martes, 24 de junio de 2014

La tradición popular estonia recogida en unos cuentos recién publicados en España

Una de las ilustraciones de Jaan Tammsaar para la primera edición de los Cuentos tradicionales estonios (Tallinn, 1990).


Recientemente, ha llegado a las librerías españolas una edición de los Cuentos tradicionales estonios [1], cuya edición en castellano ya había visto la luz por primera vez en Tallinn en 1990, cuando Estonia todavía formaba parte de la Unión Soviética y poco antes de que aquel gran imperio se desmoronara.  Fue una edición efímera, bellamente ilustrada por Jaan Tammsaar, uno de los artistas de más prestigio de aquel país báltico, publicada por una editorial que ya no existe: Perioodika [2].

La selección de los cuentos estuvo a cargo del profesor e hispanista Jüri Talvet, quien ha escrito una nueva introducción para esta reedición: la reproducimos ligeramente reducida. El profesor Talvet no se limita a presentar los cuentos, sino que los sitúa en el contexto sociocultural y literario de Estonia, lo cual supone una aproximación muy interesante a una realidad tan desconocida en nuestras latitudes como es la de Estonia y el espacio báltico oriental.

Albert Lázaro-Tinaut



Los cuentos tradicionales en el contexto
de la historia y la cultura de Estonia

Por Jüri Talvet

Para la presente selección escogí los cuentos a partir de algunos de los libros más conocidos y queridos entre el público estonio durante el último siglo. En su forma original, fueron publicados durante la segunda mitad del siglo XIX y a principios del siglo XX: Eesti rahva ennemuistsed jutud (‘Cuentos antiguos del pueblo estonio’, 1866), de Friedrich Reinhold Kreutzwald (1803-1882); Eesti muinasjutud (‘Antiguos cuentos estonios’, 1885), de Juhan Kunder (1852-1888) y Eesti ennemuistsed jutud (‘Cuentos estonios antiguos’, 1911-1920), de Matthias Johann Eisen (1857-1934). Los tres autores fueron destacados intelectuales y escritores de la época más temprana de nuestra cultura nacional. A Kreutzwald se le considera unánimemente el fundador de la literatura estonia; el prematuramente fallecido Kunder, aparte de interesarse por las ciencias naturales y el folklore, sobresalió como autor de piezas teatrales y de poesía, mientras que a Eisen, folklorista y poeta, le atrajo sobre todo la investigación de la mitología y las creencias populares de los antiguos estonios.

Friedrich Reinhold Kreutzwald.

Esta selección incluye, además, tres cuentos del pueblo setu, que sobrevive en el sudeste de Estonia, publicados originariamente en el libro Marjakobar ja teisi setu muinasjutte (‘Racimo de frutillas y otros cuentos antiguos de los setu’, 1959), preparado por nuestros folkloristas a partir de los manuscritos conservados en el Museo Nacional de la Literatura. […]
La cultura estonia como realidad consciente no es anterior al siglo XIX. No podía serlo porque, después de una prehistoria de la que nos han llegado muy pocos datos –que a veces tendemos a idealizar–, los antiguos estonios fueron sometidos violentamente y contra su voluntad al poder de invasores foráneos, sobre todo alemanes, quienes convirtieron a lo largo del siglo XIII a nuestros antepasados al cristianismo y a la vez los relegaron a la humillante condición de siervos de la gleba a su servicio.

En este sentido, los estonios, con los lituanos (sometidos al cristianismo no antes del siglo XIV), se pueden considerar los últimos pueblos “paganos” de Europa. En los oscuros siglos anteriores nuestros antepasados adoraban a las deidades de la naturaleza, como Pikne (Pikker), dios de trueno, de cuya autoridad suprema nos habla Kreutzwald en “La trompeta de Pikker”. Sin duda, bastantes motivos de los cuentos de esta selección se remontan a la época precristiana.

Interpretación de una escena mitológica por el artista estonio Kaljo Põllu (1934-2010).

