(Fuente: cliffhangertv.com)
El
concepto de tiempo siempre ha sido huidizo: ya Aristóteles lo identificaba de
algún modo con el número (o medida) del movimiento, y Agustín de Hipona, uno de
los padres de la Iglesia católica, escribe en sus Confesiones: “¿Quién podrá explicar con claridad y concisión lo que
es el tiempo? ¿Quién podrá comprender en su pensamiento para poder luego decir
sobre él una palabra? Y sin embargo, nada en nuestro lenguaje nos es tan
conocido y familiar como él; entendemos muy bien lo que decimos o lo que nos
dicen hablando del tiempo, pero, ¿qué es él en sí? Cuando nadie me lo pregunta,
lo sé; pero si me lo preguntan y quiero explicarlo no lo sé”.
Jan Vansina.
(© Catherine A. Reiland)
(© Catherine A. Reiland)
Desde
entonces mucho se ha dicho y escrito sobre el tiempo; sin embargo, no todas las
culturas dan el mismo tratamiento o identifican de igual modo este concepto. En
el texto que se reproduce a continuación lo podemos comprobar a través de la experiencia del etnólogo e
historiador belga Jan
Vansina
(Amberes, 1929), especializado en las tradiciones, sobre todo orales, de los
pueblos del África central y oriental. Doctorado en la Universidad Católica de
Lovaina en 1957, ha sido profesor de la Universidad de Wisconsin en Madison
(Estados Unidos) y ha publicado numerosos artículos, ensayos y libros en
francés e inglés que se han convertido en referencia para muchos estudiosos del
continente africano. Entre sus obras es obligado citar De la tradition orale: essai de méthode historique (1961, de
cuya versión castellana se ha extraído este texto), Oral Tradition as History (1985), Sur les sentiers du passé en forêt. Les cheminements de la tradition politique ancienne de l’Afrique
équatoriale (1991), Living
With Africa (1994), Le Rwanda ancien:
le royaume Nyiginya (2001) y How
Societies Are Born: Governance in West Central Africa Before 1600 (2004).
Debe tenerse en cuenta, por supuesto, que las sociedades africanas han
evolucionado de un modo sustancial desde principios de la década de 1960,
cuando Vansina escribió esto, y que después de la publicación de esta obra otros
etnólogos y antropólogos han dado a conocer sus propias experiencias: en más de
medio siglo, en África se han producido cambios muy significativos que han
afectado a las tradiciones de los pueblos indígenas.
Albert
Lázaro-Tinaut
(Fuente: Enkosi Africa)
La medida del tiempo
Por Jan Vansina
Los
pueblos sin escritura no conocen la división del tiempo basada en conceptos de
física matemática. El tiempo está dividido entre ellos según normas ecológicas
o estructurales [1]. El tiempo ecológico está dividido según los fenómenos
naturales que se manifiestan en ciertos momentos y regulan la actividad humana;
esta forma de tiempo es cíclica y sólo raramente excede la duración de una
estación o un año.
De esta
forma los kongo dividen el año en estaciones. Existen dos estaciones
principales: la de las lluvias y la seca. Cada una de éstas se subdivide en
relación a la cantidad de lluvia que cae en la estación de las lluvias y en
relación a la temperatura en la estación seca. Los nombres de las subdivisiones
derivan de la lluvia misma, de la floración de ciertas plantas, del
comportamiento de ciertos animales, etc. La división del día se efectúa según
la posición del sol, el canto del gallo y los trabajos que se realizan en una
hora determinada. Así se hablará de “primer canto del gallo”, de “el sol está
inclinado”, de los “extractores del vino de palma que descienden de los
árboles”, de “el tiempo en el que se habla”, etc. Existen algunos términos
específicos para indicar el día, la noche, la mañana y la tarde. La semana
consta de cuatro días, que tienen su origen en el nombre de las localidades
donde había mercado aquel día. El mes es lunar y se subdivide en cinco partes
según las fases de la luna. N0 existe interrelación entre la semana y el mes, y
el mes y las estaciones.
Mujeres kongo.
(© Charline Burton / OCHA)
Esta
división etiológica del tiempo es típica para la mayor parte de los pueblos de
África central y las técnicas utilizadas así como la ausencia de coordinación
entre los diversos sistemas parciales de cómputo del tiempo lo son también para
casi todos los demás pueblos de la Tierra.
Para
calcular el pasado más alejado de un año o de una estación se usa un calendario
estructural. Un elemento recurrente de la estructura social sirve de punto de
referencia en el tiempo. De ahí las costumbres de datar los acontecimientos en
relación a los años de reinado, a una periodicidad de mercados, a una clase de
tiempo, a la duración de la existencia del establecimiento de un pueblo en un
lugar determinado, etc.
