sábado, 16 de junio de 2012

La comprometida trayectoria personal y literaria de Knut Hamsun

 Retrato de Knut Hamsun en 1903, obra del pintor noruego 
Hans Heyerdahl (1857-1913).
(Fuente: kunstvariasjoner.origo.no)

Knut Hamsun era el pseudónimo que utilizó a partir de 1885 el escritor noruego Knut Pedersen, nacido en el casi despoblado municipio montañoso de Vågå, cerca de Lom (donde se conserva una de las iglesias de madera más bellas de Escandinavia) el 4 de agosto de 1859 y muerto en la aldea de Nørholm, junto a la ciudad marítima meridional de Grimstad, el 19 de febrero de 1952. 

Hombre de carácter rudo, provocador y de sólidas convicciones –hereditarias, según alguno de sus biógrafos, que las vinculan a su obsesión por considerarse miembro de una “raza pura y superior”–, se interesó desde su juventud por la psicología, aunque su auténtico objetivo fue convertirse en escritor, guiado en todo momento por un único norte: la cultura, o quizá mejor, la literatura", como dijo de él Camilo José Cela, uno de sus defensores y justificadores: “Se equivocó con su apoyo a Vidkun Quisling* y su gozo ante el invasor alemán no fue un prodigio de oportunidad, pero su fallo fue dejarse arrastrar por los engañosos y melodiosos cantos de sirena de la política” (aunque mejor no referirse ahora al oportunismo que caracterizó la carrera del laureado escritor de Iria Flavia y a su propio ego).

La obra de Hamsun se sitúa entre el realismo y el naturalismo; en todo caso se le considera uno de los precursores de la novela moderna. Una de sus primeras obras, Fra det moderne Amerikas Aandsliv (‘La vida espiritual de la América moderna’), del año 1889 y apenas conocida, ya marca de algún modo la línea de su producción literaria posterior: es una amarga crítica de la sociedad norteamericana (pues vivió como emigrante en los Estados Unidos entre 1882 y 1888) y, a la vez, una cruel ironía sobre la condición humana en un inmenso país donde convivían personas de distintos orígenes cuyas sangres se habían mezclado; un país, desde su punto de vista, en “decadencia biológica”.

Quizá fuera ese afán de pureza el que lo aproximó al nazismo cuando ya era un escritor influyente y universalmente conocido (había sido galardonado con el premio Nobel en 1920) y admirado por autores como Franz Kafka, Stefan Zweig, Thomas Mann, Maksim Gorki y Ernest Hemingway. Su ego y sus sólidas convicciones le llevaron a relacionarse con los jerarcas del Tercer Reich: conoció personalmente y ensalzó a Hitler –cuya muerte lamentó con enardecidas palabras, calificándolo de “guerrero de la Humanidad”– y llegó al extremo de ofrecer, en 1945, la medalla de su premio Nobel a uno de los líderes supremos de la Alemania nazi, Joseph Goebbels, como signo de agradecimiento por la ocupación y la “salvación” de Noruega.

La bandera oficial de Noruega 
durante la ocupación nazi 
(abril de 1940 - mayo de 1945).
 
Su personalidad, por consiguiente, quedó marcada después de la segunda guerra mundial por el estigma del colaboracionismo y el racismo. Al margen de ello, sus novelas –superado el período de “proscripción”, que duró casi hasta las últimas décadas del siglo XX– constituyen un bagaje literario de primer orden en la literatura europea contemporánea, y fueron incluso fuente de inspiración para algunos escritores estadounidenses, como Henry Miller, Paul Auster y Charles Bukowski. Entre sus obras destacan Sult (‘Hambre’, 1890), Pan (1894), Victoria (1898), Sværmere (‘Soñadores’, 1903), Under Høstjærnen (Bajo las estrellas otoñales’, 1906), Markens Grøde (‘La bendición de la tierra’, 1917), Landstrykere (‘Vagabundos’, 1927) y Paa gjengrodde stier (‘Por los senderos de la maleza oculta’, 1949).

Sello emitido por Noruega en 2009, 
con motivo del 150.º aniversario 
del nacimiento de Knut Hamsun.

La reivindicación del Hamsun con motivo del siglo y medio de su nacimiento, en 2009, demuestra que el tiempo no pasa en vano y que los pecados, grandes o pequeños, acaban perdonándose. Incluso intelectuales como Claudio Magris lo reivindican. Y es que, nos guste o no, hay que dejar al margen de la literatura y de las artes la ideología de los autores (Ezra Pound, Pirandello, D’Annunzio y muchos otros simpatizaron con el fascismo…; Gorki llegó a ser propagandista del estalisnimo, lo mismo que Pablo Neruda, por ejemplo) y acudir a su legado, su obra. Porque toda manifestación destacada del intelecto ha de estar por encima de cualquier creencia.

