lunes, 31 de octubre de 2011

Historia de la ópera en Finlandia (y II)

El Teatro de Oulu, ciudad del noroeste de Finlandia, a orillas del mar Báltico, está situado 
en la isla de Vänmanninsaari, en el estuario del río Oulu. El edificio, inaugurado 
en 1972, fue diseñado por los arquitectos Marjatta y Martti Jaatinen.
(Foto © Calum Davidson, 2006)

Por Alfonso Padilla 

[La primera parte de este artículo se publicó en IMPEDIMENTA el pasado 22 de octubre. Entre corchetes, en cursiva y en un cuerpo de letra menor, se han añadido algunos datos que no aparecen en el artículo original. Las notas tampoco aparecen en el texto original. Los nombres de algunos autores se enlazan mediante hipervínculos a páginas en español o inglés, donde se puede obtener más información sobre ellos.] 

Nacimiento de la ópera nacional 

La ópera nacional finlandesa –por la temática y por el desarrollo del género mismo– comienza con Juha (1922, estrenada tan sólo en 1963), de Aarre Merikanto (1893-1958) [1] y Pohjalaisia (‘Nórdicos’, 1923), de Leevi Madetoja (1887-1947). Juha es la obra más importante de Merikanto, en la cual, según algunos estudiosos, se nota la influencia de Janáček y de Strauss. Pohjalaisia fue la primera ópera finlandesa que tuvo cierta repercusión internacional, pues se presentó en Kiel (1926), Estocolmo (1927), Gotemburgo (1930), en la radio de Berlín (1931) y en Copenhague (1932). Es, además, una de las óperas más ejecutadas en Finlandia. Hasta 1930 había conocido sesenta presentaciones y su popularidad se mantiene hasta ahora, debido, quizás, a que su material musical se basa en gran medida en canciones y géneros folklóricos. 

Tauno Marttinen en 2008, poco 
antes de su fallecimiento. 
(Fuente: classical.net)

Entre Pohjalaisia de Madetoja y el término de la segunda guerra mundial, en Finlandia se compusieron veintitrés óperas más; excepto Juha (1934), también de Madetoja, ninguna ha trascendido mayormente. Desde mediados de la década de 1940 y en la de 1950 es Tauno Pylkkänen (1918-1980) el compositor más prolífico en el campo de la ópera: compuso nueve, de las cuales Mare ja hänen poikansa (‘Mare y su hijo’, 1943) y Tuntematon solilas (‘El soldado desconocido’, 1967) son las más importantes. Sus obras, de corte neorromántico, fueron bien recibidas por la crítica y el público, pero no tuvieron el valor musical suficiente como para haber traspasado los límites de tiempo y espacio. Hoy son obras en gran medida olvidadas, al igual que las de Tauno Marttinen (1912-[2008]), el más importante compositor finlandés de ópera de la década de 1960. 

Estilísticamente, Marttinen comenzó como neorromántico, pero poco a poco fue modernizando su lenguaje hasta hacerlo casi atonal. Para sus libretos utilizó textos de conocidos escritores como Gógol, Balzac y Chéjov y de finlandeses como Aleksis Kivi y Maiju Lassila [1868-1918], y de la escritora modernista Eva-Liisa Manner [1921-1995]. Marttinen compuso una quincena de óperas, entre las que destaca Poltettu oranssi (‘La naranja quemada’, 1968), con libreto surrealista de Manner. 

