La ciudad rusa de Kaliningrado, hoy.
(Fuente: Exploratory Wanderings / alsolex.wordpress.com)
El óblast de Kaliningrado (Калининградская область, en
ruso) es un enclave –más correcto sería decir exclave, si esta palabra estuviera reconocida en castellano) de la
Federación Rusa, separado de ésta por Lituania y Bielorrusia y situado a orillas
del mar Báltico. Con una superficie de 15.125 km2, su población se
aproxima al millón de habitantes (más del 85 % de ellos rusos, en su mayoría
militares o familiares de éstos).
Este territorio, cuya capital es la ciudad de
Kaliningrado (la antigua Königsberg alemana, de unos 430.000 habitantes), ocupa
una parte de lo que fue la Prusia Oriental, colonizada por los alemanes durante
los siglos XI y XII, convertida en el siglo XVIII en Reino de Prusia y que
desde 1824 hasta 1871, unificada a la Prusia Occidental, fue una provincia más
del Imperio alemán, posteriormente de la República de Weimar y luego de la
Alemania nazi, hasta que en 1945 fue ocupada por el ejército soviético y su
parte septentrional incorporada en 1946 a la URSS con el nombre de
Kaliningrado. La parte meridional pasó a
formar parte de Polonia y el territorio de Memelland, al norte, quedó
incorporado a la República Socialista Soviética de Lituania con el nombre de Klaipėda
(actualmente es una provincia de la República independiente de Lituania).
La ciudad prusiana de Königsberg en una tarjeta postal
del primer tercio del siglo XX.
Könisberg tuvo durante más de dos siglos una destacada
importancia cultural. El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) nació y
murió en aquella ciudad y su tumba, destruida en un bombardeo durante la
segunda guerra mundial, fue reconstruida por el régimen soviético. En 1991
Alemania donó a la ciudad un monumento al filósofo, que ahora ocupa el lugar
del de Lenin, frente a la universidad.
Además de los eminentes intelectuales lituanos
originarios de Königsberg (Karaliaučius en lituano) que se citan en el texto
siguiente, diremos, como anécdota, que un músico nacido allí que emigró a El
Salvador, Henrique Drews (1847-1916), es el autor de los arreglos orquestales
del himno nacional de aquella república centroamericana.
Albert Lázaro-Tinaut
Situación del óblast ruso de Kaliningrado, en el sudeste del mar Báltico.
Königsberg -
Karaliaučius - Kaliningrado
Por Leonidas
Donskis
Para los lituanos, esta metrópolis prusiana simboliza
algo parecido a una segunda voz de su cultura, la protestante y occidental. Con
Karaliaučius y la Prusia Oriental se asocia el nacimiento de la filología
lituana, incluso todo el humanismo lituano moderno. Basta mencionar a Martynas Mažvydas, Danielius Kleinas, Jonas Bretkūnas, Abraomas
Kulvietis y Liudvikas Rėza, el
rector de la Universidad de Karaliaučius, sin el cual no nos habría llegado la
palabra del genio de la lituanidad literaria protestante, Kristijonas
Donelaitis.
El poeta lituano Kristijonas Donelaitis
(1714-1780).
Pero Königsberg no fue solamente la cuna de la cultura
lituana moderna. Fue, ante todo, uno de los centros de la intelectualidad
europea. Claro que, comparada con el París del siglo XVIII, Königsberg no
representaba más que una lejana provincia. Pero una de las paradojas de la
historia es que quienes en aquel entonces se sentían fascinados –en secreto–
por los protagonistas intelectuales de París y por las ideas de la Ilustración,
y atraídos por la difusión de esas ideas, tenían más mérito que aquellos famosos
parisinos.
La anexión de Königsberg a la Unión Soviética y la
destrucción cultural subsiguiente fue una tragedia a escala europea. Cierto es
que la segunda guerra mundial barrió de la superficie de la Tierra más de una
ciudad, baste recordar los destinos de Varsovia, Rotterdam o Dresden. Pero
estas últimas ciudades fueron recuperadas y reconstruidas por los mismos países
y pueblos que las habían construido. El destino de Königsberg podría
compararse, si acaso, y en parte, con el de Klaipėda. En el caso de
esta última, sin embargo, la comunidad internacional decidió que quedara
incorporada a Lituania, por lo que tampoco es posible analogía alguna.