                                                                                                      Albert Lázaro -Tinaut


* El militar noruego Vidkun Quisling fue primer ministro de la Noruega ocupada por los nazis desde febrero de 1942 hasta el final de la segunda guerra mundial. Juzgado por alta traición juntamente con otros líderes de su partido (el Nasjonal Samling) y condenado a muerte, fue ejecutado en octubre de 1945.


La casa donde Hamsun pasó los últimos años de su vida, en Nørholm.
(Fuente: Wikimedia Commons)


Universo Hamsun

Por Sergio Rodríguez Prieto   

Olvidemos por un momento que Hamsun le regaló su medalla del Nobel a Goebbels. Los vínculos entre literatura y ética pueden provocar juicios sesgados sobre una obra, especialmente cuando el autor, seducido por el poder creador del mito –que a fin de cuentas es la materia prima de su trabajo cotidiano– termina convirtiéndose en su propio personaje. A menudo somos los lectores quienes les exigimos ese artificio –léase sacrificio– para luego regodearnos con biografías de tipos infelices a los que atribuimos un mayor o menor grado de genialidad en función de las calamidades que hayan sufrido al producir sus grandes libros.

Knut Hamsun reúne todos los ingredientes del estereotipo "escritor de raza": de origen humilde, tendrá que abandonar su hogar a los diez años y ejercerá varios oficios antes de emigrar a Estados Unidos, de donde regresará igual de pobre y encima tuberculoso. En Copenhague escribirá Hambre y será acogido por la elite intelectual escandinava con cierta curiosidad por ese espécimen tan singular de campesino arrogante y autodidacta. Lejos de contentarse con ese papel, Hamsun irrumpirá en la escena literaria arremetiendo contra Ibsen, Bjørnson o Brandes, abriéndose paso a golpe de escándalos y ocultando su complejo de inferioridad bajo una soberbia descomunal. Cierto que sin ese carácter irreductible y tenaz probablemente no habría podido salir adelante como escritor, y es de suponer que a eso se refiere su biógrafo con lo de "soñador y conquistador" [1], pero hay toda una retahíla de términos –ególatra, déspota, neurótico, cruel– que tal vez no le cabían en el título pero quedan claramente expuestos a lo largo del texto.

Ninguna de esas facetas turbias aparecen en Johannes, su protagonista y alter ego en Victoria [2], una historia clásica de amor entre miembros de distintas castas en la que Hamsun presenta a una mujer elusiva e incomprensible condenada a un final trágico por no ser honesta consigo misma. Curiosamente Victoria es también el nombre que pondría a su primera hija, con quien por cierto Hamsun mantendría una relación difícil y autoritaria como con todas las mujeres que conoció, musas incluidas.

Y visto con algo de perspectiva la verdad es que tiene su lógica que la subjetividad literaria fuera introducida por alguien que tenía un ego como un piano de cola. Apoyándose en los progresos incipientes de la psicología moderna, Hamsun volcó la literatura hacia el interior de los sujetos y logró dotar a sus personajes de ficción de algo más que mero carácter instrumental al servicio del argumento. A través de sus reacciones complejas, a veces inesperadas y otras inexplicables, supo insuflarles vida, una llama característica que los hacía tan reales, tan creíbles y autónomos, que acababan reapareciendo en sus siguientes novelas. De ese modo crecían y envejecían con él, conformando un universo Hamsun que los lectores seguían con fervor, especialmente en Alemania. Fue también en ese país donde más arraigo tuvo su doctrina reaccionaria del culto a la tierra como respuesta a las contradicciones entre el viejo y el nuevo mundo, una visión reduccionista que le hizo fácilmente manipulable por los nazis, a quienes apoyó de manera consciente e incondicional hasta el final de la guerra. Imagínense lo importante que tuvo que ser su aportación a la literatura para que su nombre haya sobrevivido al peso de semejante lápida.

Knut Hamsun con su editor, Harald Grieg, en 1936.
(Fuente: Galleri Nor / Wikipedia Commons)

[1] Ingar Sletten Kolloen: Knut Hamsun. soñador y conquistador. Traducción de Anne-Lise Cloetta e Inés Armesto. Nórdica Libros. Madrid, 2009. 597 páginas.
[2] Knut Hamsun: Victoria. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica Libros. Madrid, 2009. 133 páginas. 


Este artículo de Sergio Rodríguez Prieto se publicó originalmente en el número 954 del suplemento “Babelia” del diario El País, Madrid, 6 de marzo de 2010.

14 comentarios:

  1. Unas notas excelentes, querido amigo, y el artículo me parece también muy bueno. Recuerdo que hamsum era de lo poco que se podía leer en mis tiempos mozos en unos tiempos en que la palabra ideología sonaba a chino. La literatura no tiene la culpa de que algunos que la han practicado sean así o asá. La buena literatura trasciende esos momentos.
    Un abrazo grande.
    Antonio.

