miércoles, 22 de julio de 2015

Matoub Lounès, el cantautor berebere que pagó con su vida la lucha por el reconocimiento del pueblo amazigh


Matoub Lounès (nombre que adoptó Lwennas Maub, su nombre en la variante tamazigh cabileña) nació en Thawrirt Moussa, provincia de Tizi Ouzou (en la región histórica de la Cabilia, al norte de Argelia) el 24 de enero de 1956 –en plena guerra de Liberación–, y fue asesinado en la aldea de Thala Bounane, muy próxima a su localidad natal, el 25 de junio de 1998. Aunque su muerte fue atribuida a los radicales del Grupo Islámico Armado (GIA), persisten las dudas, pues su familia culpa de ella al aparato represivo del Estado argelino.

Poeta, músico y cantautor, además de militante por los derechos históricos y lingüísticos del pueblo amazigh (bereber), no ocultó nunca su militancia ni sus ideas antiislamistas (se declaraba ateo y se opuso a la oficialización de un Estado religioso), y no cejó en su lucha contra el colonialismo cultural, por lo que fue objeto de reiterados actos de represión por parte de las autoridades argelinas: en 1988 la policía atentó gravemente contra su vida con cinco balazos, por lo que estuvo hospitalizado durante dos años y fue intervenido quirúrgicamente diecisiete veces: fue el primer “aviso” serio que recibió. El segundo fue un secuestro, en 1994, por parte del GIA, que lo sometió a tortura y lo condenó a muerte en un “juicio popular” islamista.

En 1975, al principio de su carrera musical.

Muchas de sus canciones, muy populares en Argelia y entre los imazighen, son amorosas. La mayor parte de ellas, sin embargo, aluden a la democracia, la paz, la laicidad, los derechos humanos y los del pueblo amazigh, y denuncian a las claras los abusos del poder establecido en su país. Los poemas que componía y después musicaba eran directos, sin metáforas ni matices, y se pueden inscribir perfectamente en lo que se conoce como “canción de protesta”, pues en ellos predomina la denuncia social y política. Su osadía, añadida al desprecio que el poder absoluto del Estado argelino sentía por los imazighen y su cultura, acabaría costándole la vida.

Pese a todo, dejó una obra considerable. Su discografía comprende veintiocho álbumes (los últimos, editados póstumamente), y su voz no ha dejado de sonar en toda Tamazgha, como queda patente en el texto que se reproduce a continuación. En 1994 se le concedió en París el Prix de la Mémoire de la Fundación Danielle Mitterrand y fue homenajeado por el director de la UNESCO. Al año siguiente publicó un libro de memorias, Rebelle.*

Matoub Lounès al recibir de manos de Danielle Mitterrand 
el Prix de la Mémoire (diciembre de 1994).

Quienes deseen entrar más a fondo en la cultura amazigh pueden pinchar en este enlace. Para acceder a una pormenorizada biografía de Matoub Lounès (en francés), con toda su discografía, pinchar aquí. Muchas de sus canciones (algunas con subtítulos en francés) se encuentran en Youtube.

Albert Lázaro-Tinaut

* Lounès Matoub: Rebelle. Éditions Stock, París, 1995. 306 pp. 


El alfabeto de la lengua tamazight (denominado tifinaɣ
superpuesto a la bandera de Tamazgha.
(© Afus Deg Wfus, 1993)


Matoub Lounès fue profeta en su tierra

Por A. Igoudjil

Hace ya diecisiete largos años que el inmenso Matoub Lounès se cruzó con sus asesinos en una carretera de las montañas de la Cabilia.

Era un día caluroso de verano, el jueves 25 de junio de 1998. Matoub Lounès regresaba de poner su voz, en Francia, para uno de sus álbumes más iconoclastas. El artista iba feliz a reencontrarse con los suyos, con su Cabilia, con su esposa Nadia. Fue el momento que quienes tenían órdenes de acabar con su vida eligieron para tenderle una emboscada mortífera.

