miércoles, 30 de junio de 2010

Seis poemas de Tomas Venclova

Traducción del lituano de Pietro U. Dini y Albert Lázaro-Tinaut


Un rincón de Klaipėda, la ciudad natal de Tomas Venclova.
(Foto © PicsDigger)

La baigneuse [1]


Quién sabe si fue vida o no fue vida,

pero me ilumina en la estrecha orilla

un reflejo bruñido de agua hendida,

una barca, un romo arado, labra el canal

y yace la ciudad, desde los puentes

hasta las techumbres goteantes

como un fruto partido en dos


sobre el cristal fangoso. Frescas encrespaduras

(mejor diría silencio) baten con terquedad
la orilla. Una ola arrolla un anónimo jirón
de laguna. Celestes telas cortan sesgadamente
ladrillos mohecidos. Oscurece el color,

y está Guardi en la retina, espetado por el viento.


Calli, campi, campielli. Una piedra atezada,

en las arcadas, un húmedo carácter lagunar,

cielos de rancios siglos. Una Clío cegada

no percibió estos muros, ajados por los limos,

agua alta y gravedad terrestre. Los cimientos

se hunden sin apremio en el quieto elemento


y la ciudad vadea el espacio. Sube hasta las calles

de fachadas de mármol, con vahos de podredumbre
y malolientes légamos, una cálida espuma de mar,

y en lo alto, donde apenas alcanza la mirada,

un león blanco con el más sabio de los libros,

henchido de compasión por los muertos y los vivos,


mas la revelación le es confiada a él, y no a nosotros,
aquélla a la que obedece la duración del tiempo

y de todas las formas, del ángel al trilobites,
y la concha incrustada y ahusada en el frontón,

y la isla, donde la hierba recubrió los huesos

en espera de la mañana sin alba del Señor.


El siroco raspa los resquicios de los muros. Oculta

el rostro tras una máscara (un rostro que no es), arroja

la acritud oscura de la cúpula y el cobre de las veletas.

Nada la ciudad en el fondo primigenio, donde reina

una fauna acuórea y viscosa:

rayas, platijas, ascidiáceos, frutti di mare.


Una copa de vino, al anochecer, en la taberna.

Más allá de la plaza, el monocromo e inclemente

abismo, que resiste en las tinieblas de los párpados,
arca nupcial, templo anguloso; las campanadas

sobrecogen la cúpula, y la mano asida a otra mano,

tensa, es capaz de aniquilar al dolor y al tiempo.


[1] Se habla aquí de la ciudad de Venecia (nota del autor)
.

La baigneuse
Kas žino — gyvenimas buvo ar ne, / bet siauroj krantinėj nutvieskia mane / suardyto vandens sidabruojantis gaisas, / valtis plėšia kanalą buku noragu, / ir nuo tiltų lig pat šlakuotų stogų / miestas guli nelyginant skylantis vaisius // ant supurvinto stiklo. Prėski ribuliai / (ar tiksliau pasakius, tyla) atkakliai / daužo bortus. Šešėlis įveikia bevardę / marių skaiutę. Kerpėtas plytas įstrižai / kerta mėlynos drobės. Tamsėja dažai, / ir tinklainėje — vėjo persmelktas Guardi. // Calli, campi, campelli. Pajuodęs akmuo, / arkatūroje drėgnas lagūnos rašmuo, / kito šimtmečio dangūs. Apakusi Clio / pražiūrėjo šiuos mhrus. Jiems gresia tiktai / dumblas, potvynis, žemės trauka. Pamatai / neskubėdami grimzta į taikią stichiją, // miestas braido erdvėj. Ligi kelių — šiltą / marmurinio fasado ar jūros puta, / atsiduodanti tepalu ir puvėsiais, / o aukščiau, kur beveik nesiekia rega, / baltas liūtas su išmintingiausia knyga, / pilnas gailesio mirusiems ir gyviesiems, // nes ne mums, o jam atverta ištarmė — / ta, kuriai paklūsta sekundžių trukmė, / visos formos, nuo angelo lig trilobito, / aptrupėjus dygi frontono kriauklė / ir sala, kur kaulus apklojo žolė, / laukdama neišauštančio Viešpaties ryto. // Sienų mezginius drasko scirocco. Šutra / dengia veidą kauke (nors veido nėra), / temdo kupolo žvyną ir vėtrungi¨ varį. / Miestas plaukia pirmykštėn gelmėn, kurioje / karaliauja slidi vandenų gyvija — / plekšnės, rajos, ascidijos, frutti di mare. // Vyno stiklas kavinėje, pavakary. / Už aikštės monochromiška, atšiauri / praraja, bet vokų tamsumoj išsilaiko / daugiabriaunė šventovė, nei kraičio skrynia, / kūjai virpina skliautą, ir delnas delne / įsitempdamas persveria skausmąir laiką.


Comentario

Lo primero, aunque cueste, es venerar la lengua;

humillada en los renglones de la prensa, en falsas necrológicas,
en sombrías alcobas asfixiantes, en delaciones, en el griterío del
mercado,

en las trincheras, en esquinas malolientes, en infames teatruchos,


en interrogatorios y en paredes de urinarios.

En edificios grises donde alambradas de acero custodiaban
un sinfín de escaleras, donde ya no es el hombre, sino el tiempo,

quien determina cuándo debe llegar el momento de la muerte;


deshilachada, ronca y torpe por el bullicio

y la rabia. Venerar, pues, la lengua,

exiliada en la tierra con nosotros, de manera

que incluso en ella encuentra su reflejo,


el verbo originario, engendrado en otros universos.
Nos fue dado para distinguirnos de la arcilla,

la palma y el tordo, y tal vez, por qué no, de los ángeles,

para entender mejor las cosas al nombrarlas.


Aquellos que esperan recuperar el espacio perdido

purificando la lengua han de tener muy en cuenta

que el fracaso les acecha en cada esquina. Porque sabido es

que las puertas se van alejando cuanto más te aproximas a ellas;


el don compensa la pérdida; lo construido

pronto será un montón de ruinas. Y jamás llegarás a un paraíso extranjero

–porque muchos son los paraísos–. Quien un día lo alcanza

borra sus propias huellas y no tarda en extraviar la llave.


Dicen que no eres más que un instrumento. Te dicta

una fuerza que, si pudieras ver, te dejaría ciego.

No es así, exactamente. Subes en sueños la escalera de Jacob,

a tientas, gastando fuerzas que no tienes, sin red que te proteja,

esperando que alguien te acoja –o no–, allá en lo alto. Tal vez

se ponga de tu lado, y él mismo ordene las palabras,

cambie una vocal, precise la sintaxis, el calificativo.

Pocas veces ocurre, pero puede ocurrir,


y entonces sientes que aquello que has creado está bien,

porque las letras fluyen por el folio como el légamo en el río,

y de pronto aparece el matorral, la ribera y la ciudad tras ella.
Y es mejor que no sepas quién lo leerá (si al final es leído).


Komentaras

Pirmiausia, nors tai ir sunku, mylėti kalbą, / pažemintą laikraščių skiltyse, melo pilnuos nekrologuos, / tvankių miegamųjų tamsoj, skundiko mašinrašty, turgaus riksme, / apkasuos, palatų dvoke, trečiaeiliuos teatruos, // tardytojų kabinetuos, ant išviečių sienų. / Pilkuos pastatuos, kur laiptinės dugną sergi / plieniniai tinklai, idant ne žmogus, bet amžius / parinktų mirksnį, kada bus leista numirti; // beveik suirusią, kimią, prišnerkštą triukšmo / ir įniršio. Taigi, mylėti kalbą, / nutremtą žemėn drauge su mumis, kadangi / net ir tada joje atsišviečia // pirmykštis žodis, užgimęs tarsi kitokioj visatoj. / Jis buvo duotas, kad mus atskirtų nuo molio, / palmės ir strazdo, gal netgi nuo angelų, / ir mes vadindami aiškiai suvoktume daiktus. // Tie, kas bando sugrįžti į prarastą erdvę, / apvalydami kalbą, turi suprasti, / kad beveik tikrai pralaimės. Nes durys, / kaip žinoma, tolsta greičiau, nei prie jų artėji; // dovana prilygsta netekčiai; kas pastatyta, / bus nedelsiant sugriauta. Taip pat neį žengsi / į svetimą rojų (nes rojų gausu). Jį pasiekęs / nutrina savo pėdas ir pameta raktą. // Sako, esi tik į rankis. Tau diktuoja / galia, kuriai pažvelgęs į veidå apaktum. / Nevisiškai taip. Jokūbo laiptais tu lipsi sapne, / apgraibom, įtempęs jėgas, kurių neturi, neapsaugotas tinklo, // kol kažkas viršuje pasveikins (o gal nepasveikins). Kartais, / pastūmęs tave į šalį, jis perstato porą žodžių, / pakeičia balsį, patikslina sintaksę, laipsnį. / Tai būna itin retai, bet vis dėlto būna, // ir tada junti, kad tai, ką sutvėrei — gera, / nes raidės plaukia lapu, nelyginant ižas / upe, ir staigiai ryškėja krūmas, krantinė, miestas. / O kas tai skaitys (jei iš viso skaitys), tau nedera netgi žinoti.


