ha creado un
laberinto de naciones: es complicado, pero sistemático. El extranjero se
desorienta, pero los nativos se encuentran a gusto así. [...] En principio, en la Unión Soviética cada grupo étnico
puede convertirse, a su manera, en su propia nacionalidad. [4]
[1] Joseph Roth: Viaje a Rusia. Traducción de Pedro
Madrigal. Edición y posfacio de Klaus Westermann. Ediciones Minúscula,
Barcelona, 2008.
[2] Esta teoría, jamás probada (pero muy presente
entre los historiadores y lingüistas georgianos), ha inducido a algunos
investigadores a pensar que los vascos serían descendientes directos de los íberos, y que éstos procederían de Transcaucasia; en efecto, Iveria era la denominación que dieron
los antiguos griegos y romanos al reino de Kartli (el este y el sudeste de la
actual Georgia, país que en georgiano se denomina Sakartvelo [საქართველო]), y la lengua
georgiana se denomina oficialmente kartuli
[ქართული]; los kabardos y
los ávaros conservan esta denominación al referirse a su etnia originaria.
Aunque hay confusión en este sentido y parece que no existe relación alguna,
tengamos en cuenta que los ávaros fueron uno de los pueblos “bárbaros” que
invadieron parte del Imperio romano, aunque se asentaron principalmente en
tierras de las actuales Hungría, Rumanía, Serbia, Croacia y Eslovenia. Como
vemos, Roth se apoya en dicha teoría. (N.
del T.)
[3] Entre las tropas iraníes que lucharon contra los sasánidas había, al parecer (según fuentes romanas), kurdos, un pueblo indoeuropeo, al igual que los propios iraníes. Tengamos en cuenta que el Imperio sasánida incluía el sudeste de Anatolia, donde se asienta actualmente una parte importante del pueblo kurdo. (N. del T.)
[4] Evidentemente, Roth se dejó engañar por las apariencias, ya que tras la desintegración de la Unión Soviética se pusieron en evidencia, clara y trágicamente, las rivalidades entre los distintos pueblos del Cáucaso. También resulta curiosamente reaccionaria (en el sentido de contrarrevolucionaria) la idea de rusificar a todos los pueblos de la región. (N. del T.)
[3] Entre las tropas iraníes que lucharon contra los sasánidas había, al parecer (según fuentes romanas), kurdos, un pueblo indoeuropeo, al igual que los propios iraníes. Tengamos en cuenta que el Imperio sasánida incluía el sudeste de Anatolia, donde se asienta actualmente una parte importante del pueblo kurdo. (N. del T.)
[4] Evidentemente, Roth se dejó engañar por las apariencias, ya que tras la desintegración de la Unión Soviética se pusieron en evidencia, clara y trágicamente, las rivalidades entre los distintos pueblos del Cáucaso. También resulta curiosamente reaccionaria (en el sentido de contrarrevolucionaria) la idea de rusificar a todos los pueblos de la región. (N. del T.)
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Amigo Gracias por compartir tu post.
ResponderEliminarMás tarde entraré a leer tu blog.
Abrazos fraternos de MA.
El blog de MA.
Gracias, MA,
ResponderEliminarEs increíble el mundo desconocido de las etnias, si nos vamos al continente africano nos encontraremos con cientos de etnias desconocidas, tu publicación nos hace entender mucho mejor el comportamiento de la raza humana dependiendo a la etnia que pertenezca. Muchas gracias por compartir tu conocimiento.
ResponderEliminarun abrazo
fus
El tema de las minorías étnicas y lingüísticas siempre me ha apasionado. Es una pena que en la traducción del texto que reproduzco se hayan transcrito mal muchos nombres de etnias del Cáucaso, pero no he querido enmendarle la plana al corrector, porque lo que importa, en definitiva, son las impresiones de Roth.
EliminarGracias por tu comentario, fus, y un abrazo.
Albert
Me encantó el blog. Lo publique en Face y en Literaria también en Face. desde la Patagonia Norte ARGENTINA. saludos :)
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