El automóvil en el que viajaba Matoub Lounès acribillado 
por sus ejecutores: recibió 78 impactos de bala.
(Fuente: Imaziren 4 Everwww.tizigirl78.skyrock.com)

En mitad de aquel día fatídico, Matoub Lounès se encontró solo, cara a cara frente a un comando, en Thala Bounane [1]. Sus intentos de resistencia fueron inútiles, los asesinos no le dieron ninguna oportunidad. Numerosas zonas oscuras rodean aquel cobarde asesinato. Su familia no ha dejado de llamar a todas las puertas para pedir una investigación seria. No se hizo nada. Incluso Abdelaziz Buteflika [2], a quien pidió personalmente ayuda la madre del artista en Tizi Ouzou, olvidó pronto su promesa de encontrar a los asesinos. Una pesada losa cubre el affaire Matoub Lounès.

Primera página del diario amazigh argelino 
Le Matin con la noticia de su asesinato.

¿Ignoraban sus verdugos, al asesinar a ese cantante sin igual, que apagaban con él una de las voces más inspiradas de su generación? Lounès tenía un don único para hacer juegos de palabras con la lengua de la Cabilia. Su chaabi [3] lo convirtió en una de las grandes esperanzas para la supervivencia de este canto popular argelino. Él murió, pero su arte es imperecedero.

Con el paso de los años su popularidad no ha hecho más que incrementarse: continúa siendo el artista más popular en Argelia. Matoub Lounès fascina incluso a los más jóvenes, a quienes nacieron después de su desaparición. Al cabo de diecisiete años de aquel jueves negro, de aquel 25 de junio de 1998, los homenajes a Matoub Lounès se suceden, se multiplican, se diversifican. En Francia, muchas calles y plazas llevan su nombre, se han erigido decenas de estelas con su efigie en toda la Cabilia. Sus canciones suenan por doquier: en los autobuses, en los cafés, en los bares, en las casas de los jóvenes. Su sombra planea sobre toda la región.

Cubierta de su primer álbum, 
Ay izem (‘El león’, 1978).

Esta popularidad irrita, sin duda, a sus enemigos y a sus asesinos. Las fotos y los poemas de ese rebelde, como gustan adjetivarlo, y como prefieren referirse a él también sus fans, sus admiradores, se multiplican en las redes sociales. El éxito de Matoub es eterno. Su popularidad se ha convertido en un auténtico fenómeno de masas. Y si lo idolatran de ese modo es, sin duda alguna, por su lucha y su valentía. Jamás ha perdurado tanto en el tiempo la popularidad de un artista argelino.

Matoub Lounès se ha convertido en un referente, y también en un refugio, para todos los bereberes del norte de África. Es el héroe amazigh por excelencia desde Libia hasta Marruecos, desde Túnez hasta las islas Canarias. Su recorrido artístico, lleno de dificultades, en el que tuvo que sortear muchas asechanzas, es conocido por todos los imazighen y los militantes que luchan por el triunfo de la justicia y los derechos humanos.

Thawrirt Moussa, la localidad natal de Matoub Lounès, 
en las montañas de la Cabilia.
(Fuente: Association Culturelle Taourirt Moussa)

“Matoub Lounès fue y es una personalidad fuera de lo común. Además de su coraje y de su lucha por el reconocimiento de la lengua y la identidad del pueblo amazigh, demostró un gran talento para combinar apasionadamente palabras y notas musicales. Solo hace falta escuchar sus álbumes, en cada uno de los cuales cambia de estilo, algo que se da muy pocas veces en el mundo de la música”, ha dicho de él Omar Mohelbi, un periodista cabileño que le conoció muy bien.

