martes, 24 de julio de 2012

Los inicios de la fotografía en el Japón

Estampa del artista Issen Yoshikazu, fechada en 1861, que 
representa a un francés realizando un daguerrotipo en el Japón.
(© Colección Christian Polak, Tokio)

El Japón fue uno de los últimos grandes países modernos a los que llegó la fotografía. En efecto, el daguerrotipo, que se había difundido rápidamente desde que fuera presentado en París en 1839, no se introduciría en aquel país asiático hasta quince años más tarde, pero en realidad el inicio de la fotografía japonesa debe situarse en 1859, con la primera y tímida apertura del país al resto del mundo al final del shogunato [1]. De hecho, fueron algunos fotógrafos extranjeros que llegaron a las ciudades costeras japonesas quienes divulgaron en el país el arte de la luz. 

Cuando en 1859 puertos japoneses como los de Nagasaki y Yokohama obtuvieron el régimen de “extraterritorialidad” y se establecieron en ellos algunos comerciantes europeos, creció entre la población la curiosidad por esas “estampas” que reproducían tan fielmente la realidad. En verdad fue el artista Yoshikazu Utagawa [2], célebre pintor de estampas tradicionales, quien descubrió a los portadores de aquellos enormes artefactos de los que salían, casi mágicamente, los daguerrotipos, y los representó en algunas de sus obras.

Samurái retratado por Ueno Hikoma (1866).
(© Colección Hubert Bidault) 

Uno de los primeros japoneses que se hicieron con una de esas cámaras fue Ukai Gyokusen (1807-1888). A este pionero seguirían otros fotógrafos destacados, como Shimooka Renjô (1823-1914), Hori Yohei (1826-1880), Shima Kakoku (1827-1870) y Ueno Hikoma (1838-1904), el primer fotógrafo profesional del Japón, quien abrió un estudio fotográfico en Nagasaki en 1862. Casi todos esos precursores de la fotografía japonesa eran artistas, y no sólo inmortalizaron con sus cámaras a destacados personajes de su época, sino que encontraron también un nuevo soporte para las tradicionales imágenes eróticas que circulaban desde antiguo entre los japoneses. 

El gran divulgador de la fotografía en el Japón, sin embargo, fue el británico de origen italiano Felice Beato (1833-1907), quien se estableció en Yokohama en 1863 y creó un auténtico “mercado” de la fotografía, empleando a muchos artistas del país para que colorearan sus imágenes mediante las técnicas tradicionales. A su alrededor se formó una pléyade de fotógrafos locales. De su estudio salieron las famosísimas vistas turísticas coloreadas de Yokohama que los extranjeros se llevaban a decenas como souvenirs de la ciudad, realizadas entre 1875 y 1905 y conocidas como Yokohama shashin, a las que no fue ajeno otro italiano establecido también en Yokohama, Adolfo Farsari (1841-1898).

Ejemplo característico de las Yokohama shashin:
el monte Fuji desde Kashiwaraba.

Cuando se inició la Restauración Meiji, a finales de 1868, y el emperador trasladó la corte japonesa de Kioto a Tokio, se estableció allí otro importante estudio fotográfico, el de Yanagiwara, y se empezaron a divulgar vistas turísticas coloreadas de aquella ciudad, con mayor calidad que las de Yokohama.

Ahora vamos a centrarnos en una de las figuras más representativas de la fotografía japonesa en sus primeros años, Uchida Kuichi, que se convertiría en el primer fotógrafo oficial del Imperio japonés.

Albert Lázaro-Tinaut 


La gran campana del Daibutsu de Tokio, por Uchida Kuichi (1870). 


Uchida Kuichi, fotógrafo oficial del emperador 

Por Claude Estèbe 

Uchida Kuichi (1846-1875) recibió en Nagasaki, su ciudad natal, una sólida formación, pareja a la de Ueno, de quien fue amigo y rival a la vez. En 1865 Uchida abrió su primer estudio en Kobe, luego otro en Osaka y, tras la caída del shogunato, se refugió en Yokohama, donde en enero de 1868 montó un nuevo estudio. Finalmente, en 1869 se estableció en Tokio.

Uchida fue un fotógrafo excelente, y su estudio era frecuentado por actores de kabuki y geishas, lo que contribuyó a que pronto se pusiera de moda. Con su pelo corto, ropas blancas y canotier, retrataba a jóvenes dandis con paraguas de importación. Cuando Aimé Humbert [3] publicó Le Japon illustré (1866), encargó a Beato la mayoría de los grabados; en cambio, cuando el misionero estadounidense William Elliot Griffis [4] publicó The Mikado’s Empire (1876), eligió a Uchida para que ilustrara la obra, y lo presentó en el prólogo de ésta como un “native photographer of rare hability, skill, and enthusiasm”.