Instrucción [1
]

Apenas una hora de vuelo. El aduanero

deja pasar, apático: observa atentamente el pasaporte

–la única carta del juego que no tendrá fin–

y asiente con un gesto de su mano. Así es, en un año,

en un mes o un minuto pueden cambiar mucho las cosas:

es el riesgo, aunque mínimo. Las casitas de paredes rosadas

de los tiempos de Mayerling [2]. Es fiesta. En las ventanas

los mismos retratos exhibidos un año y otro. Banderas y consignas.

Es el mejor momento para venir a estos países: el gobierno no está

en la ciudad, cerraron los archivos, el guardia ya esta harto

de darle al botón; es probable que en las cárceles

queden sólo dos o tres subalternos, demasiado

imbuidos del deber. Hoy el piloto [3]
sobrevuela a sus anchas esa tierra más rica de uranio y de acero

que de trigo; hoy mismo aterriza en la ciudad a la que tú,
probablemente, jamás habrás de regresar. Es más audaz, sin duda.
Noviembre, oscuros bulevares, más allá de los pórticos algo se oculta,

innegablemente, como en sueños. Al final ese sueño se revive.

Un monte entre la niebla, pero no hay que subir hasta su cumbre.

Aquí parece único. Vastas llanuras se extienden hasta el Dniéper,

hasta el Ural y se prolongan hasta el Gobi. ¡Después del puente gira a la derecha!

Te acompañarán la soberbia de cristal ahumado, atenuadas linternas,

recintos de estilo Sezession y antiguas mezquitas. Muy pocos transeúntes.

Para ellos tú eres invisible. Hace días que llovizna.

Un valle, un gran valle, como el fondo de una irreal laguna.

Caracoles de piedra encima de las puertas; pulpos y ninfeas
en las cornisas; incluso el río, tan gris, es un molusco
sin valva.


No terminó y no terminará. Una mujercita frágil de aspecto rústico

vende flores. Le bastará que alguien le compre un clavel.

Ese alguien no anda lejos. Junto al monumento [4] están siempre aquellos

cuyo deber es confiscar las flores. Pero hoy es fiesta.

Ellos también tienen derecho a descansar. Treinta años atrás, por estas fechas,

en la plaza se reunieron (¿mil?, ¿dos mil?; tal vez ni siquiera cinco mil),

algunos con claveles en la mano, otros es muy probable que sin nada.

Lo que ocurrió está escrito en muchos libros.

Para poder leerlos, no había más remedio que abandonar la patria.


A veces se tropieza con piedras astilladas

en la costra mellada del granito, en la esquina gastada de un inmueble,

mas al cabo de tantos, tantos años, resulta difícil deambular sin guía.


Del hombre de la plaza, la verdad, poco sé:

“pegados los brazos a la coraza”, “caerán los muros de Jericó”,

“lejos, lejos”. Tal vez los versos más hermosos del mundo.

Masón y artillero. Cojo de rostro adusto.

Labguvá. Ostrołęka, Wola, Temesvár.

Más són las batallas perdidas que las ganadas.

Abrazó el islam y murió de fiebres en Alepo.


No pasa nadie. Deposita un clavel a sus pies,

que el mundo, como estrella, venza su gravedad y se incline ante él.

El continente se hunde en el valle, el valle en la brumas urbanas,

las brumas urbanas en la plaza, la plaza se entrega al monumento.

El clavel es el centro de todo, hecho únicamente de neutrones.

Y cuando pases de nuevo por allí, al cabo de dos horas,

permanecerá todavía encima de la piedra. O así parecerá.


Enajenado gesto. Lo has esperado durante treinta años.

Has cambiado de tierra, de destino, de amigos, pero lo has conseguido.

La gente, entonces, recogida en la plaza (no cupo todo el mundo)

esperó todo un siglo. Más aún: fueron ciento ocho años. ¡Qué podían hacer!

Estas tierras tan llanas, las estepas, la niebla, avezan a la espera.


[1] Se habla de un viaje a Budapest, desde Viena, durante la conmemoración, en 1986, del aniversario de la Revolución de Octubre (y de la revuelta húngara de los años treinta). Se cita al poeta polaco Cyprian Norwid (nota del autor).
[2] Mayerling es un lugar vinculado a la dinastía de los Habsburgo (nota del autor).
[3] Piloto: se refiere a la hazaña de Matthias Rust, que aterrizó con su avioneta en la Plaza Roja de Moscú (nota del autor).
[4] Se refiere al monumento al general Jósef Bem, que participó en la revolución húngara de 1848; junto a aquel monumento emprendieron la acción los revolucionarios de 1956 (nota del autor).

Instrukcija
Skridimo mažiau nekaip valanda. Pasienietis / praleidžia be vargo: neskubėdamas peržvelgia pasą / (vienintelę kortą žaidime, kuris nesibaigs) / ir pamoja ranka. Žinoma, daug kas gali / pasikeisti po metų, mėnesio ar po minutės: / rizika, nors ir nedidelė. Rusvo mūro lindynės / iš Mayerling'o epochos. Šventė. Portretai languos, / nematyti jau gerą dešimtmetį. Vėliavos, šūkiai. / Geriausias laikas šiuose kraštuose: valdžia išvykus už miesto, / užrakintos bylos, budintysis tingi pirštu / paliesti diską; tikriausiai kalėjimuos / lieka du trys prižiūrėtojai, ypač pamėgę / savąjį darbą. Šitokią dieną lakūnas / nenumuštas perskrenda žemę, kurioje urano ir plieno / žymiai daugiau nei grūdų; šitokią dieną jisai nusileidžia mieste, / į kurį tu tikriausiai negrįši. Tiesa, jis drąsesnis. / Lapkritis, tamsūs bulvarai, už arkų kas nors būtinai / slepiasi, tartum per sapną. Iš viso tai primena sapną. // Kalnas migloj, bet į kalną kopti nereikia. / Čia jis, rodos, vienintelis. Lėkštos lygumos plyti / lig Dniepro, paskui lig Uralo ir Gobio. Už titlto pasuk dešinėn. / Tave palydės apakusio stiklo puikybė, užgesę žibintai, / secesinės aptvaros, senos mečetės. Praeiviū nedaug. / Tu lieki nematomas jiems. Jau kelintą dieną lynoja. / Slėnis, didelis slėnis, tarytum lagūnos dugnas. / Akmeninės sraigės virš durų; aštuonkojai ir jūrų lelijos / karnizuos; net upė pilka nei moliuskas, / išlindęs iš kiauto. // Nesibaigė ir nesibaigs. Moteriškė sodietišku veidu / prekiauja gėlėm. Užtenka vieno gvazdiko. / Čia jau netoli. Paprastai prie paminklo budi / tie, kurių pareiga — konfiskuoti gėles. Bet juk šiandien šventė. / Ir jie turi teisę į poilsį. Tada, prieš trisdešimt metų / aikštėje susirinko (tūkstantis? du? Penki turbūt nesutilptų) / kai kurie su gvazdikais, kiti greičiausiai be nieko. / Kas buvo toliau, aprašyta daugybėje knygų. / Kad galėtum skaityti tokias knygas, turėjai palikti tėvynę. // Vietomis gal pasitaiko įskilęs akmuo, / išvarpyta granito plokšmė, nukirstas pastato kampas, / bet po tiekos metų sunku susivokti be gido. / Apie žmogų aikštėj, tiesą sakant, žinai nedaug: / „sunėręs rankas ant šarvo“, „sugrius Jerichono mūrai“, / „tolin — tolin“. Galbūt geriausios pasaulyje eilės. / Masonas, artileristas. Šlubis apsvilintu veidu. / Labguva, Ostrołęka, Wola, Temesvár. / Mirė drugiu Aleppo mieste, priėmęs islamą. // Nei vieno praeivio. Padėk gvazdiką prie kojų, / kad pasaulis sukniubtų tarytum žvaigždė, įveikta savosios traukos. / Žemynas griūva į slėnį, slėnis į miesto miglas, / miesto miglos į aikštę, aikštę į paminklą. / Viso ko centras — gvazdikas. Sunkus, iš vienų neutronų. / Kada po dviejų valandų eisi pro šalį, / jis dar gulės ant akmens. Ar bent taip atrodys. // Beprasmis gestas. Tu jo laukei trisdešimt metų. / Pakeitei kraštą, likimą, draugus, bet pasiekei savo. / Žmonės, tada susirinkę aikštėj (ne visi jie grįžo namo), / laukė šimtmetį. Netgi ilgiau: šimtą aštuonerius. Ką padarysi — / šitos lygumos, stepės, migla įpratina laukti.


Hommage to Shqipëria [1]


Aprecia ese cielo desplomadizo del anfiteatro.

El semicírculo rocoso y los rayos como pausas

en el monólogo. La escena poco menos que ideal.

Nos hace señas el parásito de la más celebrada

comedia de Plauto. Una vez estuvo aquí Epidamnos,

en este pobre país, tan realista ahora.