La tumba de Matoub Lounès junto a su casa-museo, en Thawrirt Moussa.
(Fuente: Blog de fennecs-dz, www.fennecs-dz.skyrock.com)

La casa de Matoub Lounès se ha convertido en lugar de peregrinación de demócratas y amantes de la música. Los adeptos al cantante llegan de todas partes. Decenas de personas acuden diariamente a Thawrirt Moussa, en Ath Douala, para recogerse ante la tumba del artista y visitar su residencia, convertida en museo. La fundación que lleva su nombre organiza todos los años actividades artísticas y conmemorativas para recordar la fecha de su asesinato. Matoub Lounès es amado por los suyos. ¡Matoub Lounès es profeta en su tierra!

Traducción del francés: Albert Lázaro-Tinaut


Placa de la calle dedicada a Matoub Lounès 
en el distrito 19 de París. 
(Fuente: CoursPlus.net)

[1] Aldea situada cinco kilómetros al norte de Thawrirt Moussa, localidad natal de Matoub Lounès.
[2] Presidente de la República Argelina desde 1999.
[3] Melodía popular argelina, derivada de la música andalusí, que se propagó en Argelia desde principios del siglo XX. La palabra árabe chaabi o shaabi (شعبي) significa “popular”.


(Este texto se publicó originalmente en el periódico 
Le Matin Algérie el 24 de junio de 2015.)

martes, 14 de julio de 2015

Eça de Queirós, testigo de la inauguración del canal de Suez en 1869

Desfile inaugural de barcos que recorrió el canal de Suez 
en noviembre de 1869, según un grabado de la época.

El escritor portugués José María Eça de Queirós (Póvoa de Varzim, 1845 - París, 1900) viajó a Egipto y Palestina entre finales de 1869 y comienzos de 1870, y estuvo presente en los festejos que se celebraron en Port Said, Ismailía y Suez con motivo de la inauguración del canal de Suez el 17 de noviembre de 1869, presidida por la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III de Francia, e Ismail Pachá, virrey de Egipto. Sobre aquellos faustos, Eça de Queirós escribió unas coloridas crónicas que aparecieron en el Diário de Notícias de Lisboa entre el 18 y el 21 de enero de 1870 y se recogieron luego en su libro póstumo O Egipto (1926). Egipto era entonces un virreinato autónomo sometido al Imperio otomano.

José María Eça de Queirós.

Al igual que otros viajeros y escritores europeos de la época (coincidió con Théophile Gauthier en el hotel Shepheard de El Cairo, donde se alojó durante una semana), Eça de Queirós, pese a ser un escritor realista, quedó admirado por el “color local” –característico de la literatura romántica– de aquel mundo tan exótico, tan ajeno a la Europa de entonces y a la vez tan próximo, y por el cosmopolitismo de Alejandría y, sobre todo, de El Cairo, pero también describió las duras condiciones de vida de gran parte de la población. Dejó constancia de sus impresiones en algunos textos recopilados, también póstumamente, en el libro titulado Cartas de Inglaterra (1905).

El fragmento que se reproduce a continuación está extraído del libro Estampas egipcias [1]
A. L.-T.



Fastos con motivo de la inauguración del canal de Suez 
según un grabado publicado en The Illustated London News 
el 11 de diciembre de 1869.


Entre el Mediterráneo y el mar Rojo

Los lagos Amargos son lo que queda del antiguo golfo de Heliópolis, aguas del mar Rojo que llagaban hasta aquí.

Fue en este lugar por donde cruzaron los judíos, guiados por Moisés; fue aquí donde quedaron sepultadas las legiones de los faraones, quince mil hombres y mil doscientos carros. Del lado de Egipto la luna blanqueaba una vasta llanura: era Gosén, la tierra de los patriarcas. Los faraones habían dado aquel lugar a los judíos, lugar entonces lleno de cultivos y campos, hoy cubierto de arenas. Fue de allí de donde partieron a hacer sus peticiones a Canaán. Desde allí fueron hacia el sur, a los desiertos de Arabia y el Sinaí, para evitar el encuentro con los ejércitos egipcios.