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  2. Es cierto, Antonio, que durante el franquismo algunas obras de Hamsun se divulgaron quizá más en España que en otros países (sin duda, en este caso, por afinidad ideológica). Tienes razón, y lo digo en mi introducción: la ideología del autor no tiene por qué condicionar la lectura de la obra si ésta lo merece por su calidad. En este sentido conviene hacer un poco de pedagogía para que la gente no continúe confundiendo las cosas (alguien me dijo una vez que no leería jamás a Neruda porque era comunista..., y le contesté que él no sería jamás amigo mío porque era intolerante: me reservé lo de estúpido).
    Gracias por tu comentario y un abrazo.

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  3. Anne Fatosme, que por razones técnicas no puede acceder a estos comentarios, me envía este por Facebook para que lo reproduzca aquí:

    "Albert! Bravo! Qué pocos tienen la inteligencia de declarar: 'Toda manifestación destacada del intelecto ha de estar por encima de cualquier creencia'. El hombre de carne y hueso es otro cantar. Un abrazo, hombre sabio."

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    1. Anne, es una declaración delicada, ya que alguien la puede interpretar erróneamente. Tú la interpretaste bien, y te lo agradezco, pero me parece excesivo el elogio. Muchas gracias, querida amiga, por seguirme y compartir. Un abrazo también para ti.

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  4. Escribes como el sol, lo bastante claro como para que amanezca. Besos.

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    1. ¡Qué hermosas y poéticas palabras me dedicas, estimada Elizabeth! Me avergonzaría pensar que las merezco...
      Besos también para ti.

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  5. ¡Ufff! A veces cuesta separar espacios.
    Es cierto que ser un buen escritor no es incompatible con sus creencias políticas, pero cuando oigo la palabra "nazi" me pongo mala, además para más INRY estoy leyendo en estos momentos la novela de Clara Sánchez "Lo que esconde tu nombre", y son terribles las descripciones que tiene sobre las torturas que hizo esta gente, así que me pillas muy sensibilizada.
    De todos modos eso no quita que tu información sobre este escritor sea de una gran importancia para la difusión de la cultura literaria (como todo lo que haces)

    Un abrazo.
    Mercedes.
    Mercedes.

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    1. Mercedes, como he dicho trato de separar al autor de carne y hueso de la obra que ha dejado. A mí también me horroriza todo lo relacionado con el nazismo, el estalinismo y cualquier totalitarismo, y me repelen los colaboracionistas con las dictaduras; pero la literatura es otra cosa, y en ella a menudo la ideología del autor es irreconocible o poco perceptible, lo cual permite disfrutar de la obra.
      Por otra parte, me parece que es bueno que se sepa quién es cada cual: conocí hace años a un admirador de Hamsun (había leído toda su obra, incluso en otras lenguas, y le tenía veneración), e ignoraba que fue un nazi consciente de serlo: cuando se lo dije no se lo podía creer...
      Gracias por tu comentario

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  6. Cuando era un jovenzuelo, alguna novela de Knut llegó a mis manos, y disfruté mucho.Toda la razón, la intolerancia tiene una sola dirección: silenciar la cultura y la sensibilidad. Dicen de Quevedo que era el tipo más dañido que había, de Ezra Pound que era un fascista y un racista. Pero su poesía ha servido para que la humanidad crezca.
    Un abrazo.
    Antonio.

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    1. Completamente de acuerdo contigo, Antonio. Es lo que acabo de expresar en mi respuesta a Mercedes. Entiendo que a veces cueste leer a un autor sabiendo quién fue y qué actitudes tuvo ante la sociedad, pero no olvidemos que miles de autores a lo largo de la historia han sido leales colaboracionistas de los tiranos (o tiranos ellos mismos), y como normalmente no lo sabemos, los leemos con placer.
      Gracias también a ti por haberme leído y haber comentado mi texto.

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  7. Albert tienes razòn, cuando dices, que hay que dejar de una lado las tendencias polìticas si queremos conocer la obra literaria de un autor. Aunque los perjuicios y la sin razòn de la intolerancia nos hace dificil dejar limpia la obra de un autor como este. Como siempre impresionan tus entradas.

    un abrazo

    fus



    pd: No vine antes por estar de vacaciones.

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  8. Gracias como siempre, fus, por leer con tanta atención lo que publico y por dejarme tu opinión.
    Es cierto que la ideología de un autor o un artista puede condicionar, pero a veces condiciona más al lector que al autor mismo, pues éste es capaz, al crear su obra, de distanciarse de ciertas tendencias. Yo creo que es el caso de Hamsun (no hay que olvidar que la mayoría de sus obras fueron escritas y publicadas antes de que adscribiera al nazismo).
    Un abrazo también para ti.

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