La Corona de San Esteban o Santa Corona de Hungría.
(© granada_turnier)
Por István Kapitánffy
Tradicionalmente,
y desde la Edad Media, se ha denominado Corona de San
Esteban a esa joya, conocida también como Santa Corona (Szent Korona), que se colocaba
solemnemente sobre la cabeza de los reyes de Hungría durante la ceremonia de
coronación. La última vez que se hizo ese uso de ella fue el 30 de diciembre de
1916, cuando Carlos de Habsburgo-Lorena, último emperador de Austria, fue
coronado como Carlos
IV, rey apostólico de Hungría y rey de Bohemia y Croacia.
Esteban I de Hungría, obra de la escultora
Mária Törley. En ella se observa que el rey
no luce la Santa Corona.
Mária Törley. En ella se observa que el rey
no luce la Santa Corona.
La
leyenda sobre el origen de esa corona que tuvo más éxito fue la que aseguraba
que el rey Esteban la recibió el año 1000 de manos del papa Silvestre II. Las investigaciones sobre historia del arte que se llevaron a cabo durante el siglo
XIX demostraron, sin embargo, que la parte inferior era una pieza bizantina que el emperador Miguel
VII regaló a Géza I,
rey de Hungría y Croacia (1074-1077). Se ha sabido también que esa corona graeca es la parte más antigua de
la corona de los reyes de Hungría y que, por consiguiente, nada tiene que ver
con la de Esteban I (I. István, en húngaro).
No se
han encontrado rastros, ni en las fuentes ni en la tradición histórica, de ese
regalo de la corte de Constantinopla: de hecho no es la única corona
bizantina hallada en Hungría, pues a finales del siglo XIX se descubrió en Nyitraivánka (la actual Ivanka pri Nitre, en
Eslovaquia, que entonces era parte integrante de la Hungría histórica) otra
corona con esmalte que representa la figura del emperador de Bizancio Constantino IX Monómaco.
La corona bizantina descubierta en Nyitraivánka, en la que están representados
el emperador Constantino IX, su esposa Zoe y su hermana Teodora.
La
corona y la tradición relacionada con ella son ejemplos de las dificultades con
las que tropiezan los historiadores para determinar qué lugar ocupaba la
Hungría medieval en el ámbito de las relaciones culturales y la situación
política de la Europa de la época. En la historiografía húngara, sobre todo la
del período de entreguerras, se impuso la opinión de que el fundador de la
monarquía medieval, Esteban I, había vinculado el país a la cristiandad latina
por una decisión política, y que lo había integrado en el “círculo cultural
occidental cristiano-germánico”. Esa concepción política, sin embargo, ya no
encajaba, incluso en aquella época, con la información histórica conocida. Aunque bien es cierto que el príncipe Géza y Esteban I propagaron en el
país la forma latina del cristianismo y que sometieron la Iglesia húngara a
Roma.
Representación romántica de Géza I
con la Santa Corona.
No
obstante, incluso antes del cisma de 1054,
ello no significaba que el Reino de Hungría se opusiera a Bizancio, el otro importante
centro cultural y político de la época. Cantidad de objetos artísticos medievales, algunas
peculiaridades de la organización eclesiástica, costumbres litúrgicas relacionadas con el bautismo, los nombres de algunos santos especialmente
venerados por la Iglesia ortodoxa e incluso algunos textos de la literatura
húngara antigua (escrita en latín) muestran claramente que Hungría se
encontraba geográfica e intelectualmente en el límite entre dos concepciones
de la cultura medieval: durante dos siglos mantuvo, cerca del río Sava y en la
región del Bajo Danubio, una frontera común con el Imperio bizantino. La
recepción de influencias, además, da fe de que los húngaros no se opusieron a
Bizancio, pese a que no faltaron escaramuzas militares, habituales en aquella
época, entre los dos Estados.
La
situación cambió a finales de la Edad Media. Cuando los ejércitos de las
Cruzadas tomaron Constantinopla (1453), el Imperio bizantino perdió
definitivamente su papel de gran potencia: su territorio quedó reducido a los
alrededores de la ciudad, y en la frontera meridional de Hungría empezaron a
desarrollarse los Estados búlgaro y serbio.