La imagen de la embarcación de recreo en el río Sumida que se reproduce a continuación (conjunción de retrato y escena de género) es un ejemplo característico de su estilo. Se trata de una prueba en papel albuminado de grandes dimensiones, a la que se añadió únicamente un toque de color: el kimono de una de las geishas sentadas en lo alto de la embarcación presenta una ligera coloración malva. Esta escena fue tomada cerca de la casa de té Yumeiro, cuyos residentes son los personajes que aparecen en ella.

Yagatabune en el río Sumida, de Uchida Kuichi (1872). 
(Colección particular. Fuente: Études photographiques, 19, 12.2006)

Así pues, a partir de la década de 1870 los mejores fotógrafos japoneses empezaron a ofrecer muestras de paisajes de una calidad equivalente a la de sus homólogos occidentales. Los precios no eran bajos, como constata con pesar un ingeniero estadounidense en 1874: “Uchida tiene una oferta considerable, de 500 vistas de paisajes, pero a 50 centavos cada una; resultan un poco caras para ser quien es…”.

Una de las primeras imágenes fotográficas del nuevo
emperador Meiji, obra de Uchida Kuichi (1873)
.
(© Henry and Nancy Rosin Collection)

A principios de la era Meiji, los jóvenes samuráis fotografiados en 1866 por Ueno en Nagasaki ya se han hecho con el poder. En 1872, cuando convencen al joven emperador Meiji de que se haga fotografiar, confían esos retratos tan importantes para la imagen del poder a Uchida, el dandi de Tokio, dándole así una impagable prueba de confianza en el ámbito de la fotografía nacional.

Los fotógrafos japoneses, pese a su limitación de medios en la mayoría de los casos, muestran un extraordinario dinamismo que se divulga entre los distintos estratos de la sociedad. A principios de la década de 1870 la fotografía ya está presente incluso en los centros rurales más remotos gracias a la actividad de fotógrafos ambulantes que utilizan la ambrotipia, procedimiento que allí tuvo mucho éxito, al igual que el daguerrotipo o el ferrotipo en los Estados Unidos. Los japoneses adoptaron muy rápidamente esa sencilla técnica adaptándola a su cultura. Los ambrotipos japoneses, a causa de su cajoncito no sellado, no se pueden mostrar fácilmente ni se pueden colgar de las paredes; se trata, pues, un tipo de fotografía con unas características muy particulares. [5] Alrededor de 1890, cuando el precio del papel había bajado y empezaban a circular ampliamente tarjetas de visita ilustradas de políticos, actores y geishas, el ambrotipo y su frágil imagen única sobre cristal continuban siendo muy populares en el Japón.

Imagen y tapa de un típico ambrotipo japonés.
(Fuente: MyDags.com)

Los estudios fotográficos son algunos de los primeros edificios de estilo occidental hechos construir por particulares y no por instituciones. Para hacer un retrato se necesita una silla, mobiliario decorativo y vidrieras a través de las que entre suficiente luz, lo cual requiere un edificio concebido especialmente para tal uso. Los estudios suponen para la clientela mucho más que un simple retrato: un edificio de ladrillo o de piedra concebido según los cánones occidentales, con amplios ventanales luminosos, representa para los clientes la “modernidad” y les proporciona una auténtica experiencia cinestésica. En Europa, los códigos del retrato fotográfico continúan basándose en una larga tradición pictórica, y los estudios están decorados con elementos de mobiliario burgués que resultan familiares. En el Japón, cuando alguien iba al estudio para hacerse un retrato veía su futuro: se sentaba en una silla incómoda, en un salón que se anticipaba muchas décadas a los cambios de hábitat.

Los diferentes poderes se implicaron de lleno en ese proceso de modernización, pero durante el período turbulento de transición política, entre 1866 y 1872, fueron las iniciativas individuales las que se comprometieron realmente en el desarrollo de la fotografía montando los primeros estudios en el seno de una sociedad de cultura visual muy desarrollada y receptiva a los cambios. La fotografía se puso de moda, pero resultaba muy cara para el nivel de vida de la población, y jamás hubiera progresado tan rápidamente sin el entusiasmo por la modernidad que contribuyó a crear.