Lo que queda: papel de estraza en la palma de la mano

con el perfil de un monte y dos palabras: pesë lekë [2]

y una locomotora negra que existe sólo, al parecer,

en los billetes de banco. Luego ventanas huecas y podridas,

paja en las pestañas del camino y la sombra de un búnquer

junto a la giba parda y deslucida de un asno.

En la hondonada donde flamea el Flegetonte

rompen el espejo lampiños oteros armados.

Europa, digámoslo así, es un sistema solar

(oscilaciones de planetas, eco de conjunción de esferas)

y este país, aun siendo ardiente, resulta ser Plutón,

refugiado en la brecha y el silencio.


Se está bien aquí, donde yo no estoy. Me aferro una vez más

a esta sentencia. Los granados no han madurado
y se han malogrado las milgranas. He sobrevivido

a tres dictadores y a otros tres vi a prudente distancia

en el exilio. Pero el que medra aquí es digno
de seis o siete como él. Parece haber dado portazos


acá y acullá. Crujen los cristales bajo los pies.
Las huellas de metralla son como iris pútridos

en calaveras de marcianos. La malla del refugio

se clava en la caliza para que las generaciones del futuro
recuerden que esto nunca será paraíso o purgatorio,

ni aire, ni agua, pero sí, al menos, será fuego.


A la hora del ocaso, al olfato remilgado llegarán
indolentes efluvios de basura, heces, rakia [3] y ratas.

La constelación crepita bajo un hilo de ceniza.

¡Cómo susurran las muertas y blancuzcas hojas del acanto!

¡Cómo atrae el vacío! Pide prestado el peso

de los cuerpos y madura quedamente en el espacio.

Sobre el árido mármol se pudren cáscaras de fruta

y se dibuja el perfil del viejo cómico

en el humo del tabaco. Escucho en sueños:

“Donde hubo rebalse es donde insiste el panta rhei:

y nadie sabe, ni siquiera Dios, lo que conviene.

Para vino, un dólar. Para un aforismo se requieren dos”.


[1] Composición dedicada a Albania, el más pobre y aislado de los estados poscomunistas. La ciudad de Durrës (Epidamnos), que conserva los restos de un anfiteatro romano, es el lugar donde se desarrolla la acción de la comedia Menaechmi (‘Los gemelos’) de Plauto. Uno de sus protagonistas, llamado Peniculus (en la traducción lituana, Šepetis), aparece en la primera estrofa del poema, y en la última se parafrasea a Heraclito y Sócrates (nota del autor).
[2] En albanés, ‘cinco leks’. El lek es la unidad monetaria de Albania (nota de los traductores).
[3] Aguardiente característico de los Balcanes (nota de los traductores).

Hommage to Shqipëria
Įvertink dūbsantį amfiteatro dangų. / Uolinis puslankis — ir stipinai, lyg pauzės / monologe. Scena beveik ideali. / Mums moja veltėdys iš Plauto protingiausios / komedijos. Kadais čia būta Epidamno — / šioj vargšėj, pernelyg tikroviškoj šaly. // Jos liekana — delnuos įplyšęs popierėlis / su kalno kontūru, dviem žodžiais pesë lekë / ir juodu garvežiu, kuris, berods, tėra / banknotuose. O šiaip — tušti langai, suplėkę / šiaudai šaligatviuos ir bunkerio šešėlis / ties asilo ruda įdiržusia kupra. // Užuovėjoj, kame liepsnoja Flegetonas, / suskaldo veidrodį pliki ginkluoti šlaitai. / Europa, tarkime, tai saulės sistema / (planetų virpesys, aidingi sferų saitai), / o ši šalis — kaitrus, bet vis dėlto Plutonas, / kurio gyvenvietė — spraga ir tyluma. // Ten gera, kur manęs nėra. Kelintas kartas / stveriuos to priežodžio. Granatai neprinoko, / granatos pernoko. Aš pergyvenau tris / diktatorius, o tris regėjau iš saugoko / atstumo tremtyje. Tačiau čionykštis vertas / šešiųar septyni¨. Jis užtrenkė duris // sakytum, į visur. Po padais grikši stiklas. / Kulkosvaidžio anga, nei perpuvus gyslainė / marsiečio kaukolėj. Slėptuvių rezginys / įstrigo klintyse, idant atmintų ainiai, / kad niekad nebebus nei rojaus, nei skaistyklos, / nei oro, nei vandens, o bus nebent ugnis. // Arčiau saulėlydžio lepi uoslė nenoriai / užčiuopia sąšlavų, rakijos, žiurkių kvapą. / Žvaigždynas sukrebžda po peleno gija. / Kaip šlama negyvi, balti akanto lapai, / kaip gaudžia tuštuma! Ji skolinasi svorį / iš kūnų ir lėtai prisirpsta erdvėje. // Ant sauso marmuro boluoja vaisiu žievės, / ir seno komiko apybraiža skaidrėja / tabako dūmuose. Pro miegą išgirsru: / „Kur buvo sąstingis, ten smelkias panta rhei — / o kas geriau, beje, nežino netgi Dievas. / Už vyną — doleris. Už aforizmą — du”.


Metro de Berlín, Hallesches Tor [1]


Sobre Europa se extiende el invierno. Se encoge y se retuerce

Y se rompe como un cardo, extensión de campos de asfalto.

Su torvo esplendor extravía aquí el espacio. Invierno

Y península de Berlín. Hueso, cartones, cemento.


Se ve un cielo vuelto del revés. Policías patrullando las calles,

Focos azulinos escudriñan sin cesar, sobre el muro serpentean alambradas.

Un vacío sin norte ni destino. Ningún ovillo de lana nos conduciría

A ningún otro ser. La nieve bandea alta sobre Europa.


Cuando caminas durante tantos años y tantas millas ya no sabes

En qué orilla fondeará tu nave. Da igual que sea Jericó o Mitte:

Las termitas trabajan con ahínco y transforman las ciudades,

Pero ese sordo rumor nunca suplantará al de las trompetas.


Vuelve atrás y mira el mañana desde el ayer.

He ahí la silueta de un hombre, calado de sucia nieve:

No puede ver cómo se arrastra, lento, por la Hallesches Tor

Un vagón de cartón llegado de más allá de cualquier lugar.


[1] El metro del Berlín occidental recorría el límite entre el territorio berlinés del Oeste y del Este. La Hallesches Tor, o Puerta de Halle, és una de las primeras estaciones a las que se llega cuando se entra en la parte occidental de la ciudad. En este poema se describe un viaje al Berlín Este (una ciudad inaccesible entonces para el autor) y el regreso (nota del autor)
.

Berlyno metro – Hallesches Tor
Virš Europos žiema. Asfaltuotų laukų platuma / Susitraukia, raukšlėjas ir skyla tarytum kaštonas. / Čia erdvė nebetenka grėsmingos puikybės. Žiema / Ir Berlyno pusiasalis. Kaulas, kartonas, betonas. // Matom atvirkščią dangų. Sargai patruliuoja gatves, / Mirksi mėlynos lempos, ant sienos didžiuojasi lopas. / Tuštuma be krypčių. Suvyniota gija neišves / Į kitabūtį. Sniegas plasnoja aukštai virš Europos. // Kai keliauji tiek metų ir myli¨, dažnai nežinai, / Kokį krantą priplauksi. Vis vien, Jerichonas ar Mitte — / Stropiai triūsia termitai, ir keičiasi miestų planai, / Ir kurtus kuždesys niekados neatstoja trimito. // Atsigręžk atgalios ir nuo vakar pažvelk į rytoj. / Ten juoduoja žmogus, įsisunkęs į suterštą sniegą. / Jam nelemta regėti, kaip slenka pro Hallesches Tor / Kartoninis vagonas, pabuvęs toliau negu niekur.


Anno Domini 2002 [1
]

Una estrella desvalida en el cenit, señal de milagro y de invierno.
La ciudad, como un avión, aterriza en la planicie del Año

Nuevo. El recalentamiento global afecta a las torres

como un virus. El llano archipiélago tose y jadea.
La estatua blanquecina, reina de una frustrada partida

de ajedrez, quedó envuelta en una red de fina lluvia.
El Rubicón fue cruzado hace un cuarto de siglo.

Arco vivaz de la mirada, visillos sutilmente corridos.

Una gota dilata la pupila, la inmundicia contamina el paladar.

Tras la esquina se yerguen pasarelas y resplancede un cine solitario.


Subes sin prisas los peldaños de la densa prosa del fin de semana.
Sobre el quicio desgastado de la puerta no hallarás la voz latina salve,
porque ésta no es tu patria. El parquet se doblega y cede como el barro

bajo los pies del fugitivo. La vidriera art nouveau, recién montada,
ofrece desganada a los clientes una gloria rojiza y azulada


en lo alto del bar. Manteles como velas, espejos, cristal, bronce,

falso mármol. Sí, en aquel Cincuenta y dos

(¿cómo lo dijo el poeta?), temeroso y turbado,
te sientas con la copa de vino hasta que unos copos ligeros, fangosos,

pregonan como puntitos que la era zozobra ya en el Mesozoico:


más profundamente aún que entonces. Un humo de muerte inexplicable
ahoga un septiembre negro, y octubre, y noviembre, y diciembre:

no tiene sentido continuar contando. Cubre cientos de bloques

por encima de polvo y vanidades (de ninguna de ambas quedó nada),

de pedazos de acero que parecen papel de celofán.