Situación de Gosén, entre el delta del Nilo y el istmo de Suez,
y supuesta ruta 
del éxodo de los israelitas de Egipto hasta Canaán. 
(Fuente: Mapas de la Biblia online, www.encinardemamre.com)

Moisés conocía bien estos lugares. Había pasado su juventud en el istmo. Además, aquel lugar había sido paso tradicional de quienes venían de Siria por Caldea y por Isumeia [2]. Abraham, José, Jacob habían pasado por allí en sus viajes por Egipto. Fue por allí también, un poco más al norte, a poca distancia del lago Timsah, que muchos siglos después el descendiente de tantos patriarcas y profetas, Jesús, pasó en el regazo de su madre mientras huían al valle del Nilo. Los árabes muestran aún hoy el lugar. Mientras mirábamos aquellos lugares bíblicos los fuegos artificiales seguían estallando en el aire [3].

Al día siguiente por la mañana nos íbamos acercando a Suez. Salimos despacio, pues la marea del mar Rojo venía ya en nuestra contra. Este asunto de las mareas y de la desigualdad de nivel entre el mar Rojo y el Mediterráneo fue el origen de una de las grandes oposiciones a las que tuvo que hacer frente la construcción del canal.

                       El delta del Nilo y el istmo de Suez en un mapa de 1798.

Se decía que, según los primeros sondeos hechos bajo la dirección de Lepère en 1799 [4], el mar Rojo era nueve metros más alto que el Mediterráneo; se decía también que la obra era impracticable, por causa de las arenas movedizas y de los vientos del desierto; se decía, en fin, que la navegación del mar Rojo no podía, por su dificultad, por su peligrosidad, constituirse nunca en un verdadero camino marítimo. Una comisión internacional fue al istmo a esclarecer estas dudas. Se trataba de una legión de sabios, de arqueólogos, de ingenieros, de geólogos.

Said Pachá les dio la bienvenida con recepciones reales. Atravesaron el istmo, para sus estudios, de Suez a Peluse. Sondearon todas las ensenadas, todos los lagos, estudiaron todos los terrenos. Acamparon grandiosamente, y los seguía una caravana de ciento setenta camellos. Los árabes llegaron de todos los puntos para ver pasar aquel extraño cortejo. La comisión disipó todas las objeciones.

Una caravana de camellos en el istmo de Suez 
antes de la construcción del canal.

El nivel de los dos mares fue declarado el mismo, por nuevos y más perfectos sondeos; se reconoció que las arenas no eran un obstáculo; si las arenas traídas por el viento iban a ser capaces de sepultar el futuro canal, ¿por qué no habían hecho lo mismo con las antiguas ruinas o por qué no habían, al menos, borrado los vestigios de las caravanas de la última peregrinación a La Meca? Por último, el mar Rojo fue, contra los impugnadores del canal, declarado apto como vía marítima. ¿Qué tiene de malo el mar Rojo? Algunas rocas. ¿No las tiene el Adriático? ¿No las tiene el canal de La Mancha? ¿No las tiene el Archipiélago? El mar Rojo tiene vientos regulares; crecidas conocidas; la admirable claridad de sus noches. ¿Impide eso la navegación? Si el mar Rojo fue de fácil navegación para las flotas de Salomón; si venecianos y portugueses consiguieron en él derrotar a los turcos, ¿qué dificultad habría hoy, con los medios científicos de navegación y con el vapor? Todas las objeciones cayeron por su propio peso.

El canal de Suez y el monte Djebel Attaka (a la izquierda) 
según un grabado de 1869.