Máscara congoleña de principios del siglo XX.
(Fuente: artenegro.com)
Todo el
pasado puede ser finalmente concebido estructuralmente. El tiempo es dividido
entonces siguiendo las escisiones de la humanidad en grupos sociales o
políticos después del primer ser humano; resulta de ello que el tiempo es
medido por y en relación a las conexiones estructurales existentes actualmente
entre diversos grupos. Estas conexiones son expresadas por una genealogía que
sirve por sí misma como medida del tiempo. Toda medida del tiempo depende,
pues, de un estado de sociedad actual, y el pasado sólo es el reflejo de las
condiciones políticas y sociales actuales.
Pero
sucede frecuentemente que el calendario estructural no remonta muy lejos en el
tiempo. La cronología de los acontecimientos históricos alejados es entonces
indicada por una suputación [cómputo o cálculo] del tiempo en épocas
históricas, y el calendario estructural no se aplica más que en la última
época. Así, para los kuba el pasado se compone de tres períodos:
uno de origen, otro de migraciones y un tercero, estético, durante el cual no
se han producido cambios fundamentales. El primer período no conoce divisiones
de tiempo, en el segundo las listas de nombres de lugares de migración sirven
de división del tiempo, y el tiempo del tercero sigue un calendario
estructural.
Ceremonia ritual kuba en la República Democrática del Congo.
(Fuente: blog Trip Down Memory Lane, 2014)
Entre
los alur, existen dos períodos separados uno de
otro por el paso del Nilo, cuando la migración de este pueblo. La época
pre-Nilo está sometida a un tiempo mítico y la pos-Nilo a un tiempo
estructural. En estos dos ejemplos el tiempo mítico precede al histórico, lo
cual no sucede así entre los lugbara ni entre los habitantes de las Trobriand, donde las dos épocas subsisten
colateralmente.
Los
cómputos ecológicos, estructurales o por épocas, son sistemas diferentes de
medir el tiempo que pueden coexistir y de hecho coexisten normalmente en un
mismo pueblo. Sólo el primero de estos sistemas tiene una base física, los
otros dos están enteramente condicionados por la estructura de la sociedad y
los valores culturales y es particularmente claro para el sistema de la
división del tiempo en épocas. Éstas representan siempre fases que los
mantenedores de la cultura ven en el desarrollo de la misma: el caos, la
organización de la sociedad, el establecimiento de la sociedad. Es evidente que
estas concepciones deforman las tradiciones. Allí donde un período mítico se
halla opuesto a un período histórico, la duración del primero está reducida a
un momento y toda cronología se hace imposible. De esta forma los acontecimientos
de la época mítica kuba –su estancia en el océano, sus guerras en Kwango contra los poom y los imbangala–, están
situadas una al lado de otra, y la tradición no otorga una sucesión a estos
acontecimientos.
En rio Kwango, en la República Democrática del Congo,
a cuyas orillas tuvieron lugar varios enfrentamientos tribales
durante la segunda mitad del siglo XIX.
(Fuente: Federation of the Free States of Africa)
El
tiempo estructural deforma igualmente muy a menudo la cronología. Cuando está
basado en una genealogía etiológica, que comprende el nacimiento de la
humanidad y su división en grupos sociales existentes, la duración del tiempo
no sólo se reduce a medida que se remonta más lejos de la actualidad en
relación al tiempo transcurrido sino que se encuentran también superposiciones.
Los antepasados que no han originado una escisión de grupos son omitidos,
puesto que no tienen ninguna importancia para explicar las conexiones actuales
entre los diferentes grupos.
Dietrich Westermann.
Se
puede, además, afirmar en general que el tiempo estructural divide el tiempo en
unidades cuya duración no es constante. La duración de un reinado o de
una generación en las genealogías son ejemplos sorprendentes de este hecho. Una
de las dificultades mayores en el estudio de las sociedades sin historia es la
ausencia de una división de tiempo ecológico para períodos muy largos. Resulta,
como dice Dietrich Westermann en el tratado sobre el valor
histórico de las tradiciones africanas [2], que hay muchas malas atribuciones,
mucho desorden y confusión.
[1] El tiempo estructural responde a las teorías sobre antropología estructuralista de Claude Lévi-Strauss; quien desee documentarse sobre este concepto puede leer el trabajo de Eckart Leiser: “La estructura del tiempo en historiografía”.
[2] Dietrich Westermann: Geschichte Afrikas. Staatenbildungen südlich der Sahara. Greven-Verlag, Colonia, 1952.
(Este texto se ha extraído del libro de
Jan Vansina: La tradición oral.
Traducción de Miguel María Llongueras. Editorial Labor, Barcelona, 1966.)
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