El calor nos devuelve al origen. Las guerras preceden a la paz,

el agua precede al suelo que pisamos. El hielo derretido en el Ártico

basta para que queden bajo el mar, si no la masa continental entera,

sí al menos este grumo de granito. Y hará falta mucha menos gasolina

para el iris, el músculo, la piel del hombre y de la torre.


El joven que yace en el lecho ascético con la cabeza apoyada en un brazo,

bajo una tienda, en algún lugar, ve en sueños duras pruebas de coraje:

aviones, llamas. Lo creamos nosotros. A él le corresponde sólo

este destino. Es hora de pagar. En medio del humo
resuena en el asfalto y rueda sobre él una ficha del metro


como un sestercio por la lava de Herculano.


[1] Se habla aquí del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, con citas de Auden (nota del autor).


Anno Domini 2002
Beglobė žvaigždė zenite, žiemos ir stebuklo ženklas. / Miestas, tarytum lėktuvas, leidžias Naujųjų Metų / laukymėn. Bokštus krečia globalinis atšilimas / it virusas. Kosti ir šnirpščia lėkštas salynas. / Balsva statula — valdovė iš jau praloštos šachmatų // partijos — įsivėlė į kaustantį dulksmo tinklą. / Prieš gerą ketvirtį amžiaus peržengtas Rubikonas. / Dygus akiračio lankas, primerktos dygios žaliuzės. / Lašas išdidina vyzdį, gomurį teršia drumzlės. / Už kampo, kur styro pastoliai ir šviečia nelankomas kinas, // neskubėdamas nulipi laiptais į tankią savaitgalio prozą. / Ant nudilinto slenksčio nerasi lotyniško Salve, / nes čia ne gimtinė. Parketas linguoja, trupa lyg ižas / po bėglio pėdom. Naujutėlis jugendo stiliaus vitražas / nenoriai aukoja klientams rausvą ir melzganą šlovę / virš baro. Staltiesių burės, veidrodžiai, krištolas, bronza, / netikras marmuras. Taip, toj pačioj Penkiasdešimt Antrojoj / (kaip sakė anas poetas?) įbaugintas, apsvaigęs, / sėdi prie vyno taurės, kol retos purvinos snaigės / kryžiukais ženklina erą, grimztančią mezozojun — // giliau, negu grimzdo tada. Mirties neiššakomas tvaikas / įžeidzia juodą rugsėjį, spalį, lapkritį, gruodį — / toliau skaičiuoti neverta. Jis tvyro per šimtąblokų / viršum puikybės ir dulkių (nei vieno, nei kito neliko) / ir celofano skiautelėm virtusių plieno griozdų. // Kaitra grąžina į pradžią. Karai pirmesni už taiką, / vanduo senesnis už dirvą. Atšilusios Arktikos ledo / gana, kad po mariom dingtų jei ne visi žemynai, / tai šis granito gurvolis. Ir žymiai mažiau benzino / pakanka žmogaus ir boksto rainelei, raumeniui, odai. // Pasibrukusiam kumštį po galva jaunuoliui asketiškoj lovoj, / kažkur palapinėj, sapnuojasi šaunios šaidynės — / lėktuvai, liepsna. Tai mes jį sutvėrem. Jam duotas / tik šitas likimas. Laikas mokėti. Pro dūmus / grindimis žvangėdamas ritas metro žetonas, // lyg sestercijus Herkulanumo lavon.


Estos poemas, en su versión castellana, fueron publicados originalmente en la revista virtual argentina Prometheus (Año IV, núm. 25) y en Liburna, revista de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” (núm. 1, 2008, pp. 145-154).

jueves, 24 de junio de 2010

Creación y traducción en el poeta lituano Tomas Venclova

Por Pietro U. Dini, Università degli Studi di Pisa

A pesar de la intensa actividad creativa y ensayística que le ha procurado una ya consolidada fama internacional, Tomas Venclova (pronúnciese Véntslova) es todavía en España un poeta prácticamente desconocido. Venclova nació el 11 de septiembre de 1937 en Klaipėda (pronúnciese Cláipeda), el puerto lituano al Báltico, licenciándose en la Universidad de Vilna en 1960, tras lo cual continuó sus estudios en Tartu junto con el célebre investigador de temas literarios, Yuri Lotman. En la Facultad de Historia de la Universidad de Vilna Venclova trabajaría hasta el año 1977, fecha en la que decidió pasarse a Occidente ―en la expresión habitual de las enciclopedias soviéticas de la época― tras obtener, superando numerosas dificultades, el preceptivo visado. Con tal mudanza Venclova hizo también drástica permutación de sus horizontes: del horizonte lituano oficial y soviético al de la comunidad lituana del exilio, un horizonte sólo en apariencia más restricto, ya que allí al menos podían circular textos que en la patria del poeta ni tan siquiera podían imprimirse. En la actualidad Venclova, poeta, traductor y crítico literario, enseña literatura rusa, polaca y lituana en la Universidad de Yale amén de colaborar activamente en variadas iniciativas culturales y editoriales.

En el prefacio a su “Luz que se Espesa” (Tankėjanti šviesa) [10] el poeta nos dejó un significativo testimonio de su etapa soviética: «Estas épocas son a veces de algún provecho para la poesía (lo que, obviamente, no por ello significa que sean deseables). Si tal época me ha sido de provecho, por supuesto, no es cosa que habré yo de determinar, pero ella condicionó el tono general del libro (tanto el de los versos originales como el de las traducciones), el cual es probablemente uniforme y obscuro; ahora bien, variarlo artificialmente no habría sido ético. Durante todo “el bajo e innoble decenio” (Auden) no he tenido verdadera esperanza de poder mantener, todavía en vida, un vínculo significativo con mi patria. Hoy esta esperanza existe y precisamente toma cuerpo poco a poco. Pese a todo, las fórmulas que generalizan la experiencia del decenio, acaso tengan un cierto valor, al menos como documento y cercano quizá no sólo a mí. Me alegro de que (aunque ciertamente no todos) algunos de mis libros y textos hayan, con todo, logrado llegar hasta Lituania y hasta algunos jóvenes poetas de allí».

En efecto, incluso durante su exilio Venclova ha seguido siendo una autoridad para las jóvenes generaciones de poetas lituanos como testimoniaría sin más el enorme interés que despertó su visita a Vilna, la capital, y a Kaunas, la segunda ciudad de Lituania, en octubre de 1990: «En verdad, tras la recuperación de la independencia nacional en 1991, las visitas del poeta a su país se han visto intensificadas; momento también a partir del cual Tomas Venclova ha podido ir respondiendo en su propia patria a las ásperas críticas oficiales que antes habían repetidamente condenado las actitudes y posiciones del poeta, la reedición de sus versos y de sus ensayos antes censurados, así como sus intervenciones inéditas sobre los importantes cambios que estaban aconteciendo en los países bálticos. Así pues, las obras de Venclova y que en su patria habían circulado clandestinamente en ciclostil o en las revistas literarias estudiantiles, pasaron a entrar ahora por la puerta oficial mediando la publicación o republicación de las mismas. Toda esta trayectoria poético-personal podría quedar sintetizada en el siguiente comentario de Kęstutis Nastopka (1988: 7): «Tomas Venclova, una vez fuera de Lituania, desapareció del horizonte de nuestra crítica literaria como si del Ministerio de Justicia de Orwell se tratara, mas su poesía volvió adáptandose a la coyuntura [...] Venclova es hoy en realidad la más alta autoridad poética para nuestra joven generación de poetas, algo que bien saben los atentos lectores de poesía».

Todo ello podría traernos a la memoria inmediatamente dos asuntos. En primer lugar la frase del Premio Nobel polaco Czesław Miłosz: «Si el exilio no acaba con el poeta, este se hace más fuerte»; y en segundo lugar, la confirmación, una vez más, de que la actividad creativa, si es auténtica, posee en sí la fuerza para retornar a solas a su propia tierra, sin necesidad de visados ni pasaportes. De este modo Venclova ha construido un puente ideal entre dos literaturas, o mejor dicho, entre las dos ramas de la misma literatura lituana: la de la patria y la de la emigración. Lo cierto es que estos últimos años han significado para Tomas Venclova una sucesión de reconocimientos. En el 2000 el poeta fue distinguido con el premio nacional lituano, y el 2 de octubre de ese mismo año ejercía en Vilna de moderador en el denominado Encuentro de los tres Nobel entre Günter Grass, Wisława Szymborska y Czesław Miłosz. Al año siguiente Venclova recibiría el nombramiento de ‘Hombre de Frontera’ (en lituano Paribio žmogus o Człowiek pogranicza en polaco) por el centro cultural polaco ‘Frontera’ (Pogranicze) para premiar una personalidad «cuya postura biográfica y actividad muestran una tolerancia y un punto de vista comprensivo de la diferencia ajena capaces de valerosamente superar estereótipos y prejuicios para tender puentes entre las diferentes religiones y pueblos de la humanidad». Además, en el período entre el 2000 y el 2002, fueron publicadas diversas antologías de la poesía de Venclova en alemán, sueco y ruso, viendo finalmente la luz incluso una biografía in uita del poeta (Mitaitė 2002).