Escena de la representación de Aida, de Verdi, en la edición de 2007 
del Festival de Savonlinna. 
(Fuente: squidoo.com)

Finlandia: la tierra prometida de la ópera moderna 

Muchos han sostenido –entre ellos el famoso compositor polaco Witold Lutosławski [1913-1994] en su visita a Helsinki en marzo de 1993– que Finlandia es la tierra prometida de la ópera. Esta afirmación no parece exagerada si se toma en cuenta, por una parte, la cantidad enorme de representaciones operísticas en un país de sólo cinco millones de habitantes y, por otra, y esto es lo más sorprendente, la enorme cantidad de óperas nuevas que se estrenan continuamente. En Finlandia se componen anualmente entre seis y doce óperas, una o dos para la Ópera Nacional, varias para óperas de provincias, de cámara, para niños y para la televisión o la radio. Por ejemplo, en 1974 se compusieron siete óperas, cifra enorme si se piensa que en países como Italia, Francia o Inglaterra –cada uno de ellos once veces más numerosos en población y con tradición operística de muchos siglos– no llegan a cifras tan altas. 

La ópera finlandesa vivió un período de auge en la década de 1930, en la cual se compusieron catorce nuevas obras. En las tres décadas siguientes, en cambio, se compuso como promedio una nueva ópera por año. A mediados de la década de 1970 comenzó un nuevo boom del género. Ratsumies (‘El jinete’, 1974, estreno 1975) de Aulis Sallinen (1935), con libreto del poeta finlandés Paavo Haavikko [1931-2008], y Viimeiset kiusaukset (‘Las últimas tentaciones’, 1975) de Joonas Kokkonen (1921-[1996]) dieron comienzo a una etapa renovada del arte operístico, que tiene también alcance internacional. Sallinen, Kokkonen, Einojuhani Rautavaara y otros compositores fineses han logrado presentar sus obras en algunas de las óperas más importantes del mundo, como el Metropolitan de Nueva York, las de Los Angeles, Kiel, Hamburgo, Berlín, Covent Garden Royal Opera de Londres, Moscú, ex Leningrado [hoy, San Petersburgo], Zúrich, Varsovia, Copenhague y Estocolmo, entre otros lugares. 

Aulis Sallinen. 
(Foto © Soppakanuuna, 2009)

Las dos primeras óperas de Sallinen, El jinete y la siguiente, Punainen viiva (‘La línea roja’, 1978) están basadas en hechos históricos de este país. La primera cuenta una historia de amor situada en la Edad Media y la segunda trata de los comienzos del siglo XX. Kuningas lähtee Ranskaan (‘El rey parte para Francia’, 1983), hecho ficticio que ocurre en Inglaterra y Francia, es una alegoría al eterno caminar del hombre en pos de la primavera. En Kullervo (1992) Aulis Sallinen toma uno de los temas centrales de la mitología finlandesa [2]. En 1995 estrenó la ópera Palatsi (‘Palacio’). 

Aunque Joonas Kokkonen ha compuesto sólo una ópera, Las últimas tentaciones es una de las más presentadas en Finlandia. La trama, situada en 1852, trata de un predicador religioso moribundo, que sueña o se imagina episodios pasados de su vida en que participa su primera esposa, fallecida ya hace mucho tiempo. La ópera combina elementos históricos-naturalistas con otros surrealistas en un estilo musical de rigurosa construcción. 

Einojuhani Rautavaara. 
(Fuente: elisanet.fi)

Einojuhani Rautavaara (1928), uno de los compositores centrales de Finlandia, tiene a su haber una importante producción músico-teatral, desde Kaivos (‘La mina’, 1963), la primera ópera dodecafónica compuesta en este país, hasta Auringon talo (‘La casa del Sol’, 1991), pasando por Thomas (1985), Vincent (1989) y otras óperas. [3]

Paavo Heininen (1938) es el más importante compositor finés de la generación nacida en la década de 1930. Sus dos óperas, Silkkirumpu (‘El tambor de seda’, 1983, libreto de Eeva-Liisa Manner sobre un tema japonés) y Veitsi (‘El cuchillo’, 1889-1990, libreto de Veijo Meri), ambas de factura muy moderna y que plantean altas exigencias tanto a los intérpretes como a los espectadores, ocupan un lugar destacado en la producción operística actual no sólo de Finlandia, sino contemporánea en general. 

