viernes, 16 de septiembre de 2011

Del “Romance de la bisabuela Malvina”, de Vidmantė Jasukaitytė

 Vidmantė Jasukaitytė. 
(Fuente: Karštas komentaras Nr. 21, 2009 - www.komentaras.lt)

Vidmantė Jasukaitytė nació el 10 de julio de 1948 en el pueblecito de Pumpučiai, que se encuentra en el extrarradio occidental de la ciudad de Šiauliai (norte de Lituania), y estudió lengua y literatura lituanas en la Universidad de Vilna. Es poeta, autora teatral y narradora, y se dio a conocer en 1976 con el poemario Ugnis, kurią reikia pereiti (‘Un fuego sobre el que tendrás que saltar’). Entre sus piezas escénicas deben mencionarse los dramas Žemaitė (1986) y Vilkų medžioklė (‘La caza del lobo’, 1990), y la tragedia Žilvinas (1988). De sus libros de poemas hay que destacar Saulės per daug (‘Exceso de sol’, 1986), Tikrasis nebūties veidas (‘El verdadero rostro del no ser’, 2002), Subačiaus gatvė. Getas (‘Calle Subačius. Gueto’, 2003) y La loba (título original así, en español, 2008). 

La obra narrativa de Vidmantė Jasukaitytė comprende, hasta ahora, media docena de novelas, entre las que sobresalen Po mūsų nebebus mūsų (‘Después de nosotros, nosotros ya no estaremos’, 1988), Marija Egiptietė (‘María de Egipto’, 2002), Dievas miršta vienišas (‘Dios muere solo’, 2003), Kai mes buvome vilkai (‘Cuando éramos lobos’, 2007) y Aš nužudžiau savo dukterį (‘Yo maté a mi hija’, 2008). 

Stebuklinga patvorių žolė (‘La milagrosa hierba de la raíz amarga’) [1], de cuya traducción se reproduce abajo un fragmento, fue publicada en lituano en 1981 y es su obra más conocida fuera de Lituania. La forman tres relatos (“Romance de la señorita de Bruksdvaris”, “Romance de la bisabuela Malvina” y “Romance de la mujer parada en el puente”). Birutė Ciplijauskaitė escribe  en la nota previa de su traducción al español: “Esta presentación lírica de tres mujeres de diferentes generaciones ofrece a la vez un trasfondo histórico-social y un retrato sintético de la mujer lituana y su situación a través de los siglos. […] El haber escogido como símbolo y título [de la obra] una hierba humilde de olor amargo y raíz tenaz hace recordar que la suerte de la mujer lituana nunca ha sido fácil, y que sólo la fe irracional en algo más elevado le ha ayudado a defender la autonomía de su ser más íntimo”.  Y dice también que, en Lituania, “lo nacional se identifica con lo religioso. Los lituanos, paganos hasta 1397-1413, resistieron primero a los caballeros de la orden teutónica que pretendían traerles la cruz, derrotándolos definitivamente en 1410 (de aquel tiempo permanece la índole sagrada de los bosques, donde adoraban a sus dioses). [2] Luego, ya defendiendo la fe católica, se enfrentaron a los rusos”

Conviene añadir que Vidmantė Jasukaitytė ha desempeñado también un importante papel político en su país, como miembro del movimiento independentista Sąjūdis y signataria del Acta de restablecimiento del Estado de Lituania (11 de marzo de 1990), y como fundadora y dirigente de la Unión de Mujeres de Lituania; cuando Mijaíl Gorbachov visitó Lituania, poco antes del desmembramiento de la URSS, ella pronunció un airado discurso, transmitido por televisión, acusando a los jerarcas militares soviéticos de los malos tratos de sus soldados, sobre todo a las mujeres lituanas.

Albert Lázaro-Tinaut


 Paisaje rural del norte de Lituania. 
(Fuente: www.atchoumation.net)


Romance de la bisabuela Malvina (fragmento) 

No moriste de repente. Te asedió una enfermedad desconocida, fue abriéndose camino, se atrincheró dentro y comenzó a carcomerte. Era difícil para mí imaginar que eras tú la que andaba tan lentamente, apoyada en las paredes y parándose cada dos o tres pasos para descansar. Pero pensé que te habías dejado engañar por el otoño que acababa de llegar y enfermaste con él. Cuando te sentabas en la cama, habiéndote arrastrado penosamente hasta ella, cruzabas como invocando piedad los brazos sobre el regazo, y tus clarísimos ojos azules que sólo se ven en personas muy ancianas, escudriñaban algo situado más allá de mí, estremecían por su claridad hasta causarme indecible congoja. Solía decirte:

–Abuela, aguanta el invierno de alguna manera. Verás, llegará la primavera, y de repente te sentirás aliviada. Nada más trata de aguantar el invierno…

Respirabas con dificultad y moviendo la cabeza susurrabas:

–Sí, sí… Ya lo sé yo. Sólo el invierno…

Pero al acercarse la primavera ya casi no te levantabas. Adelgazaste y parecías un fantasma, eras la única en creer aún en mis pronósticos, que la primavera te devolvería la salud. Todos sabían lo que significa tener noventa y ocho años. Pero yo volvía a repetir:

–Abuela, ¿me oyes?... Tómate diez cucharadas de sopa. ¿Me oyes? Necesitas sopa para no morir. Y cuando llegue la primavera, enseguida volverá la salud y te levantarás. ¿Me oyes?