Con todo y aunque Venclova forme parte junto al citado Miłosz y al también Premio Nobel Iosif Brodski de una “constelación poética” de enorme prestigio, la lengua en la que escribe, el lituano, es de mucho menor trato y conocimiento internacional que el polaco de Miłosz o el ruso de Brodski: lituanica non leguntur o “en lituano no se lee”, y podría añadirse: ex Lituanico sermone pauca uertunt “y del lituano poco es lo que se traduce”. Los tres nombres de esta poética constelación centro-oriental ―es decir, Brodski, Miłosz y Venclova― se han visto además unidos durante años por el mismo destino bien semejante de la emigración, más o menos obligatoria, y del exilio. Por ello mismo y respondiendo al Miłosz que comparara la condición de poeta exiliado a una segunda vida tras la muerte, Venclova escribió: «Encontramos personas que no esperaríamos encontrar en este mundo y, una vez separados más o menos para siempre de nuestros viejos conocidos, nuestros contactos con ellos tienen un carácter casi más bien de espiritismo». Agudezas de este cariz reaparecerán en su “Undécimo Canto” (Vienuoliktoji giesmė), obra compuesta y publicada por primera vez en “Ecos” (Aidai), la prestigiosa revista literaria lituana de Chicago, y publicada precisamente en 1977, es decir, cuando Venclova fue privado de la ciudadanía soviética. A la misma, apesadumbrada pregunta del Poeta griego («Y ¿cómo, pues, Elpenor, comprendiste tú todo tan rápidamente en el país de las tinieblas?
»), Venclova había dado respuesta componiendo un canto neo-homérico. En este la mímesis es, sin embargo, sólo aparente y la emoción, totalmente novedosa, genera un universo como en duermevela, donde barcas y barquichuelas fluctúan entre espacios acuáticos y lacustres, y el tiempo se detiene entre “inmarcesibles” cañizales, mientras personas nunca antes vistas vienen a nuestro encuentro por primera vez.

Por su parte, en un célebre ensayo aparecido por primera vez en 1989 el mismo Brodski (1997: XVIII) definió la poesía de Venclova como una forma de resistencia a la realidad cuyo paisaje más idiosincrático es el norte: «Venclova es un poeta nórdico, nacido y crecido junto al mar Báltico, y este su paisaje es monocromático, dominando en él los tonos grises y obscuros o bien sencillamente la luz de un cielo cantado hasta el anochecer. Apenas el lector abra una página, aparece de inmediato este paisaje». Para convencerse de lo certero de esta afirmación nada hay mejor que leer la poesía del propio Venclova. Al Venclova “poeta en prosa” parecen, en cambio, serle no menos queridos los ambientes urbanos. De hecho, el intercambio epistolar que nuestro escritor mantuvo desde 1979 con Miłosz presenta como preferente objeto una ciudad de la Europa centro-oriental que ambos tan bien conocen y de tan intenso modo aman: la Vilnius lituana, la Wilno polaca «metropolis Lituaniae». La ciudad es a veces también evocada en las vísperas de la marcha a Occidente, cuando Venclova esperaba el visado para la emigración, como puede verse en su poema “Oda a la ciudad” (Odė miestui), compuesto antes de 1977. Sin embargo los retornos a Vilna de Venclova acontecen con mayor frecuencia ―y quizá también de mejor grado― en prosa que en poesía, así sucede en su ensayo “Un Divertissement lituano” (Lietuviškasis divertismentas), donde al análisis de una poesía de Brodski se une el relato de las vicisitudes del amigo ruso durante sus visitas a la capital histórica de Lituania. Algo muy parecido ha ocurrido también más recientemente, primero con ocasión del citado Encuentro de los tres Nobel, y después con la aparición del tan vencloviano prontuario cultural-poético “Vilna: una Guía de la Ciudad” (Vilnius: Vadovas po miestą).

Según otra vez la autorizada opinión de Nastopka (1988: 7), los versos de Venclova son una precisa creación lingüística donde las cosas son figuras geométricas perfectas y el hombre que, casi por fuerza interna, se quiebra entre voces contradictorias, es invitado a una clásica recomposición. Sí, pero se añadirá: por medio de la lengua. Ahora bien, esa reflexión sobre la lengua ―reflexión poética, pero no sin solapamientos lingüísticos― atraviesa o, si se prefiere, acompaña, toda la obra creativa de Tomas Venclova constituyendo un componente no baladí de esa poética vencloviana donde tan frecuentes son las interrogantes en torno a la relación entre voz y lengua, entre tiempo y memoria.
En efecto, la voz se presenta como el ámbito absoluto y exclusivo de lo poético: “Pues nuestros cielos, nuestra terraferma/ existen solo en la voz” (Nes mūsų dangūs, mūsų terraferma ―/ Tiktai balse) se lee en “El escudo de Aquiles” (Achilo skydas). La lengua, entendida históricamente, es la hablada por hombres de carne y hueso y que algunas veces emergen de entre los versos: “Usan murmurantes multitudes/ Una lengua cambiada apenas” (Ošiančios minios vartoja / Kiek pasikeitusia kalbą) escribe Venclova en “Calle Pestell” (Pestelio gatvė), o sea, el arcaico y conservador lituano, en cuya matriz de secular tradición literaria, primero oral y después escrita, se inserta también y a pesar de todos los descartes e innovaciones que la caracterizan, la creación de Venclova, para quien el tiempo y la memoria conforman la materia misma del poetizar. Dicho de otro modo: la voz del poeta toma cuerpo en una lengua que es tiempo e historia y transforma a su vez tiempo e historia de la lengua en poesía, siendo ese domesticar el tiempo, ese someterlo a la lengua poética posible precisamente “porque el tiempo es siervo de la lengua” (jog laikas paklūsta kalbai). En esto precisamente consistiría el gran descubrimiento que Venclova nos desvela en su obra “Perspectiva desde la Avenida” (Reginys iš alėjos). Ahora bien, si someter tiempo a lengua es el desafío del poeta, su misión es consecuentemente conferir voz a su propia lengua mediante la transmutación de todo referente, sobre todo el tiempo, en poesía: “Mas tal también el peso de nuestro oficio:/ transmutar el tiempo en estrofa” (Bet tas pat mūsų amato svoris―/ Laiką iškeisti į strofą) se lee en “Via Pestell”.

En el seno a la relación apenas entrevista, se nos introduce también la relación de Venclova con la memoria ―o mejor, con las memorias― ya sea aquella íntima y privada o pública e histórica, una vez que todas se intersectan inextricablemente en sus poemas, como por ejemplo en “Instrucción” (Instrukcija). Y la memoria de Venclova, ajena a todo sentimentalismo, privilegia con frecuencia precisamente aquello que, siendo una incomodidad para el individuo y para la sociedad, de buena gana se dejaría caer en el olvido. También, pues, esa misma memoria se encuentra en la confluencia de dos corrientes: la Historia ―con H mayúscula― que afecta a pueblos e individuos, y la historia de la palabra, de la tradición literaria en la cual se inserta y desemboca, y que es al tiempo instrumento y sujeto en devenir de su propio hacer poético.


Si prescindimos de dos de sus escritos, “Las Razas, los Planetas y Nosotros” (Raketos, planetos ir mes, 1962) y “El Gólem o el Hombre Artificial” (Golemas, arba dirbtinis žmogus, 1965), dedicados a cuestiones vagamente científicas y publicados por Venclova en su juventud, las prestaciones poéticas de Tomas Venclova se materializan hasta ahora en unas pocas colecciones de versos. Venclova emergerá como poeta en 1957, en la Lituania soviética de los años del estancamiento brezhneviano; sólo más tarde dará a la imprenta la recopilación “Signo Lingüístico” (Kalbos ženklas, 1972), al que seguirán “98 Versos” (98 eilėraščiai, 1977), “Luz que se Espesa” (Tankėjanti šviesa, 1990), “Charla de Invierno” (Pašnekėsys žiemą, 1991), “Perspectiva desde la Avenida” (Reginys iš alėjos, 1998) y su más reciente “Intersección” (Sankirta, 2005), amén de la antología “Recopilatorio” (Rinktinė, 1999).

La primera entrega de Venclova, “Signo Lingüístico”, reunía 37 poemas del perodo 1957-1970 y viera la luz, tras varias infructuosas tentativas, en un momento de relativa libertad, cuando fueron también publicadas algunas obras de autores disidentes cuales Sigitas Geda, Jonas Juškaitis o Judita Vaičiūnaitė. Esta primera obra vencloviana fue acogida con cierta sorpresa y alguna perplejidad; no es casualidad que el conocido teórico francés de origen lituano Algirdas J. Greimas (1972) la definiera, paradójicamente, como poesía “casi sin significado” (beveik beprasmė poezija). A la sazón la opinión de la crítica se dividió en particular en lo concerniente al grado de realismo de los textos: por una parte, Vytas Areška (1972), intelectual orgánico, aconsejó al autor que se ocupara más de la historia y de la “viva realidad”; por otra, Venclova fue elogiado por Scammell (1998) precisamente por ser “fiel a la realidad”. El libro ―cuyo título, según el autor, quedaría bien correctamente traducido con el latín Nota linguae (esto es, ‘La Marca de la Lengua’)― es también indicativo de la gran preocupación vencloviana por las problemas del significado.