Erik Bergman.
(Fuente:
Chr. Morgenstern.de)

Después de permanecer al margen del teatro musical, Erik Bergman (1911-[2006]) –introductor de la música contemporánea en la vida musical de Finlandia–, se decidió finalmente por su propia ópera, Det sjungande trädet (‘El árbol cantor’ [título en sueco], 1986-1988, libretto de Bo Carpelan), que constituye una especie de resumen de toda su obra musical, caracterizada por la utilización de una rica paleta de colores sonoros, sean instrumentales o vocales.

Algunos compositores como Jorma Panula (1930), Ilkka Kuusisto (1933), Pekka Jalkanen (1945), Atso Almila (1953) y Jukka Linkola (1955) han compuesto óperas en un estilo más popular. Linkola, proveniente del jazz, ha hecho mucha música para ballet, teatro y teatro musical.

Cubierta del CD de la ópera Silkkirumpu, de Paavo Heininen, dirigida 
por Ulf Söderblom, editado por la Ópera Nacional de Finlandia. 
(Fuente: freecodesource.com)

Los compositores jóvenes miran hacia el teatro musical 

A diferencia de la vanguardia musical europea de la década de 1950, los jóvenes compositores finlandeses se han sentido atraídos por el teatro musical, en general, y la ópera en particular. Kalevi Aho (1949) compuso en 1978 una exitosa ópera de cámara, Avain (‘La llave’, libreto del compositor basado en la obra de Juha Mannerkorpi [dramaturgo y novelista, 1915-1980]), para barítono y orquesta de cámara, que ha sido montada en otros países por compañías no finlandesas. Olli Kortekangas (1955) ha compuesto dos breves óperas, Short Story (1980) y Grand Hotel (1985, libreto de Arto Melleri [poeta y dramaturgo, 1956-2005]) y Harri Vuori (1957) una de cámara, Kuin linnun jalanjäljet taivaalla (‘Como las huellas de los pájaros en el cielo’, 1983), basada en un texto zen budista. Pekka Jalkanen y Atso Almila, compositores que escriben en estilo tonal utilizando elementos provenientes de la música popular y de la tradicional de diversas culturas, han compuesto óperas cómicas y, en el caso del primero, también pata niños. Rautavaara compuso también una ópera para niños, Marjatta matala neiti (‘María, la señorita bajita’, 1975), mientras que Timo-Juhani Kyllönen (1955) es autor de otra ópera infantil, Kuninkaiden kirja (‘El Libro de los Reyes’, 1992, con libreto de Martiza Núñez). 

Harri Vuori.
(Fuente: Toccata Classica)

La ópera finlandesa tiene hoy un rostro multifacético. Junto a las que exigen un gran elenco y montaje, varios compositores han creado óperas para compañías de provincias, estilísticamente también más asequibles al gran público. La ópera de cámara, incluso de no más de media hora de duración, ha sido muy cultivada. Los compositores no han olvidado al público infantil ni a los que no asisten al teatro, pero sí siguen una presentación de teatro musical en las pantallas de televisión, o bien por la radio. El gran apoyo del poder público –Estado y municipios– a la vida musical de este país, a través de estipendios, encargos, subvenciones, etc., permite que un género que exige de un largo tiempo de creación y producción y de tantos recursos humanos y materiales pueda florecer con la fuerza y el nivel de la ópera finlandesa moderna. 

Sello emitido por el servicio postal de Finlandia en homenaje 
a Armas Järnefelt (1869-1958), con motivo del centenario de su nacimiento 
en Viipuri. Järnefelt dirigió la Ópera Nacional de Finlandia entre 1932 y 1936.