(Traducción del francés: Albert Lázaro-Tinaut) 


[1] El shogunato, o bakufu (幕府) fue una larga sucesión períodos de gobierno militar que se estableció por primera vez en el Japón en el siglo XII y que, de hecho, duró hasta la Restauración Meiji, en 1868, que supuso la modernización del país. Puede encontrarse información más amplia y precisa aquí

[2] Téngase en cuenta que en la onomástica japonesa el apellido precede al nombre. 
[3] Político, pegagogo y viajero suizo (1819-1900) que viajó al Japón en 1864 como ministro plenipotenciario de su país para firmar un tratado de amistad y comercio con el shogunato. El relato de su viaje, Le Japon illustré, se publicó a partir de 1866 en la célebre revista de la época Le Tour du monde
[4] Orientalista y religioso de la Iglesia congregacional estadounidense (1843-1928). En 1870 fue invitado al Japón por uno de los políticos más prestigiosos de la era Meiji, Matsudaira Keiei, con el encargo de organizar escuelas modernas para la educación de la élite del país. Su obra The Mikado’s Empire fue publicada en Nueva York por Harper & Brothers en 1876.
[5] Efectivamente, en los ambrotipos japoneses la placa de cristal donde está reproducida la imagen se introduce en una especie de cajón y queda sostenida por un pequeño marco de madera colocado sin fijación sobre dicha placa. Si el ambrotipo se quiere levantar o se hace girar, la placa puede desprenderse fácilmente. 


Claude Estèbe es un fotógrafo francés nacido en Malo-les-Bains (Dunkerque) en 1959. Ingeniero de profesión, empezó a dedicarse a la fotografía como ilustrador de revistas de moda. Tras descubrir el Japón en 1991, realizó estudios de lengua y civilización japonesas en el Inalco de París y pasó largas temporadas en Kioto, donde se interesó por los orígenes de la fotografía en aquel país y realizó él mismo varios reportajes fotográficos publicados luego en libros. Actualmente reside en Tokio, donde investiga sobre la cultura visual contemporánea en el Japón. Véase su sitio web kyorokyoro.


El texto de Claude Estèbe es un fragmento de su artículo “Les premiers ateliers de photographie japonais 1859-1872”, publicado en el núm. 19 (diciembre de 2006) de Études photographiques, pp. 4-27. 

Haced clic sobre las imágenes para ampliarlas.


10 comentarios:

  1. Cuando vamos a la historia y descubrimos esta que tù hoy nos presenta, es cuando recuperamos el principio de algo tan cotidiano como es una foto, hoy, està tan normalizada en nuestras vidas, que descubrir el camino que tuvo que andar en sus principios nos parece algo inimaginable. Como siempre leerte es llevarnos nuevos conocimientos.
    Enhorabuena.

    un abrazo

    fus

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    1. fus, es curioso que la fotografía fuera introducida tan tarde en el Japón y modernamente en aquel país hayan proliferado tanto las fábricas de buenas cámaras fotográficas; además, la imagen del turista japonés fotografiándolo todo se ha convertido en un tópico. Gracias, como siempre, por haber dejado tu comentario.

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  2. Gracias por este recorrido a través de la historia.
    Las imágenes me han gustado muchísimo. Resalto especialmente la de "Samurái retratado por Ueno Hikoma (1866)."

    Un abrazo.
    Mercedes.

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    1. Me alegro de que te haya gustado, Mercedes. Ya sé que te interesa mucho la fotografía, y sí, esta es una curiosidad dentro de su historia y su difusión.
      Un abrazo también para ti.

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  3. Amigo Albert, es muy interesante constatar que en las raíces de las primeras fotografías niponas, y a pesar de la enorme influencia occidental, hay un sustrato muy tradicional. Resulta evidente que la estética parte claramente del Wabi Sabi, y por tanto de la Tri-Laksana budista (en su particular interpretación nipona) y por tanto de la corriente Mahāyāna. Un artículo delicioso.

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    1. Agradezco mucho tu comentario, amigo Cesc, y me satisface que hayas descubierto en las imágenes reproducidas esa tradición, a la que me refiero genéricamente aunque sin tanto conocimiento de causa como tú.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Interesantísimo y preciosas imágenes. Es un placer que lo compartas. Muchas gracias.
    Un saludo.

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    1. Gracias nury por el comentario, y también por la fidelidad con que sigues este blog. Me alegra que te haya gustado lo que cuento sobre los primeros fotógrafos japoneses.

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  5. Para sacar el mejor provecho de la imagen, es importante saber ubicar la luz. Creo que es así, por lo menos en fotografía, que no es un tema (como tantos) que maneje, pero, según he escuchado (como ya dije), es básico saber ubicar la luz.

    Muy interesante su artículo señor Albert.

    Andri
    Gracias por compartirlo.

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    1. Andri: en efecto, la luz es fundamental en la fotografía, ya que sin luz ésta sería, sencillamente, imposible. Por eso se la denomina "el arte de la luz". Y la luz se puede manejar de muchas maneras para conseguir distintos efectos. En sus orígenes, sin embargo, sólo era necesaria una buena fuente de luz que iluminara el objeto que se quería fotografiar.
      Gracias por el comentario.

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