Königsberg en ruinas tras los bombardeos soviéticos de 1945.
Por otra parte, Lituania no demolió Klaipėda –que
había quedado casi completamente destruida durante la guerra–, sino que la
recreó, por lo que a esta ciudad le han ido mucho, muchísimo mejor, que a
Königsberg. Klaipėda, maltrecha y privada de sus costumbres típicamente
alemanas, es hoy una ciudad fascinante, enérgica y dinámica. Königsberg, en
cambio, fue bárbaramente destruida, y de sus ruinas nació Kaliningrado.
Una calle característica del centro histórico (reconstrido) de Klaipėda.
Durante mucho tiempo se supo que Kaliningrado era una
ciudad fantasma. Antes ya me provocaba una sensación deprimente, y en mi cabeza
se asociaba a la famosa “zona” de la película Stálker de
Andréi Tarkovski. Guardo una imagen indeleble de un viaje que hice entre
Klaipėda y Olsztyn (la Allenstein alemana, hoy en Polonia) vía Kaliningrado: la de una cabra que pastaba plácidamente en un pequeño prado junto a los restos de un
carro de combate soviético.
En 1995, ir a Kaliningrado suponía despertar la
sensación de un regreso a la Unión Soviética. Pero en mí se produjo un profundo
sentimiento de protesta contra el hecho implacable de que uno de los máximos
pensadores de la Europa moderna, Kant, hubiera sido enterrado de una manera
atroz en aquella ciudad devastada, cuya arquitectura y simbología soviéticas
negaban radicalmente todo lo que él había escrito y pensado, todo por lo que
Kant había vivido.
Uno de los viejos tranvías checoslovacos que circulaban
por la Kaliningrado soviética.
Al mismo tiempo, no obstante, comprendí que, a su
manera, se trataba de una ciudad única. Han quedado en ella algunos rasgos de
su belleza anterior, aunque ocultos por horribles escombros y macizos monstruos
industriales. Una ciudad de esas características no se puede considerar sólo un
ejemplo de modernización bárbara y demencial, como objeto utópico de la
industria bélica y, al mismo tiempo, del espacio urbano soviético, algo
irreconciliable con cualquier otra concepción urbanística.
Leonidas Donskis nació en la ciudad lituana de Klaipėda el 13 de
agosto de 1962. Es filósofo, analista social y especialista en teoría política
e historia de las ideas. Se dio a conocer en su país como comentarista político
y defensor de los derechos humanos y las libertades civiles. Doctorado en filosofía
por la Universidad de Vilna y en filosofía social y moral por la de Helsinki
(Finlandia), trabajó como investigador en los Estados Unidos, el Reino Unido y
otros países europeos, por lo que fue calificado cariñosamente de “erudito
errante”. Entre 2005 y 2009 fue profesor de ciencias políticas y diplomacia en
la Universidad Vytautas Magnus de Kaunas. También ha impartido cursos de sus
especialidades en las universidades de Helsinki y Tallin (Estonia). Militante
del Partido del Movimiento Liberal de Lituania, en 2009 fue elegido diputado
del Parlamento Europeo, cargo en el que ha permanecido hasta 2014. Sus obras,
escritas en lituano e inglés, han sido traducidas a numerosas lenguas.
Este texto
pertenece al libro de L. Donskis 99
baltijos istorijos (Klaipėda, Druka, 2009), y ha sido traducido por Albert
Lázaro-Tinaut a partir de la versión italiana del mismo, a cargo de Pietro U.
Dini: 99 storie del Baltico (Novi
Ligure, Edizioni Joker, 2014).
Como siempre todo un placer leer tus entradas.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Impresionante y magnífico trabajo, gracias por enseñarnos y documentarnos de esta forma.-
ResponderEliminarSaludos.-