Breve postfacio necesario

Por Albert Lázaro-Tinaut 

Este texto, escrito en 1993, aunque publicado al cabo de tres años, no puede tener en cuenta, evidentemente, a compositores que empezaron a sobrasalir más tarde, entre los cuales es imprescindible citar a Kaija Saariaho (Helsinki, 1952), formada en la Academia Sibelius de Helsinki, en Friburgo y en París, donde reside. En la capital francesa, y concretamente en el Instituto de Investigación y de Coordinación Acústico-Musical, para el que trabaja, Kaija Saariaho ha creado las primeras óperas utilizando, además de los instrumentos tradicionales, los electrónicos: L’Amour de loin, compuesta para el Festival de Salzburgo de 2000, con libreto del eminente escritor franco-libanés Amin Maalouf, inspirada en la vida del trovador Jaufré Rudel (aquí se puede ver y escuchar la “Escena del peregrino” de esta obra); Adriana Mater, dedicada a su madre y compuesta en 2006 para la Ópera Nacional de París, también con libreto de Amin Maalouf; y Émilie, escrita en 2010 para la Ópera de Lyon, de nuevo con libreto de Maalouf, basada en la personalidad de la marquesa Émilie du Chatelet, matemática y física del siglo XVIII, que fue, además, amante de Voltaire. 

Kaija-Saariaho. 
(Foto © Sarah Wijzenbeek)

Compositora estraordinariamente prolífica, Kaija Saariaho ha cosechado en pocos años grandes éxitos internacionales y ha sido galardonada con numerosos premios en varios países. Maritza Núñez le dedica el artículo “Kaija Saariaho. Cosmos y poesía o las reflexiones del Señor Almaar” en Musica borealis (páginas 9-16), el libro del que IMPEDIMENTA ha extraído el texto de Alfonso Padilla que ha ofrecido en dos entregas (véase la referencia bibliográfica al pie de la primera). 

[1] Aquí puede verse y oírse la escena final de Juha, en la presentación de esta ópera que se hizo en el Festival de Savonlinna de 2002.
[2] Kullervo es un desdichado personaje de la epopeya nacional finesa Kalevala. Para más datos véase esta ampliaciónAquí se puede escuchar la escena segunda del acto primero de la ópera de Sallinen.
[3] Las óperas Vincent y Thomas se pueden descargar en formato MP3 a través de este enlace y este otro, respectivamente.

Hacer clic sobre las imágenes para ampliarlas.

sábado, 22 de octubre de 2011

Historia de la ópera en Finlandia (I)

Vista nocturna del edificio actual de la Ópera Nacional de Finlandia 
(Suomen Kansallisooppera, en finés; Finlands Nationalopera, en sueco),  en Helsinki,
inaugurado en 1993. Es obra de los arquitectos Eero Hyvämäki, 
Jukka Karhunen y Risto Parkkinen.
(Foto © Anna Amnell / flickr, 2009) 

Para que el lector que no esté familiarizado con la realidad finlandesa se pueda situar en el contexto histórico adecuado, conviene recordar algunos datos fundamentales del pasado. 

Finlandia (Suomi, en finés) estuvo casi siete siglos sometida al poder sueco, que introdujo allí el cristianismo en 1154 e impuso la lengua sueca como única oficial hasta que en 1842 el finés, gracias al impulso del movimiento nacionalista vinculado al Romanticismo europeo y a la reciente publicación (1835) de la epopeya nacional, el Kalevala, obra de Elias Lönnrot (1802-1884), adquirió naturaleza de lengua “aceptada”, pese a que el sueco (y en ocasiones el ruso) continuó siendo la lengua de la Administración.

En la actualidad el finés es la lengua predominante, pero el sueco es cooficial e incluso primera lengua en los municipios con población mayoritariamente suecófona (sobre todo en el sudoeste y el sur del país), un ejemplo de convivencia entre poblaciones de distinto origen (el sueco es una lengua germánica, es decir, indoeuropea, mientras que el finés –como el estonio, el húngaro y otras menores– pertenece a la familia de las lenguas finoúgrias). En Laponia, además, es cooficial la lengua sami (también finoúgria).