El trato y los vínculos íntimos entre los pueblos finoúgrios y baltofineses (finlandeses, estonios, sami o lapones, carelios, livonios y algunos más), que supuestamente hace miles de años llegaron a las orillas del Báltico desde las remotas regiones de los Urales (sobre todo de la cuenca del rio Ob), se reflejan ampliamente en el folklore estonio, al igual que en el Kalevipoeg, la epopeya de Kreutzwald. A veces, los hechiceros fineses y lapones son presentados como “malos”, pero no faltan cuentos en los que los sabios nórdicos dan buenos consejos a quienes necesitan ayuda, o incluso tienen piedad de sus esclavos (“Siete años en Laponia”). 

En la actualidad los estonios, con los finlandeses y los húngaros, son los únicos pueblos de origen finoúgrio que tienen estados propios. La mayoría de las otras naciones que pertenecen a esta gran familia étnico-lingüística (udmurtos, mordovos, komi, etc.) siguen residiendo cerca de la cordillera de los Urales, dentro de la Federación Rusa, en condiciones de autonomía limitadas. Es decir, han vivido en vecindad inmediata con las culturas eslavas, que han influido notablemente en ellos. En algunos cuentos de esta selección encontramos motivos que coinciden con los de los cuentos rusos, sobre todo en los que proceden de la región de los setu, fronteriza entre Estonia y Rusia (de hecho, parte del pueblo setu reside en territorio ruso desde 1940).

Mujeres setu, con su
vestimenta tradicional.
(Fuente: Ministerio de Asuntos
Exteriores de Estonia)

También es cierto que, pese a no ser de origen indoeuropeo, durante los largos siglos el pueblo estonio ha recibido fuertes influencias de otras culturas, sobre todo de los alemanes, nuestros amos y señores hasta principios del siglo XIX, cuando se abolió la esclavitud en la región báltica del imperio ruso-zarista y nuestros antepasados obtuvieron por primera vez apellidos autóctonos, es decir, su identificación como personas: por regla general, eran los amos alemanes quienes daban los nombres y apellidos a sus siervos. Con frecuencia esos nombres eran alemanes, como en el caso de los padres de Kreutzwald. Siguiendo sus caprichos, algunos amos terratenientes daban a sus siervos liberados apellidos estonios, sobre todo derivados de nombres de árboles y animales del bosque. Así, abundan en Estonia personas cuyo apellido es, por ejemplo, Kask (‘abedul’), Tamm (‘roble’), Lepp (‘aliso’), Pärn (‘tilo’), Kuusk (‘abeto’), Mänd (‘pino’) […] o bien Hunt o Unt (‘lobo’), Karu (‘oso’), Rebane (‘zorro’), Jänes (‘liebre’), Põder (‘alce’), Hirv (‘ciervo’), etc.

Se puede decir, por consiguiente, que toda la intelectualidad estonia es del origen campesino. Dejando a un lado la prehistoria mítica, los estonios no han tenido nunca una aristocracia ni una nobleza. Toda la formación de nuestra cultura consciente corre paralela a los profundos procesos de democratización en Europa y también a los avances positivistas y científicos del mundo occidental. El primer poeta estonio fue Kristian Jaak Peterson (1801-1822), muy prematuramente fallecido, uno de los primeros estudiantes de procedencia autóctona en la Universidad de Tartu. Elogiaba en sus odas, inspiradas en la antigüedad clásica e influidas por la poesía del alemán F. G. Klopstock, la belleza de la lengua estonia y de nuestra naturaleza.

Reunión en Tartu, el 26 de marzo de 1870, de algunos de los intelectuales
que impulsarían 
el “despertar nacional” estonio.
El auge del llamado Ärkamisaeg (‘despertar nacional’) coincidió con la segunda mitad del siglo XIX. Se publicaron entonces los primeros tratados sobre nuestra lengua escritos por los propios estonios. En 1838 se fundó la Sociedad Ilustrada de Estonia, entre cuyos miembros más activos se encontraba Kreutzwald. […] Esta sociedad, que reunía tanto a los primeros intelectuales estonios como a los báltico-alemanes simpatizantes con la cultura autóctona, empezó a ocuparse con toda seriedad de la lengua, la literatura y herencia cultural estonias, así como de las canciones y los cuentos tradicionales, las leyendas y la mitología.