Con “98 Versos” Venclova se dará a conocer al público lituano de la emigración, si bien con una cierta y justificable reticencia [9]: «La poesía es un texto que debe inhibirse de su propio comentario. Al autor no le conviene explicar sus versos». El libro retomaba su anterior obra presentando composiciones, todas ellas escritas aún en su patria pero que allí no hubiesen podido ser publicadas. El crítico lituano-americano Rimvydas Šilbajoris (1979) supo resaltar cómo aquí combinábanse sencillez y abstracción: «la construcción de las frases es simplemente elemental, no hay entonaciones sentimentales, apenas se distinguen los cinco pies del yambo», y aún: «la impresión de abstracción procede paradójicamente de una concreción de imágenes expresada muy sencillamente mas con extraordinaria celeridad». Tampoco dejó de subrayar Šilbajoris los frecuentes referencias de Venclova a la poesía rusa (Pasternak y Mándelshtam principalmente), su [mutua] dependencia, sellada por una gran amistad personal, con Brodski y, en otro ámbito, con la familia poética compuesta por los estonios Jaan Kaplinski y Paul-Eerik Rummo, por la poetisa letona Vizma Belševica y por algunos poetas rusos de la entonces Leningrado (N. Gorbanevskaia, M. Gendelev, O. Ochapkin).


En las siguientes entregas la actividad creativa Venclova aparecerá más y más imbricada con la traducción. Venclova, en efecto, ha traducido del polaco (Norwid, Miłosz, Herbert, Barańczak), ruso (Pasternak, Mándelshtam, Ajmátova, Brodski), inglés (Eliot, Joyce, Auden) y aún de otras lenguas. La relación de nuestro poeta con la traducción se encuentra bien definida en la introducción a “Luz que se Espesa” [9]: «Toda la vida he trabajado en ambos géneros. Para mí tienen los mismos derechos: entre ambos no percibo abismo alguno, ni siquiera una brecha significativa. Y me gustaría que el lector tampoco los percibiera», colección donde 17 poemas originales ―escritos, por cierto, en la etapa final del Imperio soviético― se presentan acompañados de nada menos que 11 traducciones. La citada introducción contiene además al menos dos afirmaciones dignas de ser glosadas. La primera resulta casi como una profesión de fe a propósito de la actividad traductora (ibidem): «La traducción (o imitación) y la escritura original pertenecen a un mismo espacio poético [...] Existe una antigua tradición de componer libros enteros con ambos géneros [...] Verter las palabras proferidas en otra lengua, a veces incluso en otra época, es siempre un asunto arriesgado mas es esta una labor literaria de interés justamente por la posibilidad (aunque ello no siempre suceda con frecuencia) de que el verso de la otra lengua devenga parte integrante de la propia literatura». La segunda afirmación suena más bien como una confesión poética (ibidem): «Sucede también que te das cuenta de que un autor forastero ya hace tiempo ha dicho ―y mucho mejor que tú― lo que tú mismo debías decir. Soy mucho más proclive a la poesía personal y a la así llamada metafísica que a la civil. Con todo, albergo puntos de vista y sentimientos cívicos muy netamente definidos. Una vez hallado un buen poema donde afloran esos mismos puntos de vista y sentimientos, entonces no puedo resistirme a la tentación de traducirlo y así de algún modo convertirlo en uno de mis poemas».

Este específico aspecto de la apropiación de obras de otros autores o, como podría preferirse decir, de personamiento de Venclova en otros autores, será retomado al comienzo de “Charla de Invierno” [6]: «Las traducciones poéticas constituyen más de la mitad del libro. Siempre las he considerado equivalentes a la poesía original [...] las traducciones producen una sensación de escala poética y a la vez invitan a hacer en la propia lengua lo que se ha hecho en otras y ―y si es que somos capaces de ello― a no hacerlo peor. Sin embargo, todavía más importante me ha sido la exigencia interior. He traducido aquellas obras sin las cuales para mí era y es difícil vivir. Aunque suene a inmodestia, a menudo las percibo como propias». Al respecto en “Luz que se Espesa” [10] puede también leerse: «La propia poética y la poética de las traducciones revierten como inadvertidamente la una sobre la otra. Los versos originales frecuentemente explican las traducciones y las traducciones, los versos originales. Por utilizar un término hoy muy difundido, un género se convierte en la translengua del otro».

“Perspectiva desde la Avenida” es una de las últimas publicaciones poéticas de Venclova. El libro ha sido definido como la obra del retorno a casa y a los lugares del pasado, un retorno idílico, de hecho. La mirada desde la avenida es ya por sí misma una mirada desde la cercanía y ya no desde la lontananza, una mirada enriquecida además por la experiencia de la emigración. Se vislumbra así también una poesía de viaje, en la cual resultan acentuados ciertamente los temas de la memoria mas fundidos con las reflexiones de un moderno ulises, errabundo por muchos territorios (desde Albania a China y Tasmania) y que explora las diversas regiones de nuestro planeta con mirada crítica y partícipe. Con “Intersección” concluye por ahora el ejercicio poético de Tomas Venclova; aquí aparecen recogidos los poemas de los últimos años, muchos de los cuales aparecieran antes en revistas.


Por otro lado, adicional pero también fundamental esfera de actividad para Tomas Venclova es la ensayística presentando esta el resultado de sus reflexiones sobre literatura, política o cultura. Recordemos su “Lituania en el Mundo” (Lietuva pasaulyje), versante prevalentemente sobre el 'intercambio cultural entre su país y el resto del mundo, y sus “Textos sobre Textos” (Tekstai apie tekstus), obra dedicada más bien a las relaciones literarias entre Lituania y Europa, así como al análisis de diversos autores coterráneos. Por su parte, “El Equilibrio Inestable” (The Instable Equilibrium) reúne ensayos, aparecidos primeramente en varias revistas, sobre poetas rusos del siglo XX. Singularmente “Creo que...” (Manau, kad...) recoge, además de ensayos, algunas de las entrevistas concedidas por Venclova desde el 1977 al 1999, como por lo demás pone en evidencia su subtítulo de “Hablando con Tomás Venclova” (Pokalbiai su Tomu Venclova); por lo general las entrevistas tratan sobre candentes temas de la sociedad y de la cultura lituanas contemporáneas en el marco de su contexto europeo.

La presencia de Venclova en los medios de información, en efecto, vino a intensificarse en gran medida durante el convulso bienio de protesta política báltica; fue entonces cuando el poeta redobló sus intervenciones en la prensa europea y americana aprovechando aquella coyuntura política que por una vez llevaba a los países bálticos a las primeras páginas de los diarios. Aunque, como era de esperar, resultaron en su momento condenados y censurados, sin embargo, también sus ensayos lograrían al final hallar el camino de vuelta a casa, a la Lituania libre, donde son siempre acogidos con extremo interés aunque a veces asimismo con una cierta mal disimulada desconfianza. Así, por ejemplo, sus llamamientos a la tolerancia y a la resolución pacífica de las cuestiones interraciales, manifiestos firmados a menudo con Czesław Miłosz, han acabado suscitando más de una polémica. No ha faltado en verdad quien reprochara al intelectual exiliado su contemplar las cosas desde tanta distancia. En realidad, sin embargo, el punto de observación de Venclova no es ni próximo ni remoto, más bien se halla simplemente ligado al curso de la historia europea, razón por la que ha sido a veces malentendido en su patria, sobre todo en los momentos más peliagudos de la protesta patriótica.


Recordar cómo todavía Brodski consideraba a Venclova “el hijo confeso de tres literaturas [...] que preservó tres lenguas maternas: lituano, ruso y polaco”, nos ayudará acaso a precisar que también en tal sentido y a pesar de toda las devastaciones ejecutadas por las ideologías totalitarias del siglo pasado, Venclova sigue siendo un verdadero ciuis uilnensis, un ciudadano de Vilna interesado en la promoción del diálogo intercultural y en la salvaguardia de esas tradiciones multiculturales que por siglos han constituido la peculiar grandeza de la ciudad.


Respecto al estereotipo tradicional del escritor lituano, ligado a su pequeña comunidad y a su tierra, Venclova es, en efecto, un cosmopolita, ligado a valores intelectuales universales. De hecho, dada la peculiar selección de temas y forma, se habla de la kitoniškumas o ‘alteridad’ de Venclova en el contexto de la literatura lituana, de su tan difícil inclusión en los confines de tal tradición o, si prefiérese, su fácil exceder dichos confines. Asimismo su comportamiento, bien definido como ‘doble contraconformismo’ (dvigubas nekonformizmas), ha resultado ciertamente excepcional. Como se lee en el prefacio a “Charla de Invierno” [5] a la postre ambos comportamientos resultarían estar relacionados: «Créome que el poeta ve cumplida su función hacia la gente sólo cuando ha caminado por senderos distintos de los demás y logrado, en ese mismo camino, ensanchar al menos un poco los confines de la lengua y de la reflexión».