En las orillas del canal comenzamos a ver muchos campamentos de obreros: venían casi hasta el agua a aplaudir a los navíos que pasaban, saludando con pañuelos y velos entre grandes hurras. Desde los barcos les respondían. Había un sol fuerte: el desierto lucía hasta el horizonte. Veíamos a nuestra izquierda el camino de las caravanas que van a La Meca, a Medina, a Bagdad, y a Damasco, en la alta Siria. Arabia y Asia quedaban al otro lado de aquel desierto. Del lado de Egipto, al fondo del arenal cubierto de salinas, estaba la oscura y triste ciudad de Suez. Más allá se alza el monte Djebel Attaka, llamado de la Liberación porque cuando las caravanas que vienen del desierto lo avistan se sienten ya fuera de peligro. Al fondo, atenuada por la pulverización de la luz en el horizonte, se entrevé la cordillera del Sinaí. A mediodía entrábamos en Suez entre salvas.

Un aspecto de la ciudad de Suez tal como se muestra 
en un grabado de mediados del siglo XIX.

Suez es una ciudad oscura, miserable, decrépita; es el comienzo de nuevas regiones; ya casi es Asia e India. Tiene un aspecto mortuorio; el cólera y la peste la visitan con frecuencia, y no casualmente. En algunos barrios arruinados, casi deshabitados, sus construcciones desmoronadas conservan sin embargo un notable carácter de la vieja y pura arquitectura árabe. Por lo demás, la civilización europea comienza a hacerse presente en Suez, por medio de cafés cantantes y mujeres fáciles de Marsella.

El mercado del trigo de Suez 
en 1862.

Suez tuvo, hasta hace poco tiempo, una vida incompleta por falta de agua. En Suez el agua se conservaba en cajas de hierro traídas de El Cairo. El agua de la fuente de Moisés, que está a tres leguas, solo es potable para los camellos. En temporada de lluvias había, además de la de El Cairo, algo de agua potable a seis leguas de distancia. En tiempo de calma la sed era una enfermedad: había mercados de agua en los que los precios eran increíbles, horribles. Los ricos bebían un agua medio salubre. Los pobres bebían el agua de los camellos o morían de sed. En Suez no había entonces (ni hay hoy en día) ni un árbol, ni una flor, ni una hierba. Había gente que, habiendo vivido allí siempre, ni se imaginaba cómo era la vegetación. Se contaba de árabes de Suez que, habiendo ido a El Cairo por primera vez, huyeron de los árboles como de monstruos desconocidos. 

Ferdinand de Lesseps (1805-1894), 
el ingeniero francés artífice de 
la construcción del canal de Suez.

Esto hace la raza dura, áspera, hostil. El canal de agua dulce cambió este estado de cosas. El agua es gratuita y abundante. El día en que el agua llegó a Suez fue un vértigo. Los pobres árabes no se lo podían creer: se zambullían en ella, bebían hasta encontrarse mal, tumbados a orillas del canal, gritaban como locos. Algunos estaban aterrorizados y pasmados ante la pérdida de tanta riqueza. La población gritaba llena de amor en torno a Lesseps, postrándose y besándole las manos. Y desde entonces la ciudad intenta renacer y revivir.

Traducción del portugués de Martín López-Vega


Sello postal emitido por la Compagnie universelle du canal 
maritime de Suez en la segunda mitad del siglo XIX.


[1] José María Eça de Queirós: Estampas egipcias. Traducción del portugués y prólogo de Martín López-Vega. Editorial Impedimenta, Madrid, 2012.
[2] Se refiere, muy probablemente, a Sumeria.

[3] Alude a las celebraciones con motivo de la apertura del canal de Suez, en las que Eça de Queirós estuvo presente, que duraron varios días. De hecho, este texto forma parte de su descripción del viaje inaugural, en el que un desfile de barcos de vapor cruzó el canal de norte a sur: el lago Timsah y los lagos Amargos, al sur de Ismailía, forman parte de esta vía marítima artificial.
[4] En efecto, cuando Napoleón invadió Egipto, Palestina y Siria (después de tomar Malta) en 1798 y lo ocupó hasta finales del año 1800, encargó a un ingeniero de su expedición, Jacques-Marie Le Père (o Lepère) que estudiara la posibilidad de construir un canal a través del istmo de Suez que comunicara el Mediterráneo con el mar Rojo.