A lo largo del siglo XIX se fue realizando la gran tarea de coleccionar, poner por escrito y archivar la abundante herencia oral del folklore del país. Destacan por su originalidad nuestras canciones populares, creaciones, en su mayoría, de las mujeres campesinas. A partir del siglo XX se han intensificado los esfuerzos por sistematizar y dotar de descripciones y comentarios científicos a nuestra rica herencia folklórica, conservada en miles de manuscritos en el Museo Nacional de la Literatura. A principios de este nuevo siglo XXI han aparecido las primeras colecciones de la cuentística tradicional y popular estonia, provistas de un minucioso y detallado armazón académico.

El Museo Nacional de la Literatura de Estonia, en Tartu.

No obstante, la función del folklore en general y de los cuentos tradicionales nunca se ha limitado meramente a nutrir el saber científico o museológico. Más bien han sido una fuente inagotable de recursos para infundir valores éticos y divulgar la sabiduría de nuestros antepasados entre los jóvenes lectores de diferentes edades. También han interesado, y no poco, estos cuentos al público adulto. Pese al gran poderío de la televisión e internet en nuestros días, los cuentos tradicionales no han perdido su función vital y social: continúan transmitiendo valores que no siempre han sido contrarrestados por los modernos medios de comunicación. Estimulan la imaginación, nos impulsan a sentir e intuir en nuestra intimidad la magia de la totalidad de la vida y del universo. […]

Si hay algo auténticamente estonio en nuestros cuentos, creo que es sobre todo su origen humilde. Los padres de Kreutzwald fueron siervos de la gleba. Él mismo, después de licenciarse como médico por la Universidad de Tartu, trabajó durante más de cuarenta años en Võru, una pequeña ciudad del sur de Estonia, donde atendía las dolencias de la gente del campo, pobre y humilde en su gran mayoría. También Kunder y Eisen estuvieron, por su origen, muy cerca del pueblo campesino simple, del campo y de la naturaleza. El habla popular, con sus giros coloquiales y su característico humor, está continuamente presente en sus narraciones.

Modesta vivienda de
campesinos 
estonios en la
primera mitad del siglo XIX.

(Fuente: Nezumi Dumousseau)
No creo que se deba idealizar la relación de los estonios con los bosques –que efectivamente, aún hoy en día, ocupan la mitad del territorio de Estonia– o las fuerzas oscuras del mal. Sin embargo, como bien se ve en los cuentos de nuestra selección, el lobo no siempre era imaginado como una fiera salvaje y cruel, sino que podía haber sido, en la creencia popular, un aliado del Creador o de esas deidades que encarnaban los supremos poderes de la naturaleza. El diablo, que sin duda ejemplificaba el vicio del poder terrenal y la avidez de la riqueza –lo cual lo convertía en un buen aliado de los amos extranjeros de nuestro país–, a veces podía ser visto incluso con cierta simpatía, sobre todo cuando revelaba la torpeza de la mente y la ingenuidad de los campesinos. Que el diablo de muchos cuentos tradicionales tenía origen popular, queda demostrado por el hecho de que uno de sus numerosos nombres, quizá el más divulgado en el folklore estonio, es Vanapagan (literalmente, “el viejo pagano”). No hay que olvidar lo mencionado anteriormente: desde el punto de vista de la historia del cristianismo, los estonios, efectivamente, fueron uno de los últimos pueblos paganos del Viejo Continente. De modo que la imagen de Vanapagan no carece de cierta autoironía.

Una de las representaciones de Vanapagan,
el diablo de la mitología estonia.

(Fuente: Ferrebeekeeper)

[1] Cuentos tradicionales estonios. Edición de Jüri Talvet. Traducción del estonio a cargo de Hella Aarelaid. Adaptación al castellano de Esther Bartolomé Pons y Albert Lázaro-Tinaut. Ilustraciones de María de Prada. Ediciones Xorki, Madrid, 2014.
[2] Esta misma selección fue publicada, por la editorial Perioodika de Tallinn, en inglés (1987), alemán (1987), ruso (1989), y también en estonio (1991).


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