Referencias citadas

- AREŠKA Vytas, «Tarp realybės ir abstrakcijos» (“Entre la realidad y la ficción”), Literatūra ir Menas, 1972.VI.24, p. 5.

- BRODSKY Joseph, «Poetry as a Form of Resistance to Reality», en Winter Dialogue, Poems by Tomas Venclova. Tr. Diana Senechal. Foreword by Joseph Brodsky. Dialogue between Czesław Miłosz and Tomas Venclova, Evanston, Illinois, Northwestern University Press, 1997.

- GREIMAS Algirdas Julien, «Tomo Venclovo beveik beprasmė poezija» (“La poesía casi sin significado de Tomas Venclova”), Metmenys, 23, 1972, pp. 9-17.

- MITAITĖ Donata, Tomas Venclova. Biografijos ir kūrybos ženklai (“Tomas Venclova. Signos de sus biografía y obra”), Vilna, Lietuvių literatūros ir tautosakos institutas, 2002.

- NASTOPKA Kęstutis, «Maištingas klasicizmas» (“El clasicimo rebelde”), Literatūra ir Menas, 1988, diciembre 10, p. 7.

- SCAMMELL M., «Loyal toward Reality», The New York Review of Books, 1998, Sept. 24.
-
ŠILBAJORIS Rimvydas, «Pastabos apie Tomo Venclovo kūrybą» (“Notas sobre la obra de Tomas Venclova”), Aidai, 1979, 4, pp. 148–154.

[Este texto, traducido del italiano por Lourdes Martínez Catalán, se publicó en el número 1 de la revista Liburna, Valencia, 2008, pp. 97-107.]


La fotografía de Tomas Venclova está tomada de culture.lt.


sábado, 12 de junio de 2010

Kafka va al cine

Por Albert Lázaro-Tinaut
(14 de febrero de 2008)

Ediciones Minúscula, de Barcelona, acaba de presentar un libro que despertará sin duda el interés tanto de los devotos de Franz Kafka como de los cinéfilos: se titula Kafka va al cine (traducido de la edición original alemana, Kafka geht im Kino, por Jorge Seca) y su autor, Hanns Zischler (Nuremberg, 1947), no es un desconocido para los cinéfilos, pues además de persona erudita (ha estudiado filosofía, etnología, musicología y filología germánica) es crítico de cine, director teatral, autor de diversos artículos y libros de ensayo, traductor y, sobre todo, actor sobradamente conocido por sus interpretaciones en filmes como Im Lauf der Zeit, de Wim Wenders; Dr. M, de Claude Chabrol; Europa Europa, de Agnieszka Holland; Munich, de Steven Spielberg y Sunshine, de István Szabó, entre otros.


No es arriesgado decir que Kafka va al cine entraría en la categoría de los libros insólitos. Entre otras cosas, porque es fruto de un intenso trabajo de investigación por parte de Zischler, que ha removido decenas de archivos y aporta a la obra, además de datos interesantísimos sobre la personalidad de Kafka y su afición al cine, numerosas imágenes, la mayoría de ellas inéditas, que ilustran las páginas del libro, procedentes de diecisiete archivos públicos y privados, bibliotecas, museos, filmotecas, etc. Un material precioso y útil como referencia para el lector.

Hanns Zischler ha indagado en la obra de Kafka para ir extrayendo de ella retazos referidos a su pasión por el llamado séptimo arte, pero también ha rastreado las obras de otros autores e incluso la prensa de la época, en las hemerotecas, donde ha hallado valiosas referencias que utiliza a lo largo de este ensayo e incluso en algunas citas. Es el caso de los escritos de Max Brod, otro praguense y judío germanófono, amigo inseparable de Kafka y luego editor de su obra, que con frecuencia se veía arrastrado por el autor de El proceso a las salas cinematográficas: “Adoraba las primeras películas que aparecían por aquel entonces. Le gustaba especialmente una que en checo se titulaba Táta Dlouhán, que podría traducirse por ‘padre zanquilargo’. Arrastró a sus hermanas a verla, luego a mí, siempre lleno de entusiasmo, y durante horas no había manera de hacerle hablar de otra cosa que no fuera esta magnífica película”, dice Brod en una de sus obras.


Siguiendo el rastro de Kafka en Praga, Múnich, Berlín, Milán y París, Zischler nos describe los efectos que generaron en el escritor checo las películas que vio en las salas de aquellas ciudades y cómo éstas suponen un contrapunto a su atormentada cotidianidad y un poderoso estímulo para su escritura. Y, por supuesto, en el recorrido por esta pasión de Kafka no faltan las anécdotas, como ésta, narrada también por Brod, que aconteció en el París de 1911, después de que fuera robada del Louvre la Mona Lisa de Leonardo: “Justo la noche que nos habíamos propuesto descansar, después de tantas fatigas nocturnas […] dimos en el bulevar con un portal lleno de bombillitas incandescentes y un pregonero no muy apasionado que digamos. Pero la inscripción que llevaba en la gorra nos atrajo con una magia superior a la que habrían podido suscitar todas sus palabras: Omnia Pathé…”, y después de algunas consideraciones sobre su decisión de acudir a aquella sala, concluye: “Una chica con uniforme militar de opereta, que lleva en la gorra la inscripción ‘Omnia’, que ahora apenas se lee bien, nos acompaña a nuestros asientos y nos vende un programa (inexacto, como es costumbre en París). Y ya estamos hechizados ante aquella pantalla temblorosa deslumbradoramente blanca. Nos golpeamos con el codo el uno al otro. ‘Oye, aquí los cines son mejores que los de casa.’ Por supuesto, en París todo tiene que ser mejor”; y ambos se disponen a ver el sketch de cinco minutos titulado Nick Winter y el robo de La Mona Lisa.


No vamos a desvelar más delicias de las que el lector disfrutará con la lectura de este libro que, entre otras virtudes (su indudable calidad, por supuesto, y su cuidada edición), tiene la de contribuir a deshacer el tópico universal que relaciona a Kafka con ese mundo, conocido ya como “kafkiano”, que él creó en muchas de sus obras. Franz Kafka fue también un hombre apasionado, dotado de un sutil sentido del humor del cual pocas veces se habla. Kafka va al cine es, pues, también una magnífica ocasión para aproximarse a la auténtica personalidad de un escritor único, dotado de una imaginación desbordante, pero también de una riqueza interior sorprendente.


KAFKA VA AL CINE
de Hanns Zischler

Traducción de Jorge Seca

Barcelona, Ediciones Minúscula, 2008

Colección "Con vuelta de hoja", núm. 4

206 páginas, ilustrado

ISBN: 978-84-95587-36-7







Reseña publicada originalmente en el foro de la Casa de l’Est (http://www.casadelest.org/foro/topic.asp?TOPIC_ID=1117) y reproducida posteriormente, sin autorización de su autor, en otros medios.


domingo, 6 de junio de 2010

Cuatro poemas de Lydia Koidula

La poeta estonia Lydia Emilie Florentine Jannsen, conocida por su seudónimo Lydia Koidula, nació en la localidad de Vana-Vändra, en la provincia de Livonia, sometida al Imperio ruso, el 24 de diciembre [12 de diciembre según el calendario juliano vigente entonces en Rusia] de 1843, y murió en Kronstadt, cerca de San Petersburgo (Rusia) el 11 de agosto de 1886. Era hija del activista político y cultural Johann Voldemar Jannsen (1819-1890), fundador del Perno Postimees (‘El Correo de Pärnu’, 1857), primer periódico en lengua estonia, que se publicaba en la ciudad costera de Pärnu, y autor de la letra del himno nacional de la República de Estonia: Mu isamaa, mu õnn ja rõõm (‘Mi tierra natal, mi orgullo y alegría’, 1869). Su madre era una alemana de origen burgués.

En 1850, en efecto, su familia se había establecido en Pärnu, donde ella estudió en una escuela alemana para muchachas (1854-1861), y en 1862 pasó con éxito en la Universidad de Tartu el examen tras el que obtuvo el diploma de tutora particular. En 1863 toda la familia se trasladó a Tartu (ciudad conocida entonces por su nombre alemán, Dorpat), donde Johann Voldemar Jannsen empezó a editar el periódico Eesti Postimees, tarea en la que ella colaboró intensamente ocupándose, sobre todo, de la sección de relatos por entregas. Ya por entonces había alcanzado la fama y mantenía correspondencia con relevantes escritores e intelectuales estonios, fineses y alemanes. En 1873 se casó con un médico militar letón, Eduard Michelson, que fue destinado al cuartel general de la Marina imperial rusa en Kronstadt, con quien tuvo tres hijos.

Conocida como la “Cantora del Alba” (pues koit, palabra de la que se deriva koidula, en estonio significa ‘amanecer’), su voz poética, de intenso acento patriótico, es la más significativa de la lucha por la libertad y la independencia de Estonia. Su obra, de clara influencia alemana, fundamental en la historia de literatura estonia y muy popular incluso en nuestros días (los escolares aprenden sus poemas de memoria) se inició con la publicación, en 1866, de Vainulilled (‘Flores de los campos‘), poemario al que siguió, en 1867, Emajõe Ööbik (‘El ruiseñor del Emajõgi’), repleto de explícitas manifestaciones patrióticas. Su obra completa, incluidos los poemas inéditos, fue publicada póstumamente en 1925.