Téngase
en cuenta que la información de que disponemos, exceptuando algunas leyendas,
data de alrededor del año 1204, y que las fuentes bizantinas referentes al
pasado de Hungría resultan preciosas para completar nuestro conocimiento sobre
la historia antigua del país. Una de las ramas más productivas de la literatura
bizantina es, precisamente, la historiografía. Pero también en los sermones, la
poesía, las leyendas sobre los santos, las obras de arte militar y los estudios
jurídicos descubrimos una cantidad considerable de datos, desconocidos o
mal conocidos, sobre la historia de Hungría.
La conquista de Hungría por los magiares,
idealizada por el pintor Árpád Feszty (1856-1914).
Esos
documentos nos informan de que la realeza húngara, durante los dos primeros
siglos de su existencia, estuvo vinculada a Bizancio por estrechos lazos
económicos y políticos: las relaciones entre los dos Estados fueron casi
siempre amistosas y pacíficas, y se consolidaron en varias ocasiones mediante
enlaces matrimoniales entre ambas dinastías. Puesto que los intereses de uno y
otro Estado se solían satisfacer fácilmente, en la corte de Bizancio se tenía
la sensación que los húngaros estaban asimilados a la gran familia de los
pueblos cristianos que vivían bajo la protección paternal del emperador. En
realidad, solamente hubo un conflicto importante: una guerra que duró cerca de
veinte años a mediados del siglo XII. Estos datos desmienten categóricamente la
imagen que se ha ido formando sobre la orientación occidental unilateral de la
realeza húngara.
Constantino VII Porfirogéneta
bendecido por Cristo (fragmento).
(Museo Pushkin, Moscú).
Las fuentes bizantinas no interesan solo para
conocer mejor la historia de la conquista de Hungría por los ancestros de los
magiares. Las más importantes son quizá dos descripciones detalladas que se pueden
leer en la obra del emperador León VI el Sabio y en la de Constantino VII Porfirogéneta acerca de la organización
militar de los conquistadores, sus técnicas de combate, la formación del
federalismo tribal húngaro y el desarrollo de la ocupación progresiva del
territorio.
Reunir
de la forma más completa posible las fuentes bizantinas que se refieren a la
historia de Hungría y publicarlas en textos fieles es una vieja aspiración de
la historiografía húngara, y si esa tarea no se ha realizado hasta ahora es por
su complejidad y envergadura. La enorme riqueza de la literatura bizantina
constituye, por un lado, una de esas dificultades, y por otro, el hecho de que
los textos se publicaran esporádicamente. No es fácil dilucidar cuándo se habla
realmente de los húngaros debido al gusto arcaizante de muchos autores, que
tendían a denominar a los pueblos con nombres antiguos. Hay que añadir otro inconveniente,
y es que muchos textos están incompletos, por lo que su edición no siempre es
fiable.
Gyula Moravcsik.
La reciente
edición de una notable selección de fuentes*, obra del académico Gyula
Moravcsik, el representante más eminente de la bizantinología húngara,
fallecido en 1972, es pues una contribución fundamental para la investigación
histórica, especialmente en el ámbito de la Europa oriental.
* Az
Árpád-kori magyar tórtënet bizánci forrásai / Fontes Byzantini historiae
Hungaricae aevo docum et regum ex stirpe Árpád descendentium.
Textos recogidos y traducidos por Gyula Moravcsik, con introducción y notas. En
griego y en húngaro. Budapest, Akadémiai kiadó, 1981.
El autor
István Kapitánffy (Budapest, 1932-1997) fue un destacado filólogo e historiador
que investigó sobre Grecia y Bizancio y tradujo al húngaro bibliografía
relacionada con sus temas de estudio. Publicó, entre otras obras, una historia
de la literatura bizantina y neogriega (A
bizánci és az újgörög irodalom története, 1989). Póstumamente, en 2007, sus
estudios sobre las relaciones húngaro-bizantinas fueron recopilados en un
volumen titulado Hungarobyzantina.
Este
texto, publicado en francés en la revista Le
Livre Hongrois, Budapest, vol. XXIV, 1-2 1982, ha sido traducido y
ligeramente adaptado por Albert Lázaro-Tinaut.
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