El bilingüismo está siempre presente en la 
toponimia finlandesa. En este caso se trata 
de bilingüismo finés y sami, en el extremo 
norte del país, cerca de la frontera con 
Noruega (Norja en finés, Norga en sami). 
(Foto © Ralf_H / flickr, 2008)

El territorio de la actual Finlandia (al que hay que sumar el de la parte de Carelia que pertenece ahora a la Federación Rusa) fue durante siglos objeto de disputa entre el reino de Suecia y el Imperio zarista. De hecho ya fue disputado antes de la existencia de éste, cuando en el siglo XV el principado de Nóvgorod (incorporado luego a Rusia) se enfrentó militarmente a Suecia en la guerra de Ingria. Durante la Gran Guerra del Norte (1700-1721) Suecia perdió amplias zonas de Finlandia, conquistadas por la Rusia imperial, y tras la Guerra Finlandesa (1808-1809) todo el territorio del país quedó sometido a Rusia y sufrió un importante proceso de rusificación, pese a que el zar Alejandro I proclamó el Gran Ducado de Finlandia, una entidad política ficticia para contentar a la población de origen sueco, porque quienes ejercían como Grandes Duques eran los propios zares.

El 6 de diciembre de 1917, tras el triunfo de la Revolución bolchevique, Finlandia proclamó su independencia, lo cual la sumió al año siguiente en una devastadora guerra civil. Durante la segunda guerra mundial la República de Finlandia se enfrentó a la Unión Soviética en dos ocasiones: la denominada Guerra de Invierno (1939-1940), que contó con el apoyo de un muy nutrido grupo de voluntarios suecos y estonios, y la conocida como Guerra de Continuación (1941-1944) cuando, abandonada por los Aliados –que se alinearon con la URSS–, tuvo el apoyo de la Alemania nazi. Luego, la guerra de Laponia (1944-1945), combatida en el norte del país contra los ocupantes alemanes, consiguió afianzar la independencia de los finlandeses.

Un grupo de soldados iza la bandera 
de Finlandia durante la Guerra 
de Invierno (1939-1940). 
(Fuente: ThinkQuest)

Finlandia, sin embargo, tuvo que firmar, en 1947 y 1948, sendos tratados con la URSS para que ésta reconociera su soberanía, lo cual supuso concesiones territoriales a la Unión Soviética que representaron el diez por ciento de su superficie y la pérdida de su segunda ciudad, Viipuri, que pasó a denominarse Vyborg (Выборг), donde gran parte de la población, a pesar de su rusificación forzada –sobre todo a través de la educación–, todavía habla finés. Los mismos acuerdos impidieron al país alinearse con las potencias occidentales durante la llamada Guerra fría (1945-1991), ya que estaba sometida a un proceso que se conoce como “finlandización”. De hecho, pues, Finlandia sólo ha gozado de total independencia (sobre el papel, ya que de hecho disfrutó totalmente de ella, al menos desde 1956) a partir de la caída del régimen soviético.

Ténganse en cuenta estas circunstancias históricas a la hora de situar también la cultura (en este caso la ópera) finlandesa.

Albert Lázaro-Tinaut 


 El despertar (1894), pintura del artista simbolista finlandés 
Magnus Enckell (1870-1925). 


La ópera en Finlandia [1]

Por Alfonso Padilla

La ópera finlandesa, como otros aspectos de la cultura del país, tiene una vida reciente. Hace poco más de 140 años se estrenó la primera ópera de importancia compuesta en Finlandia, Kung Jarls jagt (‘La caza del rey Carlos’, 1852), del compositor alemán Fredrik Pacius (1809-1891) sobre un texto en sueco –la segunda lengua oficial de este país y única reconocida en aquel entonces– de Zacharias Topelius. Antes de esta obra los compositores finlandeses de habla sueca Carl Ludvig Lithander (1773-1843) y Bernhard Henrik Crusell (1775-1838) habían compuesto piezas operísticas que tuvieron poca resonancia: Säckpiparen (‘El gaitero’), de Lithander, nunca ha sido representada.