Tus ojos decían que sí, que lo oías todo, y los labios obedientes aceptaban la comida. Y yo adivinaba más bien que oía:

–Sí, sí… Lo sé… Pasará…

Faltaba tan poco para la llegada de la primavera. Cada día se despejaba más el cielo, empezó a derretirse la nieve, pero tú tomabas cada vez menos cucharadas de sopa. Nadie te hacía compañía para vigilarte. Cada uno metido en sus quehaceres, te dejaban sola mañanas o tardes enteras en tu cuartito sombrío, nadie supo cómo llegaste hasta la terraza el primer día de sol de marzo. La nieta de tu hermana, mi madre, mujer que ya no era joven, lanzó un grito al verte mientras volvía del establo por el corral, sentada en la silla de enea de tu juventud, jadeando.

–Abuela, ¿cómo te levantaste?

Se quedó plantada delante de ti confusa y sintiéndose muy culpable por haberse olvidado de tu vida, por considerarte ya casi como una cosa y por haber pensado que no te sentaría mal pasar días y noches enteros en la cama con la cabecera de madera tallada. Y tú la mirabas con tus ojos claros de anciana y repetías:

–Decía la niña que vendría la primavera… Y llegó… Y aguanté… Ahora todo será mejor para vosotros y para mí…

Y era verdad: desde aquel día tú misma te levantabas y salías a la terraza y luego, cuando vino más calor, al corral. Pero te vestías con ropa de invierno. Me espantaba sentir el frío que emanaba de ti, como el hielo que expele la tierra al acabar el invierno. Y el sol no lo derretía. Permaneció sin fundirse todo mayo, y junio, y julio, en agosto volviste a la cama, y ya no te levantaste. Y ya no creíste que algún día te levantarías. Ya no comías sopa, y cuando te traía algunas bayas del vergel, empezabas a implorar:

–Perdóname… Perdonad… No me deis ya de comer… Me duele todo… Perdonadme…

Entonces me moría de espanto, porque ya no sabía quién eras.

Pero una tarde hablaste firme y claro. Fijaste los ojos en un punto y empezaste a disparar palabras con tal velocidad que casi te asfixiabas:

–¿De dónde ha venido esta gente? ¿Qué quieren? Ya está repleta la casa. No cabrán. Anita –se dirigió a la nieta de su hermana, mi madre–, hazles sentarse. ¿De dónde habrá afluido tal gentío? Dargužas, Nevedomskis… Zasinas… ¿Por qué se quedan de pie? ¿Os molesta estar sentados?

El cuarto estaba vacío, pero tú veías personas que llevaban muertas muchos años, que yo nunca conocí, aunque había oído que a Dargužas le habían fusilado los alemanes por esconder a un niño judío, y que toda la familia de Nevedomskis había sido asesinada por los guerrilleros. De Zasinas quedan sólo los hijos, muy viejos ya –él mismo quedó hecho trizas al pisar una mina mientras traía la vaca del bosque–. Pero tú veías a esa gente. Hablaste con ellos toda la tarde, dirigiéndote de vez en cuando a mí o a mi madre: tus mejillas se sonrosaron, echabas fuego por los ojos y a la cara demacrada se le podían echar tanto cuarenta como noventa y ocho años. Pero de repente percibiste algo. Tus ojos se arrasaron de lágrimas, te echaste para adelante, extendiendo los delgados brazos amarillentos, y exclamaste con voz dolorosa:

–¡Estanislao! ¡Stasele!...

Estas fueron tus últimas palabras. Abriste la boca aún un par de veces, tratando de aspirar aire, te reclinaste sobre la almohada y expiraste, fijando de modo raro la mirada en un punto por encima del borde de la cama.

Traducción del lituano por Birutė Ciplijauskaitė 

[1] Vidmanté Jasukaityté: La milagrosa hierba de la raíz amarga. Traducción del lituano: Biruté Ciplijauskaité. Editorial horas y Horas, Madrid, 2002, pp. 55-57. 
[2] Sobre la religión de los antiguos pueblos bálticos, véase el artículo "Una aproximación a la mitología báltica", del Prof. Pietro U. Dini, publicado el 7 de septiembre de 2010 en IMPEDIMENTA
(http://impedimentatransit.blogspot.com/2010/09/una-aproximacion-la-mitologia-baltica.html)