Su nombre también está estrechamente vinculado al nacimiento del teatro estonio, como animadora de la Vanemuise Selts (Sociedad Vanemuine), creada por su padre en Tartu (1865) para promover el teatro en la lengua nacional. Entre sus obras para la escena destacan la comedia Saaremaa Onupoeg (‘El primo de Saaremaa’), una adaptación de la farsa Der Vetter aus Bremen (‘El primo de Bremen’) del alemán Theodor Körner (1791-1813), que ella misma puso en escena –se considera que esta puesta en escena, en 1870, supone comienzo del teatro estonio–; Kosjakased (‘Los abedules de los esponsales’) y Säärane mulk (¡Vaya patán!).

Cuando en 1869 se celebró el Tartu el primer Festival de la Canción de Estonia (Laulupidu), uno de los acontecimientos más importantes del denominado ‘despertar nacional’, que sirvió para que los cantores estonios procedentes de todos los rincones del país adquirieran conciencia de su pertenencia a un mismo pueblo y, por consiguiente, de su identidad nacional, dos poemas suyos fueron musicados: “Sind Surmani!” (‘Hasta mi último aliento’) y “Mu isamaa on minu arm!” (‘Mi patria es mi amor’); esta última canción se convirtió en el himno de la resistencia estonia durante la ocupación soviética.

La casa familiar de Pärnu, construida en 1850 y donde su padre fundó y editó el Perno Postimees y ella vivió hasta que su familia se trasladó a Tartu, se conserva y ha sido restaurada para albergar un museo dedicado a su memoria. En el centro de Pärnu, además, se levanta el monumento más representativo en homenaje a esta gran poeta, obra del eminente escultor estonio Amandus Adamson (1855- 1929), que fue erigida en 1929. La imagen de Lydia Koidula está reflejada, además, en los billetes de banco de 100 coronas.

Albert Lázaro-Tinaut


El hogar

¡Oh, cómo nos gustaba, de pequeños,
jugar en el patio de mi casa!
Sentir mientras corríamos la caricia

de la hierba cubierta por la escarcha.


Jugando agotábamos el día,

rodeados de flores y de plantas,
hasta que el abuelo iba a buscarme
y me llevaba de la mano a casa.

¡Y cuántas veces me tentó mirar,

como él, por encima de los muros.
“Sé paciente, pequeña”, me decía,
“ya tendrás tiempo para ver el mundo”.


Pasó el tiempo. En la tierra y en los mares

se saciaron mis ojos de admirar;

¡mas nada de lo que ellos descubrieron
valía lo que el patio de mi hogar!


Kodu (1865)

Meil aiaäärne tänavas / kui armas oli see! / Kus kasteheinas põlvini / me lapsed jooksime. // Kus ehani ma mängisin / küll lille, rohuga, / kust vanataat käe kõrvas mind / tõi tuppa magama. // Küll üle aia tahtsin siis / ta kombel vaadata. / “Laps, oota,” kostis ta, “see aeg / on kiir küll tulema!” // Aeg tuli. Maa ja mere peal / silm mõnda seletas – / ei pool nii armas polnud seal / kui külatänavas!


Escuchad la versión musicada aquí.


El corazón materno

Existe un pequeño lugar en este mundo
donde dicha, amor y lealtad hallan refugio;

todo lo que en el orbe es tan escaso
encuentra allí serenidad y espacio.

¿No conoces, acaso, el corazón materno?
¡Es seguro, abnegado, sincero y tierno!
Se alegra cada vez que tú te regocijas

y se hace cómplice de todas tus cuitas.


Cuando te hiere el alma la mezquindad

de aquellos que te ofrecen su falsa amistad,
si el desprecio y el odio se ceban en ti,

si la fe te abandona, si te hacen sufrir,

¡el corazón materno al punto se rebela!

Y es un solo lugar el que te queda

para volcar tu congoja y tu dolor:

el pecho maternal, vaso de amor.


Perdí otros corazones queridos en mi vida,

lloré por ellos, desdichada y perdida;

y muchos más pasaron por mi espíritu enfermo,
¡pero ninguno fue como el corazón materno!


Emasüda (1865)
Üks paigake siin ilmas on, / kus varjul truudus, arm ja õnn; / kõik, mis nii harva siin ilma peal, / on peljupaika leidnud seal. // Kas emasüdant tunned sa? / Nii õrn, nii kindel! Muutmata / ta sinu rõõmust rõõmu näeb, / su õnnetusest osa saab! // Kui inimeste liikuvat / au, kiitust, sõprust tunda saad, / kui kõik sind põlgvad, vihkavad, / kui usk ja arm sust langevad – // siis emasüda ilmsiks lä’äb! / Siis veel üks paik sul üle jääb, / kus nutta julged igal a’al: / truu, kindla emarinna na’al! // Mõnd kallist südant kaotsin, / mis järel nuttes leinasin, / aeg andis teist mul tagasi: / ei emasüdant - iialgi!


Escuchad la versión musicada aquí.


Mi patria es mi amor


Mi patria es mi amor.

Por entero le doy mi corazón

y para ella es el canto de mi dicha,

¡mi Estonia en flor!

Tu dolor es el dolor de mi alma,

tu alegría es el gozo que me calma,
¡oh patria mía!


Mi patria es mi amor.

¡No la abandonaré

aunque mil veces por ella
si se hace necesario moriré!
Nada importan las celosas patrañas.

Vivirás para siempre en mis entrañas,

¡oh patria mía!

Mi patria es mi amor.

Quisiera hallar descanso

echándome a dormir en tu regazo,
¡oh suelo venerado!

Que canten para mí tus ruiseñores,

de mis cenizas que nazcan tus flores,

¡oh patria mía!


Mu isamaa on minu arm! (1867)

Mu isamaa on minu arm, / kell’ südant annud ma, / sull’ laulan ma, mu ülem õnn, / mu õitsev Eestimaa! / Su valu südames mul keeb, / su õnn ja rõõm mind rõõmsaks teeb, / mu isamaa! // Mu isamaa on minu arm, / ei teda jäta ma, / ja peaks sada surma ma / seepärast surema! / Kas laimab võõra kadedus, / sa siiski elad südames, / mu isamaa! // Mu isamaa on minu arm, / ja tahan puhata, / su rüppe heidan unele, / mu püha Estimaa! / Su linnud und mull’ laulavad, / mu põrmust lilled õitsetad, / mu isamaa!


Escuchad la versión musicada aquí.


Hasta mi último aliento


Hasta mi último aliento

te ofreceré mi amor,
hermosa senda en flor,
¡mi balsámica patria!

¡Oh arroyos y praderas,

oh lengua maternal:
hasta mi último aliento

os he de ser leal!

Tiernamente, terruño,

a tus retoños mimas,

los nutres, los abrigas

y en ti guardas sus cuerpos.

Prefiero tus abrazos,

¡oh Tierra de María!,
que ser dichosa en patrias

que jamás serán mías.

¡Qué dulces son tus hijos,

qué intrépidos que crecen!

¡Y tus hijas florecen
como hermosos acianos!

¡Bajo el sol, con los vientos,

te mantienes en flor,
y las alas del águila
son techo protector!

Pero, ¿por qué en tus ojos

las lágrimas rielan?
¡Oh, mi Estonia, ya llegan
los cambios que anhelamos!
Un futuro más digno

te henchirá de esperanza;
el tiempo hará justicia:

¡mantén la confianza!

Sind surmani! (1867)
Sind surmani küll tahan / ma kalliks pidada, / mu õitsev Eesti rada, / mu lehkav isamaa! / Mu Eesti vainud, jõed / ja minu emakeel, / teid kõrgeks kiita tahan / ma surmatunnil veel! // Kuis, maa, nii hellast kannad / su lapsi käte peal, / neil annad leiba, katet / ja viimast aset veel! / Tõest’, armsam on mul hinga’ / su põues, Maarjamaa, / kui võõral piiril õnnes / ja aus elada! // Kuis on su pojad vagad, / nii vaprad, tugevad! / Su tütred, nagu lilled / nad õitsvad nägusad! / Ja sinu tuul ja päike / sind õitsel hoiavad, / ja kõrge kotka tiivad / kuis hellast katavad! // Ja tihti siiski leian / su silmis pisarad? – / Mu Eestimaa, oh looda: / ka ajad muuduvad! / Meil’ tulevased tunnid / veel toovad kinnitust! / Käi kindlalt! Pea kõrgess’! / Aeg annab arutust!


Escuchad la versión musicada aquí.


Versiones castellanas de Albert Lázaro-Tinaut
en colaboración de Jüri Talvet.

Estas versiones fueron publicadas originalmente en la revista cultural Turia de Teruel, núm. 80 (Noviembre 2006 – Febrero 2007), pp. 127-130.


Fotografía: Monumento a Lydia Koidula en Pärnu, obra del escultor Amandus Adamson, erigida en 1929 (© Albert Lázaro-Tinaut). Pinchad dos veces sobre ella para ampliarla.

Un agradecimiento especial a Linda Järve por haber proporcionado las versiones musicadas de los poemas.