Sin embargo, la ópera ya había llegado a Finlandia en 1768, cuando una compañía alemana presentara La creación del mundo de Johann Thiele. A partir de 1820 compañías de Alemania y de otros países comienzan a visitar Finlandia frecuentemente. Las siguientes óperas de repertorio son presentadas en el siglo XIX: El cazador furtivo de Weber (1830); La sonámbula y Norma de Bellini (ambas en 1830); El barbero de Sevilla de Rossini (1839); Don Juan y Las bodas de Fígaro (1840) y La flauta mágica de Mozart (1841); Fidelio de Beethoven (1841); El elixir del amor y Lucia de Lammermoor de Donizetti (1849 y 1850, respectivamente); Tannhäuser de Wagner (1857). De Verdi se llevaron a la escena en el siglo XIX Hernani (1857), El trovador (1862), La traviata (1876) y, en 1879, Rigoletto y Un baile de máscaras. Fausto y Romeo y Julieta de Gounod (1876 y 1879, respectivamente), y Carmen de Bizet (1889), también se conocieron en estas heladas tierras.

Al piano (1884), obra del pintor naturalista 
finlandés Albert Edelfelt (1854-1905).

El verismo italiano arribó muy rápidamente a Finlandia con Cavalleria rusticana de Mascagni, e I pagliacci de Leoncavallo (ambas en 1896). Muchas de las óperas de Puccini no tardaron tampoco en llegar a esta “fin de la tierra”: La bohème (1899), Tosca (1905), Madame Butterfly (1909) y Turandot (1929). Algunas óperas de Hoffmann, Strauss, Delibes y casi toda la producción de Wagner se presentan en las dos primeras décadas del siglo XX. Con el tiempo Finlandia ha recibido tímidamente óperas más modernas poco después de su estreno. Esto ha ocurrido con Peter Grimes de Britten (1949), Elegía para una joven amante de Henze (1964) y Nixon en China de Adams (1990).

En este marco, con estas referencias, la ópera finlandesa nace, se desarrolla y alcanza la gran vitalidad de la que goza actualmente. Durante el siglo XIX Weber y Mozart influyeron en la creación operística nacional. A fines de aquel siglo Verdi era la gran figura. A comienzos del XX Wagner y luego los veristas italianos son quienes dan incentivos a los compositores finlandeses.

Jean Sibelius (1865-1957) no se sintió cercano a la música para escena (teatro, ballet u ópera), ocupando ella un lugar modesto en su producción. Sin embargo, en 1896 compuso una ópera de un acto en sueco, Jungfrun i tornet (‘La joven de la torre’), con un texto basado en una leyenda popular nórdica. La primera ópera con texto en finés, basada en fragmentos de la epopeya nacional finesa, el Kalevala, la compuso Oskar Merikanto (1868-1924) en 1898: Pohjan neiti (‘La doncella del Norte’), que se estrenara diez años más tarde. Durante tres décadas la ópera finlandesa estuvo marcada por el nacionalismo romántico, con temas vinculados sea a leyendas o a hechos históricos. Las óperas más destacadas de este período son Daniel Hjort (1910) de Selim Palmgren (1878-1951) y Seitsemän veljestä (‘Los siete hermanos’, 1913) de Armas Launis (1884-1959). [2]

Detalle del monumento a Jean Sibelius, obra de la escultora Eila Hiltunen (1922-2003), 
inaugurado en 1967 en el Parque Sibelius de Helsinki. 
(Foto © Titoni Thomas, 2010)

La ópera y sus instituciones 

Institucionalmente, la ópera finlandesa tiene sus inicios en 1873, cuando Kaarlo Bergbom funda un departamento de canto anexo al Teatro Finlandés, el centro nacional de arte dramático de entonces. La primera presentación de este nuevo departamento es Lucia de Lammermoor, en la ciudad de Viipuri, que antes perteneció a Finlandia y desde la segunda guerra mundial es parte de Rusia. Este departamento de canto, por razones económicas, se cerró en 1879, después de lo cual la actividad operística estuvo sostenida por el esfuerzo mancomunado de cantantes, directores de escena, músicos y el mecenazgo de hombres de negocios.

En 1911 se fundó la Ópera Nacional, que se transformó tres años más tarde en la Ópera Finlandesa y desde 1956 funciona como fundación, financiada públicamente por el Estado y el Municipio de Helsinki y con la denominación de Ópera Nacional de Finlandia. En todo este período un rol muy importante jugó, en tanto que intérprete y organizadora, la soprano Aino Ackté (aquí se puede escuchar una grabación suya de 1905). Desde 1921 funciona al alero de la Ópera el Ballet Nacional de Finlandia; desde 1963 la Ópera tiene su orquesta propia. Desde 1914 la Ópera Nacional tuvo sus presentaciones en el local del Teatro Nacional y en el Teatro de Alejandro, este último entregado en exclusividad a la ópera desde 1918. En el otoño de 1993 se inauguró el nuevo local de la Ópera Nacional de Finlandia, con capacidad para 1365 personas.

 La soprano Aino Ackté (1876-1944) retratada 
por el pintor Fahle Basiler en 1915.

En Finlandia funcionan regularmente otras 14 instituciones que sostienen la actividad operística en todo el país. En 1946 se creó una en la ciudad de Tampere, diez años después en Vaasa, cinco nacieron en la década de 1960 (Lahti, Hämeenlinna, Turku, Oulu y Kotka), y seis en la de 1970 (Jyväskylä, Mikkeli, Pori, Joensuu, Kemi y Kerava) y una en los años 80 (Kuopio). La formación de cantantes, músicos y directores de orquesta a nivel superior está centralizada en la Academia Sibelius, que dispone de un Teatro Musical de Cámara. En 1912 comenzó a funcionar el Festival de Ópera de Savonlinna, en un marco monumental que proporciona el viejo castillo de Savo. Interrumpido algunos años, desde 1968 existe en su versión moderna. Hoy en día este festival goza de un merecido reconocimiento internacional.

 Cartel anunciador de la edición de 2012 (la de su centenario) 
del Festival de Ópera de Savonlinna.

[1] Este texto, que IMPEDIMENTA publica en dos partes, apareció originalmente en el libro Musica borealis, de Maritza Núñez y Alfonso Padilla, editado en español por el Suomalaisen musiikin tiedotuskeskus (Centro de Información de la Música Finlandesa), Helsinki, 1996. [2] Los siete hermanos se basa en la única novela del escritor Aleksis Kivi (1834-1872), la primera escrita en lengua finesa. Kivi es autor, sobre todo, de poesía y piezas teatrales, y se le considera el fundador de la literatura en finés. A otro notable compositor finlandés, Einojuhani Rautavaara (nacido en 1928), se debe la ópera Aleksis Kivi (1996), basada en obras de este escritor. (La novela Los siete hermanos, traducida al español por Ursula Ojanen y Joaquín Fernández, fue publicada por Ediciones Alfaguara, de Madrid, en 1988.)


Alfonso Padilla es un musicólogo chileno (Santiago, 1949), formado como historiador y periodista en la Universidad de Chile, que llegó a Finlandia como refugiado político en 1975, después de haber pasado por las cárceles y los campos de internamiento del régimen pinochetista. Es Doctor en Filosofía y Catedrático adjunto en el Departamento de Musicología de la Universidad de Helsinki. Además de interesarse por la música finlandesa, investiga sobre la latinoamericana (especialmente la peruana) y sobre etnomusicología, musicología comparada, estética musical y sociología de la música. Es, además, miembro del Consejo Central de las Artes de Finlandia, dependiente del Ministerio de Educación. Entre sus obras destaca el estudio La música latinoamericana en Finlandia. Café con tango. Relaciones entre Finlandia y América Latina (1999). 

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